Ver fotos
Cada vez más esencial, cada vez más Oteiza
La exposición que puede verse en Arantzazu hasta el 27 de octubre muestra cómo fue cambiando y depurándose el proyecto inicial | «La basílica y la estatuaria eran una única obra, nadie se planteó cambiar de escultor», recuerda Juan Ignacio Larrea, guardián del santuario franciscano
A lo largo de cincuenta años, miles de personas -dicen que en ese lapso de tiempo caben dos generaciones- han dado prácticamente por hecho que ... el friso de figuras entrelazadas de la base del muro frontal de la basílica de Arantzazu y la Piedad que lo corona estuvieran ahí.
Publicidad
Era público y notorio que el proyecto de Jorge Oteiza (Orio, 1908-San Sebastián, 2003) que dio lugar a ese poderoso conjunto escultórico había sufrido durante años el veto de la jerarquía de la Iglesia católica y que, en consecuencia, el muro permaneció muchos años vacío. No obstante, el cincuentenario del desenlace del largo desencuentro entre Oteiza y la Iglesia, que en 1969 permitió culminar un proyecto que había echado a andar en 1950, está ayudando a comprender mejor qué ocurrió durante casi dos décadas, con iniciativas como la exposición 'Oteiza y la estatuaria de Arantzazu, 1950-1969', promovida por la Fundación Museo Oteiza, Arantzazu Gaur y la Provincia Franciscana de Arantzazu, con el patrocinio y la colaboración de instituciones y empresas.
La exposición
-
Lugar: Gandiaga Topagunea. Arantzazu.
-
Fechas: Hasta el 27 de octubre.
-
Horario: Verano (hasta el 7 de septiembre). De martes a sábado: 11.00-15.00/16.00-19.00.
-
Domingos y festivos: 11.00-15.00.
-
Visitas guiadas: 24 de agosto, sábado, a las 12.00 h. 19 de octubre, sábado, a las 12.00 h. Se pueden gestionar visitas guiadas para grupos.
-
Información: museooteiza.org
En Arantzazu -otra parte del proyecto expositivo puede verse en el Museo Oteiza de Alzuza- la muestra se ha instalado en Gandiaga Topagunea, epicentro de la actividad congresual y cultural de Arantzazu, que se levantó donde se encontraba el antiguo seminario. En seis apartados, muestra el desarrollo del proyecto -centrado en la intervención de Jorge Oteiza-, desde su génesis hasta su culminación, pasando por la suspensión, hecho determinante que divide en dos partes una exposición que, sin ser muy extensa en superficie, es intensa en contenidos.
A la muestra, como apunta Juan Biain, arquitecto y responsable de gestión de la Fundación Arantzazu Gaur, se le puede sacar provecho «en varios niveles». El visitante se puede quedar con los titulares de los paneles informativos y el vistazo rápido a los numerosos estudios y bocetos de Oteiza que ilustran las sucesivas fases del proyecto, o se pueden apurar hasta el fondo todos los contenidos. El complemento perfecto de la exposición es la cuidada publicación bilingüe 'Oteiza en Arantzazu-Oteiza Arantzazun' (a la venta por 10 euros), que también puede considerarse un avance de la publicación que se presentará en Arantzazu el 21 de septiembre.
Publicidad
«Los frailes dieron dos veces la vuelta a Gipuzkoa pidiendo de casa en casa dinero para la obra»
«El proyecto inicial tenía muchos elementos: doce apóstoles, cuatro santos vascos, 80 escudos, relieves en el muro...»
«Muy comprometido»
La exposición, sin extenderse en prolegómenos, arranca con el proyecto con el que los arquitectos Francisco Javier Sáenz de Orga y Luis Laorga ganaron el concurso convocado en 1950 por la comunidad franciscana de Arantzazu, necesitada de una basílica más amplia para acoger al gran número de fieles que se acercaban a venerar a la patrona de Gipuzkoa.
