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«Elcano y su familia lo perdieron todo en su última expedición»

El catedrático y paleógrafo Manuel Romero Tellafiga prepara un libro basado en el testamento del marino | El autor desvela que el documento fue manuscrito por Andrés de Urdaneta, que viajaba como paje del navegante

Borja Olaizola

San Sebastián

Domingo, 21 de abril 2019, 07:53

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El Archivo General de Indias es la segunda casa de Manuel Romero Tellafiga, catedrático emérito de Historia de la Universidad de Sevilla y uno de los más reputados paleógrafos (especialistas en documentos antiguos) de España. Romero trabaja desde hace cinco años en un libro sobre el testamento que Juan Sebastián Elcano dictó poco antes de su muerte en el verano de 1526 en medio del Pacífico.

Además de demostrar que el documento fue manuscrito por Andrés de Urdaneta, que viajaba como paje de Elcano, el catedrático traza un completo retrato del marino, un hombre «prudente y previsor» que era estimado y respetado por sus compañeros de viaje. Romero concluye que el fracaso de la expedición de Loaysa no solo supuso el fin del linaje de los Elcano, sino que además arruinó por completo a su familia, que lo había apostado todo al comercio de las especias.

La imagen de un triunfador

Tras completar en 1522 la primera vuelta al mundo, Elcano era la viva imagen de un triunfador, el hombre que tenía la llave que abría la ruta de las especias al emperador Carlos I. En aquella época el clavo, la pimienta, la canela o la nuez moscada llegaron a ser más codiciados que el mismísimo oro. Las especias que trajo consigo el navegante getariarra al regreso de la primera circunnavegación no solo permitieron costear la expedición que inicialmente había capitaneado Magallanes, compuesta por cinco naves, sino que procuraron notables beneficios a los inversores castellanos -hombres de negocios burgaleses- que la habían financiado. «Elcano podía con su experiencia de navegación convertir un maravedí en dos mil, que era la proporción del beneficio que procuraba el comercio de las especias», precisa Romero.

El marino de Getaria se convierte así en una de las piezas clave de la nueva expedición que prepara la Corona para alcanzar las Molucas a través de la nueva ruta. Elcano es nombrado piloto mayor y segundo de la armada de García Jofre de Loaysa, que zarpa de La Coruña el 24 de julio de 1525. Tres años después de haber completado la vuelta al mundo, el navegante getariarra vuelve a la mar. Sin embargo, esta vez no lo hace solo, sino acompañado de una parte importante de su familia.

Además del propio Elcano, en la expedición se embarcan dos de sus hermanos, el piloto Martín Pérez de Elcano y el contramaestre Ochoa Matrínez de Elcano, su cuñado Santiago de Guevara, su sobrino Esteban de Mutio, su primo político Hernando de Guevara y hasta su paisano Andrés de Gorostiaga. El éxito del primer viaje y las formidables perspectivas comerciales que abre la nueva vía a las especias llevan a los Elcano a apostar todo su patrimonio en la expedición. «La madre de Elcano, Catalina del Puerto, vendió toda la fortuna de la familia para invertirla en el viaje», apunta el historiador Romero.

Un motín a bordo

La armada de Loaysa está en principio mejor pertrechada para la misión que la expedición de la vuelta al mundo. Son siete barcos de mayor tonelaje que suman una tripulación de 450 hombres, algunos de ellos supervivientes de la circunnavegación. La expedición, sin embargo, se tuerce muy pronto: tres de las siete naves no logran atravesar el estrecho de Magallanes. Los problemas para la mermada flota continúan en el Pacífico: otros dos barcos se pierden y un tercero desparece después del estallido de un motín. La capitana, 'Santa María de la Victoria', es la única que se mantiene a flote un año después de haber zarpado de La Coruña.

El viaje transcurre en circunstancias penosas. El comendador de la expedición enferma y fallece el 30 de julio. Elcano toma el mando de la nao estando ya muy enfermo y muere apenas una semana después, el 6 de agosto. Hay varias hipótesis en torno a las causas de su fallecimiento aunque la más sólida apunta a una intoxicación por alimentarse de una corvina portadora de una bacteria. El profesor Romero se inclina por ella: «Leyendo las informaciones de testigos que se hicieron en España diez años después y los relatos y relaciones de Andrés de Urdaneta la intoxicación por la bacteria ciguatera de alguna corvina tropical pudo influir en que todos los comensales del comendador Loaysa, entre los que estaban Elcano, el piloto Bermejo o el contador Ortés, murieran entre el 15 de julio y el 6 de agosto».

Es probable que fuesen los primeros síntomas de esa intoxicación los que llevasen a Elcano a reunir a algunos de sus hombres de confianza para redactar su testamento. «No era un hombre muy cauteloso, pues no hizo testamento en La Coruña, que fue el punto de partida de la expedición. Yo argumento que lo hizo cuando se dio cuenta de que tenía la muerte en los talones». El documento empieza así: «En la nao 'Victoria' en el mar Pacífico, á un grado de la línea equinoccial, á veintiseis días del mes de Julio, año del Señor mil é quinientos é veintiseis...». El testamento de Elcano consta de tres pliegos, cinco folios y doce páginas.

El mejor retrato

«Es el mejor retrato de Juan Sebastián Elcano: de su piedad, de su concepto de la familia, de su modo de comer, beber y dormir, de sus lecturas, de su modo de vestir...», explica Romero. El catedrático lo ha estudiado de forma exhaustiva en los cinco últimos años y está convencido de que fue redactado por Andrés de Urdaneta, que revolucionaría más tarde la navegación con el descubrimiento del Tornaviaje y que viajaba en la 'Victoria' como paje de Elcano. «He cotejado y comparado los manuscritos de Urdaneta, los que están en la Biblioteca del Palacio Real y en el Archivo de Indias de Sevilla, con el testamento original, y para mí Urdaneta escribe de su puño y letra todo salvo dos párrafos. El primer manuscrito de Urdaneta -subraya Romera- no es el 'Diario del Viaje' que trajo a Valladolid en 1536, sino el testamento de Elcano».

Tanto Urdaneta como los otros seis marineros que firman el testamento de Elcano como testigos son hombres de su máxima confianza. Se trata de Hernando de Guevara, Martín de Uriarte, Martín García de Carquiçano, Andrés de Gorostiaga, Juanes de Çabala y Andrés de Alechia. «Son todos vascos y todos escriben con soltura, lo que quiere decir que tenían cierta formación». Elcano, prosigue el catedrático, era también un hombre cultivado a tenor de los libros que lega en su testamento. «Es hombre no solo práctico en la navegación, sino algo leído y entendido en la práctica de Astronomía». El especialista apunta la hipótesis de que el navegante tuviese también conocimientos musicales. En el documento, precisa, lega unas madejas de hilo de cuerda para manicordio, un instrumento parecido al clavicordio. «En las expediciones iban tambores, panderos, trompetas, clautas, cornetas... Muchas faenas del barco se hacían con música y en determinadas horas también se cantaba».

El testamento pone de manifiesto, sin embargo, que Elcano distaba de ser un hombre rico pese a la hazaña que había logrado tres años antes de su muerte al completar la primera vuelta al mundo. «En el documento no constan bienes inmuebles ni haciendas, solo remuneraciones del rey, en su mayoría sin cobrar, y una serie de mercancías de tejidos, hierros, clavos y bagatelas, que si se hubieran cambiado por especias hubiera supuesto un buen capital para él y la familia. Después todo fue muy triste, pues las deudas del rey con Elcano se pagaron con cicatería y el negocio de las especias se fue por la borda». El emperador Carlos I adeudaba al navegante de Getaria las rentas que le había concedido en compensación por la vuelta al mundo -500 ducados anuales- y su salario como capitán en la armada de Loaysa. Ambos conceptos sumaban unos 2.750 ducados a su muerte.

Además de esa deuda, los Elcano invirtieron su patrimonio en la expedición. La madre del navegante, Catalina del Puerto, que es la destinataria principal del testamento declara en el pleito que entabla con la Hacienda Real para recuperar el dinero: «Que aviendo gastado el dicho capitán (Elcano) toda su hazienda y vendido todas sus heredads para yr en la Armada que su majestad mandó hacer» y que el capitán y su madre vendieron para invertir en la Armada de las especias «mucha parte de lo que thenían así en bienes muebles como raízes».

El catedrático concluye que la madre de Elcano sólo recuperó una pequeña parte. «Por sentencia del Consejo de Indias, deducidos los adelantos, no muchos, y deducido que la expedición no se llevó a cabo pues fue un fracaso, la madre de Elcano solo cobró después de un pleito que duró treinta años el equivalente a 150 ducados, una miseria». La expedición de Loaysa no solo acabó con el linaje de los Elcano -también murieron los dos hermanos que habían embarcado con él-, sino también con el patrimonio de la familia.

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