Los cráneos zarauztarras del doctor Velasco
Museos de Madrid y París guardan más de un centenar de calaveras que uno de los mejores cirujanos del siglo XIX expolió del antiguo cementerio de la villa costera
Más de un centenar de cráneos del antiguo cementerio de Zarautz descansan en los almacenes del Museo del Hombre de París y el de Antropología ... de Madrid. Las calaveras constituyen el grueso del botín que dos figuras señeras de la ciencia europea del siglo XIX, el cirujano español Pedro González Velasco y el antropólogo francés Paul Broca, obtuvieron en las incursiones clandestinas que realizaron en el osario del antiguo camposanto de la localidad costera. El inductor del expolio, que pasó a la historia como el doctor Velasco, construyó junto al cementerio un palacete que lleva el nombre de Villa Munda y que hoy se mantiene en pie como escuela de música.
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¿Qué pudo llevar a dos eminentes hombres de ciencia a arriesgar su reputación saltando por la noche los muros de un cementerio? «Hay que retroceder a mediados del XIX para hacerse una idea de la pujanza que entonces tenían los estudios sobre los cráneos», responde Luis Ángel Sánchez Gómez, un historiador de la Universidad Complutense de Madrid que ha escrito 'Una biografía apasionada del doctor Pedro González Velasco'. «Se pensaba que el índice cefálico, una referencia para clasificar los cráneos en función de su tamaño, era la clave para explicar el origen de las razas y los vascos despertaban mucha curiosidad porque nadie conseguía relacionarlos con otras etnias».
Se pensaba que el estudio de los cráneos explicaba el origen de las razas y los de los vascos despertaban mucha curiosidad
El doctor Velasco recaló en Zarautz atraído por la presencia de Pascual Madoz, un abogado y político liberal navarro que está considerado el primer veraneante de la villa costera. «Cuando Velasco llega a Zarautz hacia 1860 era ya el cirujano más famoso de España», resume Sánchez Gómez. «Era un hombre singular que se había hecho a sí mismo. Segoviano de origen muy humilde, se costeó los estudios de medicina dando clases y trabajando de criado. Era muy hábil con el bisturí, lo que le proporcionó una gran fortuna. Operaba rápido y eso resultaba fundamental en unos tiempos en los que las condiciones de asepsia dejaban mucho que desear: si la operación se prolongaba mucho las posibilidades de infección se multiplicaban».
Fetos deformados
Su fulgurante carrera profesional le proporcionó la posibilidad de viajar a Europa, donde entonces comenzaban a proliferar museos de ciencias naturales en los que se exhibían toda clase de extravagancias: fetos deformados, niños con dos cabezas, tumores gigantescos, genitales hermafroditas... Velasco, familiarizado por su trabajo con las deformidades, empezó a realizar sus primeras adquisiciones con el propósito de montar su propia colección. A finales de 1854 abrió un pequeño museo en su casa de Madrid en el que depositó, según su propia descripción, «una sorprendente colección de huesos humanos, deformidades, lesiones anatómicas, una completísima y numerosa reunión de cráneos, entre los que se encuentran varios de criminales, idiotas y monomaniacos».
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Convertido ya en una figura de la medicina cuyos servicios eran requeridos por aristócratas, empresarios o arzobispos, viaja a Zarautz y compra unos terrenos para construirse una residencia de verano. Influye en su decisión el efecto positivo del clima marítimo en el delicado estado de salud de su única hija, Conchita. «Compró una parcela cerca del antiguo cementerio y se hizo una casa de tres plantas para pasar los veranos», apunta el historiador Sánchez Gómez. Familiarizado como estaba con los cadáveres, la proximidad del camposanto está lejos de hacerle desistir de su propósito. «Más bien al contrario», ironiza el biógrafo del doctor, que recuerda que un año después de construirse el palacete hizo su primera incursión en el recinto en busca de cráneos.
No se sabe a ciencia cierta cuántas calaveras se llevó en esa primera batida, pero debieron ser las suficientes para satisfacer su curiosidad inicial y también para despertar la del francés Paul Broca, una eminencia de la antropología que veraneaba en San Juan de Luz y al que hizo llegar una parte de su tenebroso 'botín'. «Broca era entonces el antropólogo físico más relevante de Europa, tenía un contacto previo con Velasco pero a raíz de ese episodio su relación se estrechó hasta el punto de que dos años después se acercó a Zarautz». Fue entonces cuando el médico español y el antropólogo francés realizaron la segunda razia en el cementerio local. «No revuelven las sepulturas, se limitan a saquear el osario pero lo hacen a sabiendas de que aquello no es muy cristiano porque cuando Broca se lleva los cráneos a París se resiste a desvelar inicialmente su procedencia», indica Sánchez Gómez.