Sobre las puertas de entrada al templo ya se prevé un friso con la docena canónica de apóstoles, pero la fachada, en comparación con la definitiva -la que tras una consulta restringida se le acabaría encargando en 1951 a Oteiza-, es una fantasía: la preside una imagen enorme de la Virgen, rodeada de ángeles y campanas, y la remata una doble arcada, rematada por varias cruces.
Publicidad
El visitante, que probablemente conocerá bien el frente de la basílica o, cuando menos, lo habrá visto al llegar a Arantzazu, no necesita muchas explicaciones para darse cuenta de que el proyecto arquitectónico se fue simplificando de manera considerable hasta convertirse en la sobria fachada que se terminó de rematar hace 50 años.
La exposición muestra que también el artista de Orio fue depurando su proyecto lo largo de los años que duró su vinculación con Arantzazu, de manera que a medida que pasaba el tiempo era cada vez más esencial, cada vez más Oteiza. Recuerda bien todo el proceso el actual guardián del Santuario, el franciscano Juan Ignacio Larrea, cuyas bodas de oro sacerdotales coinciden con el cincuentenario de la finalización de la estatuaria de Arantzazu.
Publicidad
Desde que se incorporó al proyecto, «Oteiza estuvo muy comprometido con Arantzazu, se entregó completamente. Quería que fuera su gran obra», asegura. También era una gran obra para los franciscanos, que en todo momento tuvieron informados a los guipuzcoanos de cómo avanzaba el proyecto a través de su revista 'Arantzazu'. No faltan ejemplares de la época en la exposición.
Larrea destaca que en aquel tiempo un presupuesto de 15 millones de pesetas era una enormidad, por lo que la participación de la sociedad era imprescindible. La revista fue una herramienta importante, y también lo fueron «los frailes que dieron dos veces la vuelta a Gipuzkoa pidiendo de casa en casa dinero para financiar la obra». Les abrían el camino los sermones del extraordinario, y afamado, predicador que fue el gabiriarra Julián Alustiza. «Entonces Gipuzkoa era pobre, las grandes industrias estaban empezando... Aun y todo, la gente daba lo que podía y se recogieron unos dos millones. Se ve que había más dinero en la zona euskaldun de Navarra, donde se recaudó millón y medio», destaca.
Publicidad
Mientras los franciscanos buscaban fondos, el proyecto avanzaba. Oteiza, ciñéndose en principio al programa previsto por los arquitectos, presentaba una propuesta bastante más poblada que la definitiva. Incluía «una Andramari de fundición, doce apóstoles, cuatro santos vascos y, para el interior, los ochenta escudos de los pueblos de Gipuzkoa», así como una serie de relieves en negativo para el muro. Muchos de esos elementos se fueron perdiendo por el camino.
En la muestra se puede comprobarse la exhaustividad y la intensidad con la que trabajó Oteiza entre 1951 y 1954, experimentando, investigando, probando, rechazando, rehaciendo... Dan fe de ello los numerosos estudios y bocetos que realizó para las cabezas de los apóstoles, así como para buscar el modo de imbricar las enormes figuras de los apóstoles, que acabaron siendo catorce.
Noticia Patrocinada
«Una obra de arte total»
También le dio muchísimas vueltas a la representación de la Virgen. «Comenzó siendo una Virgen con niño, una Andramari, pero luego le pareció redundante con respecto a la del interior. Después pensó en una Asunción, ya que ese dogma había sido proclamado en 1950 y él quería mostrar lo más nuevo de la Iglesia. Finalmente, se decantó por la Piedad, la Virgen de los Dolores», rememora Larrea. En línea con la evolución general, también en lo que respecta a la iconografía de la Virgen «fue alejándose del carácter más figurativo de los primeros bocetos y profundizando en la abstracción». Si bien la Piedad fue la última incorporación a la fachada de la basílica -se instaló en octubre de 1921-, Oteiza la tenía en mente desde el principio, tal como puede verse en la exposición.
