¿Cómo ilustrar el optimismo? La imagen podría parecer de un banco de fotos del buen rollo... pero te la encuentras en un paseo hacia el Peine. M.E.

Cómo ser optimista y amable y no parecer bobo

La Agenda Portátil ·

El pesimismo tiene más 'glamour', pero el positivismo puede ser revolucionario. Notas para una mañana de sol y de contagios / Un paseo por Ataun, un autobús a Biarritz

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Sábado, 17 de julio 2021, 08:24

Yo no soy tonto, dicen los de MediaMarkt. Yo quiero ser optimista e incluso hablar de «amabilidad» y «bondad» en esta página una mañana en ... que se disparan los contagios y vuelven los peores nubarrones pandémicos. El positivismo es revolucionario. Ya sentenció el tango que «el mundo fue y será una porquería», pero también cantó el rockero argentino Moris que la vida está bien aunque el mundo esté mal.

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Sabemos bien que el pesimista tiene más 'glamour' y siempre parece más inteligente. Si criticas todo, sea menús, libros, películas, gobiernos o personas, pareces por encima de lo humano. Yo hace tiempo que, en la medida de lo posible, dejé de criticar el trabajo de los otros. Será señal de me que estoy convirtiendo en un señor mayor. Recordemos lo que decía Ángel Gabilondo cuando era solo filósofo, antes que político: por higiene mental dedica cada día al menos diez minutos a hablar bien de algo o de alguien.

Lo pensaba el otro día tras conversar con Miguel Martín, director del Jazzaldia que arranca ya en Donostia. Martín contagia entusiasmo: él conoce mejor que nadie las dificultades sanitarias que vivimos, y trabaja para sacar adelante el festival pese a todo eso. Pero en vez de incidir en lo que ya sabemos canta con entusiasmo el menú que ha preparado para estos días. Lo mismo ocurre con José Luis Rebordinos, su colega en el Festival de Cine: habla más de «lo que se puede hacer» que de «lo que no se puede». Porque eso ya lo conocemos.

El optimismo vacuo e ingenuo que lleva a la inacción es peligroso; el optimismo de trinchera que te pone en marcha puede ser un motor. Ocurre lo mismo con la amabilidad, que tan cursi parece: hoy se reivindica como lo más subversivo. Un químico, David Hamilton, ha escrito un libro, 'Los cinco beneficios de ser amable', en los que viene a decir que ser amable reduce la depresión, la ansiedad y hasta el estrés. En cualquier caso, a él la amabilidad le sirve para engrosar la cuenta corriente y a los demás la amabilidad nos vale al menos para hacer un entorno más respirable.

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Sigo: hay que reivindicar hasta la bondad. Bob Pop dice que la bondad es una de las manifestaciones más claras de inteligencia. Aunque él ha escrito una serie, 'Maricón perdido', tan interesante como amarga. La vida misma.

Ya perdonarán que con la que está cayendo venga hoy con estas ingenuidades, pero lo pide el cuerpo precisamente por eso. Cada cierto tiempo escribo el artículo del optimismo y siempre hay alguien que lo agradece. Es también un homenaje a un amigo que se fue: paseo por la orilla de La Concha y recuerdo a Rafael Aguirre Franco, de cuya muerte se cumplió ayer un año y a quien casi hasta el final veías jugando a pala o remando en su bote. Fue siempre positivo, murió a los 83 y exprimió la vida con vitalismo de héroe. Supo que el mundo estaba mal, pero aprendió pronto que la vida está bien. Con esa enseñanza me quedo. Aunque a más de uno le pareceré bobo.

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EN VOZ BAJA

Siempre nos quedarán Ataun y Lareo...

La torre de San Gregorio de Ataun. M.E.

Yo sigo andando: el mundo es más amable cuando se camina. El otro día recorrí la llamada «ruta Sara», el camino que atraviesa Ataun desde el barrio de San Martín hasta el de San Gregorio. Es un paseo suave, cómodo y fácil, de apenas dos horas y media, bien indicado, que pasa por la casa Sara de José Miguel Barandiaran y te lleva hasta la torre de San Gregorio, tan sencilla e impresionante a la vez, como si fuera la torre de un pueblo suizo. Es una inmersión cultural y etnográfica a la vez. Y como el camino se nos hizo corto luego subimos Lizarrusti en coche hasta el 'parketxe' y de ahí a pie hasta el embalse de Lareo por la deliciosa y cuidada senda. Qué maravilla. Luego bajamos, aunque apetecía quedarse por una temporada en ese aire tan libre.

...y Biarritz, la amiga del norte

Donostia y Biarritz estaban condenadas a entenderse pero durante tiempo la política levantó muros. Ahora fluye el entendimiento institucional, de la mano del alcalde Eneko Goia y con el empuje de la concejal de Turismo, mi amiga Cristina Lagé, que derrocha en su delegación su inagotable energía. El virus retrasa y complica las relaciones previstas, pero la conexión avanza. Lo último anunciado, el autobús que une las dos ciudades. Y lo que aún queda por hacer...

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mezquiaga@diariovasco.com

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