Orio recupera el último astillero de ribera de Gipuzkoa
La colocación de una compuerta para el agua pondrá fin a la primera fase de la restauración de Mutiozabal
BORJA OLAIZOLA
Sábado, 10 de junio 2017, 08:29
La familia Mutiozabal fue la punta de lanza de la construcción naval en Gipuzkoa entre finales del siglo XIX y principios del XX. De sus instalaciones en las orillas del Oria salieron centenares de embarcaciones, entre ellas el primer barco a vapor que se hizo en el País Vasco. El astillero Mutiozabal, el último de los de ribera que queda en Gipuzkoa, ha comenzado un proceso de recuperación que culminará con su apertura al público en un par de años. La estructura de la nave, que estaba en ruinas, ha sido sometida a una restauración integral con la sustitución de todas sus vigas y la colocación de una nueva cubierta. Es el primer paso de una iniciativa que busca la recuperación de la memoria histórica del que fue uno de los más importantes centros de construcción naval de Europa.
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Buena parte de los galeones y naos que surcaban el Atlántico siguiendo la ruta abierta por Colón estaban fabricados en las gradas de Usurbil, Aginaga y Orio. En la ribera del Oria, recuerda la historiadora Lourdes Odriozola, convergieron todos los elementos necesarios para situarse a la vanguardia de la industria naval: topografía idónea para la instalación de las gradas, abundancia de maderas de gran calidad en los montes cercanos, mano de obra especializada y presencia de ferrerías que manufacturaban elementos como las anclas o los clavos. «Los astilleros del Oria -precisa la doctora en Historia- se especializaron en la manufactura de grandes navíos para las Armadas y Flotas Reales, y para la Carrera de las Indias».
Entre los siglos XVI y XIX hubo al menos seis astilleros activos entre Orio y Usurbil. Muchos de ellos no tenían infraestructuras estables y las gradas sobre las que se levantaban las embarcaciones desaparecían cuando la nave se acababa. Los pedidos para la Corona se mantuvieron con altibajos hasta bien entrado el siglo XVIII. A partir del XIX las arcas públicas ya no daban más de sí y los astilleros del Oria trabajaron sobre todo por encargo de particulares. Fue en esa época cuando se inauguró el periodo de esplendor de la familia Mutiozabal. «Cuando Miguel Antonio Mutiozabal se hace con las riendas del astillero que había heredado de su abuelo es cuando comienza su ascenso», observa la historiadora Lourdes Odriozola.
Hombre inquieto que había tomado contacto en Francia con las técnicas más avanzadas de construcción naval, Miguel Antonio Mutiozabal se da cuenta de que el futuro de la empresa familiar pasa por modernizarse. «Dos años después de hacerse con la dirección del astillero construye el que sería el primer barco de vapor que se hizo en el País Vasco», recuerda Odriozola. Fue también él quien decidió levantar el astillero en su actual ubicación. «Hasta entonces había trabajado sobre todo en astilleros que estaban aguas arriba de Orio, en Usurbil y Aginaga, pero aprovechó una modificación de la Ley de Costas y obtuvo gratuitamente los terrenos para levantar su propio astillero frente al núcleo urbano».
Muebles y conservas
Mutiozabal combinó el negocio de la construcción naval con incursiones en campos como la fabricación de muebles o la industria conservera. «Era un visionario y también un perfeccionista, allá donde se metía tenía que hacer el mejor producto». Su protagonismo en la industria naval volvió a situar a Gipuzkoa en un mercado del que había quedado desplazada. «La introducción de los barcos de hierro había dejado al territorio sin pedidos porque en Gipuzkoa solo se construía en madera y todos los encargos se los llevaban los astilleros vizcaínos. Mutiozabal recupera a Gipuzkoa para la industria naval, es el principal constructor del territorio desde finales del XIX a principios del XX», aclara la historiadora Odriozola.
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La familia conservó el astillero hasta bien entrado el siglo XX y luego lo alquiló. La instalación se mantuvo activa con la construcción sobre todo de barcos de pesca de madera hasta que el empleo de la fibra cambió las reglas de juego. En la década de los ochenta el astillero Mutiozabal inició un declive que condujo la nave a la ruina. A la par que la instalación se deterioraba, empezaron a salir a la luz investigaciones que ponían en valor el papel que había desempeñado el astillero en el desarrollo de la comarca. El libro 'Mutiozabal' que publicó en 2014 Lourdes Odriozola hizo que muchos oriotarras empezasen a mirar el astillero con nuevos ojos. Lourdes Salsamendi, concejala de Cultura y Turismo, decidió tomar cartas en el asunto y apostó por la recuperación de la instalación. Con el asesoramiento técnico de Beñat Ibaieta, presidente de Euskal Bateroak, una asociación especializada en la recuperación de embarcaciones tradicionales, la edil recabó apoyos, buscó financiación y consiguió al final adquirir el astillero.
El acusado deterioro de la nave ha complicado sobremanera su recuperación. «He tenido hasta pesadillas; al principio daba miedo entrar», explica Pilar Azurmendi, arquitecta municipal que se ha hecho cargo de la obra. «Pensábamos que tendríamos que sustituir el 60% de las vigas, pero al final hemos tenido que cambiarlas todas, la estructura estaba francamente mal». La consolidación de la nave, que ha costado 135.000 euros, es el primer paso de un proyecto que busca sobre todo recuperar la memoria histórica de Orio. «Queremos poner en valor nuestro patrimonio como vanguardia de la construcción naval», explica la concejala Lourdes Salsamendi, metida de lleno en gestiones para hacer del astillero un centro de enseñanza para trabajar la madera. «Tenemos varias ideas y la del centro de enseñanza es una de ellas. Lo que tenemos claro es que el astillero se podrá visitar en un plazo de dos años». La primera fase de la restauración concluirá este mismo verano con la colocación de una compuerta que frene la entrada de agua en la pleamar.
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La recuperación de la nave no hubiese sido posible sin el decidido respaldo de la Diputación, que aportó 47.981 euros para la adquisición de la propiedad y ha financiado la mitad la restauración. Denis Itxaso, diputado de Cultura, ha expresado su compromiso con las iniciativas destinadas a rescatar el patrimonio naval «Los hechos históricos más relevantes en los que Gipuzkoa ha participado están vinculados a su relación con el mar, es importante conservar este patrimonio y que los jóvenes conozcan esa parte de nuestra identidad». Itxaso no olvida además que la recuperación de ese pasado «puede ser un importante motor de atracción hacia la costa del turismo vinculado al patrimonio y a la cultura».
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