Y desde el principio, igualmente, entendió como un todo el proyecto arquitectónico y el artístico, en el que también estuvieron involucrados Néstor Basterretxea -cuyo desencuentro con Arantzazu tardó mucho más en resolverse y cicatrizar- y Carlos Lara, seleccionados para desarrollar la parte pictórica. Lara, que falleció en 1958 a los 35 años, fue sustituido por Lucio Muñoz.
Publicidad
«Arantzazu era para todos ellos una obra de arte total. La basílica y la estatuaria eran una única obra de arte. Por esa razón, cuando llegó la paralización, no se planteó cambiar de escultor», indica Juan Ignacio Larrea. «Juntas nacieron y juntas deben permanecer», decía Oteiza.
La basílica se abrió al culto en 1955, pero la fachada quedó a la espera. Si la paralización de los trabajos de Arantzazu en 1954 marcó un antes y un después en el proyecto, también es un punto de inflexión en la exposición, cuya segunda parte muestra los intentos de los artistas por defender sus propuestas, así como la cerrazón de la jerarquía eclesiástica.
Publicidad
Originales nunca expuestos
En las vitrinas pueden verse documentos originales procedentes del archivo de Arantzazu que, pese a ser conocidos, nunca han sido expuestos. Es el caso del informe enviado a la 'Muy Ilustrísima Comisión Romana de Arte Sacro' por Oteiza, Basterretxea y Lara, en la que aseguraban que «respetuosamente y con toda la fe que nos infunden los ideales que nos anidan, nos hemos propuesto restablecer la dignidad plástica del Templo Cristiano».
No siempre fueron tan corteses los escritos -algunos textos de Oteiza son más contundentes-, pero tampoco se quedó corta en epítetos la susodicha comisión, en cuyo fallo de 1955 -el que sustentó una prohibición que no se levantó hasta 1965- se hablaba de «retórica modernista imbuida de falso medioevo, fingido barbarismo, voluntad de chocar y desconcertar...».
Publicidad
Pone el punto final a la exposición un montaje de imágenes filmadas en Súper8 por Oteiza durante la instalación de la estatuaria, en 1969, que cuenta con la ambientación musical de Xabier Erkizia. ¿El mejor remate? Una visita guiada a la basílica, la plasmación de las visiones que muestra la exposición.
La exposición hermana y una tesis doctoral en tres tomos
'Oteiza y la estatuaria de Arantzazu, 1950-1969', más que la suma de dos exposiciones instaladas en sendas sedes separadas entre sí por unos 130 kilómetros, es la suma de los esfuerzos de la Fundación Museo Oteiza, Arantzazu Gaur y la Provincia Franciscana de Arantzazu por mostrar desde una perspectiva lo más amplia posible la concepción y la materialización del proyecto de Jorge Oteiza para la basílica de Arantzazu.
Las exposiciones que pueden verse en Arantzazu y en el Museo Oteiza de Alzuza (Navarra), están por lo tanto íntima e indisolublemente ligadas y, aunque no es imprescindible, es muy conveniente ver las dos. La exposición que se inauguró el 19 de junio en Alzuza, en el Valle de Egüés, a 10 kilómetros de Pamplona (también se clausurará el 27 de octubre), se centra sobre todo en la evolución del proceso artístico y creativo de Oteiza, mostrando más de un centenar de estudios escultóricos en yeso, en su mayoría obras inéditas.
Ambas exposiciones han sido diseñadas por Javier Balda y comisariadas por Elena Martín, conservadora del museo, cuya tesis doctoral, defendida en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid en 2015, es la base de la publicación que se presentará el próximo 21 de septiembre. La tesis completa, 'Oteiza y la estatuaria de Arantzazu, 1950-1969: fundamentos técnicos y evolutivos entre la obra religiosa y la estatuaria moderna', editada en tres tomos, está disponible en formato PDF en el repositorio de la UCM (eprints.ucm.es).
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión