El cuadro más visto del Guggenheim
'El bosque de los amos tontos' es del artista donostiarra Juan Pérez Agirregoikoa. Lleva expuestos en la cafetería del museo desde 2015 y tiene un filosófico mensaje oculto
Donde el cliente espera pura decoración, se topa con una pieza que parece demasiado para el lugar que ocupa. ¿Quién la habrá pintado? ¿Qué significa? Es enigmática, atrayente... Y ahí está, diez años ya colgada de una pared de la cafetería del Guggenheim. No parece descabellado decir que 'El bosque de los amos tontos' puede ser el cuadro más visto del museo, pues la experiencia de la visita cultural suele acabar con la visita al bar, e incluso se suceden visitas al bar sin ver las exposiciones. Además, hay obras de la colección que se exponen y se retiran al almacén hasta el momento de ser exhibidas de nuevo.
Hay quien no deja pasar la oportunidad de contemplar con un café este bosque que Juan Pérez Agirregoikoa (San Sebastián, 1963) pintó por encargo para esa pared que era blanca y que gracias a él cobró vida natural, salvaje, misteriosa. Si se busca, tiene su plaquita informativa, como cualquier obra de arte. El cliente da un sorbo a la taza, descubre el cervatillo medio oculto y al padre que vigila de lejos. La luna se asoma entre las nieblas sobre los árboles desnudos, sin hojas, que forman una intimidante asamblea en torno a ese perrillo mirándose en el estanque, como Narciso. Un pájaro raro escudriña desde una rama. Y la enigmática inscripción que alguien grabó a cuchillo con mayúsculas en un tronco, «Knave Love Fool» (el canalla ama al tonto). Parece haber sido pintado con la canción 'A Forest' de The Cure de fondo: «Come closer and see / see into the trees» (Acércate y mira / Mira entre los árboles)...
«'A Forest' es una canción que me gusta mucho. Sí, el bosque de noche es atrayente y aterrador», dice el artista. Fue un encargo del propio Guggenheim para decorar ese espacio, que permanecía en blanco en la cafetería. Presentó dos proyectos, este y un mapa de Bilbao con los nombres que han tenido las calles a lo largo del tiempo; en la República, el franquismo y hoy. Ganó el bosque.
«El lienzo era enorme, lo enrollaba por un lado y desenrollaba por el otro; no vi el cuadro entero hasta que lo colgaron»
Lo pintó con acrílico y carboncillo en un lienzo de 4x10 metros, un tamaño desmesurado que le ocasionó no pocos problemas. «Tuve que conseguir una tela de ese tamaño, me la hicieron en París. Y tengo un estudio grande, pero no tanto, así que no pude ver la obra entera hasta que se desembaló en el Guggenheim y se colgó. Estaba con miedo de ver cómo quedaba. La pinté con un sistema que recuerda al de los papiros, estaba la tela enrollada, y yo iba desenrollando, pintando y enrollando, y desenrollando de nuevo. Primero lo intenté en el suelo, pero luego hice unas mesas especiales de más de cuatro metros de largo, y de un lado extendía y del otro recogía, dibujando un poco a tientas durante los cuatro meses que duró este trabajo».
Luego está la temática. Dice el pintor que el bosque de noche es un espacio extraño «donde parece que te pueden pasar mil cosas o no pasar nada». Analizó qué imagen elegir, pues al final no dejaba de ser algo decorativo. Recuerda haber pensado en la gente que trabaja en la cafetería y que lo mejor sería ofrecerles una especie de ventana abierta a la naturaleza, donde mirar en sus momentos de descanso, y que por eso eligió un bosque nocturno en tonos azulados, con ciervos y el perrillo. «De alguna manera siempre me han gustado esas escenas de ciervos, y pensaba en el perro también, pensaba en Narciso, pensaba en la luna... No sé, en el romanticismo alemán».
¿Y la inscripción? El artista, que además de estar licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco, acabó Filosofía en la de París 8, explica que estaba trabajando en ese momento en un seminario sobre la ética del psicoanálisis, de Jacques Lacan. «Hacía una diferenciación entre los intelectuales de derechas y los de izquierdas que traspasaba a la gente en general. Comparaba a la gente de derechas con el 'Knave' (la J de la baraja de póquer), que significa bribón, un canalla que no tiene problemas en admitirse como tal, mientras que la gente de izquierda serían los 'fools', los tontos, idealistas ».
«Y decía –prosigue–, que cuando un montón de canallas se juntan hacen tonterías colectivas, y cuando un montón de gentes de izquierda se juntan hacen canalladas. El planteamiento explica acontecimientos políticos del siglo XX, y también la actualidad. La imagen me pareció bastante acertada, y era una forma de meter un elemento conceptual y también humor en el cuadro. La idea del bosque como lugar imaginario donde, amparados por la noche, se puede escribir en un tronco que los canallas aman a los tontos, y que es un amor correspondido».
Artista prolífico
Cuando va a Bilbao, acude al museo y también a ver el cuadro. «Me quedo mirándolo, aún me impresiona que siga ahí y que lo haya hecho yo». Tiene otra obra en el Guggenheim, formando parte de la colección, 'Proyecto convertido en instalación' (2007), una estructura de metal y acrílico sobre tela (500 x 850 cm) que en estos momentos no se exhibe. Explicaba sobre ella el museo: «Enormes vallas metálicas, como las que separan al público del campo de juego en los espectáculos deportivos, son el soporte de pancartas de diferentes formatos y con lemas diversos. Los colores son chillones e irreverentes, como algunas frases: 'Olvida a tus padres', 'Desprecia el mundo', 'Rechaza el trabajo'. Puede considerarse uno de sus trabajos más relevantes».
Su extensa obra, con elevadas dosis de crítica política aliñada con sarcasmo e ironía, ha sido expuesta en el Reina Sofía de Madrid, el Artium de Vitoria, el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC), la Bienal de Lyon, la Bienal de Yakarta, la São Paulo Bienal, o en el MUHKA-Museum Van Hedendaaste Kunst Antwerpen de Amberes, entre otros.
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