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Los restos de Zarautz viajaron de la mano del científico a la capital francesa, donde después de haber recorrido depósitos y almacenes terminaron siendo depositados en el Museo del Hombre de París. La institución aún conserva los 71 cráneos zarauztarras de la colección de Broca, una mínima parte de los más de 18.000 que guarda en sus estanterías. Son restos que no están a la vista del público y que se guardan como testimonio de las colecciones que proliferaron en el siglo XIX.
El doctor Velasco recibía en su casa de Zarautz a muchos visitantes que venían expresamente a contemplar su colección
Tampoco se exhiben en público el medio centenar de calaveras procedentes de la villa costera que se guardan en el Museo Nacional de Antropología de Madrid, una parte de la colección de 500 cráneos que llegó a formar el doctor Velasco. El museo madrileño fue fundado en realidad por el propio Velasco a partir de las colecciones que distribuyó entre su casa de la capital y su residencia de Zarautz. «Durante años –explica el historiador– Velasco recibió en Zarautz a muchos visitantes que venían a ver la colección que había montado en su villa. Había materiales arqueológicos, fósiles, animales disecados, algún esqueleto humano... Cuando amplió su casa de Madrid para abrir el Museo Antropológico trasladó allí toda su colección de Zarautz».
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Dormir sobre muertos
No hay noticia de que el saqueo del osario del cementerio causase malestar en la villa. «Lo de expoliar tumbas era relativamente común en aquellos años. La muerte estaba más cercana y se asumía que los médicos y los científicos tenían que hacer esas cosas para que progresase la medicina». Velasco, añade su biógrafo, gozaba además de gran popularidad porque solía poner su destreza profesional al servicio de los más necesitados. «Dedicaba los fines de semana a curar a los más pobres. Entonces no había seguridad social y a los enfermos sin recursos no les quedaba otra que esperar a que algún médico practicase la beneficencia».
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También contribuyó al buen nombre del doctor en Zarautz la suma que pagó por hacerse con la parte del antiguo cementerio que incorporó a su propiedad. «La compró por 14.500 reales, diez veces más de lo que en realidad costaba. También se hizo cargo del traslado de los restos al nuevo cementerio». El doctor fue fiel a su cita veraniega con Zarautz incluso después de la muerte de su hija en 1864, un episodio que le causó un gran trastorno. «Solo dejó de acudir a Zarautz dos años antes de fallecer, cuando ya se sentía enfermo».
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Tras su fallecimiento en Madrid en 1882, su viuda vendió la casa zarautztarra al marqués de Linares, cuyos descendientes la traspasaron a su vez a uno de los promotores de la firma de bicicletas BH, el eibarrés Juan Beistegui. La familia Beistegui disfrutó de la propiedad durante más de medio siglo hasta que fue adquirida por el Ayuntamiento y transformada en conservatorio de música. Uno de los nietos de Juan Beistegui, Javier Sainz Beistegui, ha hecho un completo repaso de la historia de la villa en un libro de distribución reducida. Sainz Beistegui, que lamenta el deterioro que experimenta la antigua propiedad de su familia, recuerda que en su niñez sus amigos zarauztarras solían hacerle bromas sobre la presencia del antiguo cementerio en la parcela. «Me preguntaban a ver si no me daba miedo dormir encima de los muertos», evoca con una sonrisa.
El paso del tiempo ha ido borrando el episodio de los cráneos expoliados de la memoria colectiva de los zarauztarras. El exconcejal Alejandro Vázquez se muestra convencido de que son pocos los vecinos de la villa que conocen lo sucedido.
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– ¿Tiene noticia de que el Ayuntamiento haya hecho alguna gestión sobre esos restos?
– Hace unos treinta años una delegación municipal visitó el Museo de Antropología de Madrid con el propósito de ahondar en la relación de la villa con la época histórica de los ilustrados pero aquello no llegó a prosperar. Que yo sepa nadie se ha interesado por los cráneos del doctor Velasco.
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