«Las ayudas son un balón de oxígeno y un chute de moral»
Reapertura del Dabadaba. Nueve meses después de acoger el último concierto, la sala de Egia vuelve a programar gracias al apoyo de las instituciones
Sin tiempo para celebrar su sexto aniversario, la sala más activa de Donostia se vio obligada a cerrar sus puertas tras el concierto del 11 de marzo. Lo que vino después han sido nueve meses de zozobra, subsidios, denuncias por la falta de ayudas e incluso amagos fallidos de reapertura. Ayer, por fin, el Dabadaba comenzó a ver la luz con el regreso de la música en vivo, programada gracias al apoyo de instituciones como la Azoka de Durango ('Zu non, han DA!'), el Gobierno Vasco ('Beste bat!') o el Ayuntamiento (Dkluba).
Lo primero que llama la atención al retornar al paseo de Mundaiz en un sábado de concierto es la escasa afluencia de gente, algo lógico si se tiene en cuenta que la pandemia ha reducido el aforo de 300 a 60 personas. Los coloridos grafitis siguen brillando en el túnel de acceso, pero su característico neón rojo seguía apagado, como si sus responsables dijeran: «Lo encenderemos cuando volvamos de verdad y al cien por cien».
Porque nada más entrar en la sala se aprecia que todo ha cambiado, incluso el espacio físico, como por ejemplo, la vistosa reforma realizada en la barra, y el 'txoko' que servirá para albergar en 2021 la tienda de discos de Elsa Records. También ha cambiado la experiencia de ir de conciertos: en enero no empezaban a las seis de la tarde, como ayer, sino tres horas después, cuando los asistentes llevaban ya varias rondas e incluso habían cenado.
La sala ha cambiado y también su público, que lleva a sus espaldas la carga depositada en estos meses por la pandemia
El Dabadaba es otro y el mismo, porque pese a las restricciones, sigue cumpliendo la función de descubrir nuevas bandas
Como dicta la normativa, la gente mantuvo la distancia y permaneció sentada y con mascarilla durante toda la función. En su actitud se reflejaba que tampoco el público es el mismo de hace diez meses. La carga que la pandemia ha depositado en cada una de nuestras espaldas pesa de un modo diferente, aunque en muchos casos se asemeje a algo similar al miedo. Se puede percibir en el silencio que precede al inicio de los conciertos, a una tensión inicial que, por fortuna, se va relajando según avanza la actuación. Ocurrió ayer con los casi debutantes Kyxo, que tuvieron el honor de devolver la música al Dabadaba con su refrescante rock de guitarras, sintetizador y vocoder. Al terminar el bolo, los urnietarras no podían estar más felices por haber vuelto a la sala donde en febrero telonearon a Él Mató a un Policía Motorizado. «Entonces llenamos con 300 personas y hoy, con 60», bromeaban.
El Dabadaba, decíamos, es otro, pero al mismo tiempo, es el mismo, porque pese a la 'bajona' que provoca disfrutar del rock sentado, con tapabocas y sin un botellín en la mano, la sala vuelve por fin a ejercer una de sus funciones primigenias: descubrir nuevas bandas como Silicies Grizzlies. Formado entre Donostia, Zumaia y Gernika, este efervescente quinteto de rock con saxofonista noqueó a la audiencia con ciertos dejes a King Gizzard & The Lizard Wizard, Negu Gorriak, Inoren Ero Ni, Borrokan y Rage Against The Machine, entre otros. En menos de una apasionante hora, mezclaron punk y metal, swing y stoner, y demostraron lo estimulante que puede ser un grupo que da esquinazo a las fórmulas más obvias. Una auténtica sorpresa.
Prudente optimismo
Álex López Allende, socio y cabeza visible del Dabadaba, respiraba tranquilo al término de la doble sesión, que concluyó hacia las 20.00 horas. Ha sido una semana dura, por los nervios de la reapertura y la saturación de la web cuando el lunes se pusieron a la venta las entradas para los conciertos que tendrán lugar hasta febrero e incluyen a Belako, Amorante, Vulk, Kokoshca...
A su juicio, las ayudas de las instituciones llegan tarde, pero suponen «un balón de oxígeno y, sobre todo, un chute de moral». «Nos permiten ir avanzando poco a poco. Sin ese apoyo económico no podríamos abrir para 60 personas», comentaba, feliz por sentir, tras tantos meses, el gusanillo de descubrir a un grupo especial desde los mandos técnicos de la cabina. «A mí me ha alegrado el día», terciaba el también socio Jon Ander Soto, que ejerció de atento acomodador. Ahora sólo resta que la situación sanitaria mejore y se relajen las restricciones para sacar a los trabajadores del ERTE –técnicos, camareros, personal de seguridad...– si vuelve la hostelería. «Yo soy optimista, quizá porque parece que la vacuna es una realidad», finaliza López, prudente y sin atreverse a especular con el regreso a las cifras de 2019, cuando el Dabadaba recibió a 234 grupos y solistas.
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