Juan, Poch, Edi Clavo (de Gabinete Caligari), y abajo Alejo y Paul, en los primeros años 80.

Reconstruyendo la fulgurante y agridulce historia de Derribos Arias

El libro 'Licencia para aberrar' pone en valor al insólito grupo donostiarra

RICARDO ALDARONDO

Domingo, 13 de diciembre 2015, 16:42

Curioso: ha sido un fan de Ourense, que no conoció a Poch, ni vio nunca en directo a Derribos Arias, ni estuvo en San Sebastián cuando todo empezó, ni en Madrid en el momento de explosión de la verdadera Movida, el que ha glosado la ingobernable y fulgurante trayectoria de uno de los grupos más inclasificables y brillantes que han dado estas latitudes.

Publicidad

La banda multiforme que crearon los donostiarras Poch (Ignacio Gasca) y Alejo Alberdi, mutación permanente que adquirió nombres como Confiscadores de Polos, La Banda Sin Futuro, Apátridas Dúo y finalmente esos Derribos Arias que deslumbraron primero en el San Sebastián 'underground' de finales de los 70, y luego en el Madrid desinhibido de los primeros 80, ya tiene un libro para poner orden y valor en una trayectoria tan caótica como insólita. Se titula 'Derribos Arias, licencia para aberrar', haciendo honor al verbo predilecto de Poch, toda una filosofía de vida. Y su autor es el periodista y músico Carlos Rego, colaborador de la revista 'Ruta 66' y autor de libros como 'Nuevo rock americano: años 80'.

«Aquellos años de los primeros sellos independientes, 1982 y 1983, fueron muy importantes para mí, era un chaval de 17 años», nos cuenta Carlos Rego. «Me gustaba mucho la música, y pedía por correo aquellos primeros discos de Décima Víctima, Glutamato Ye-Yé, Parálisis Permanente, Gabinete Caligari. Y entre esos grupos, Derribos Arias era mi favorito».

Branquias y pinzas

No era el único fascinado por el mundo 'aberrante' y el talento desbordante de Poch y Alejo, desde luego. Canciones como 'Branquias bajo el agua' o el disparatado himno punki-pop 'Dios salve al lehendakari' trascendieron pronto mucho más allá de lo esperable en un grupo que no cumplía ninguna regla estilística ni de imagen, y que se alimentaba de la ironía y la imaginación de Poch, y no sólo en las letras, y la amalgama musical de un chaval en constante aprendizaje como Alejo, que tuvieron su formación más estable en compañía de Paul (Manuel Moreno) en la batería y Juan Verdera en el bajo. Su llegada a Madrid deslumbró justo en el momento en que afloraba el germen de la auténtica Movida, la de Alaska y los Pegamoides, Aviador Dro, Gabinete Caligari y Loquillo, con Radio 3 alentando y retransmitiéndolo todo.

«Me propuse escribir el libro porque creía que había una historia que merecía ser contada», prosigue Carlos Rego, «más allá de la estricta producción musical del grupo que no es demasiado extensa. Y descubrí cosas que me fueron dando la razón». Conversó con los otros componentes del grupo («Deme Gómez, el poco conocido guitarrista de la última época me dio una entrevista estupenda») y con cómplices como Julián Hernández de Siniestro Total o Pablo Carbonell («no sabía que Poch había tenido tanta relación con los Toreros Muertos»). Y también entrevistó a su novia Lili y a la hermana de Poch, Julieta, para conocer cómo fueron los últimos y duros años del músico, que padecía la enfermedad de Huntington, lo que le provocaba aquellos espasmos extraños que muchos pensaban que solo formaban parte de una buscada excentricidad, y que le causó finalmente la muerte en 1998, después de años de obligada reclusión en la casa familiar de San Sebastián.

Publicidad

«Lo primero que me llamó la atención fue el cariño que se sigue teniendo al grupo, y especialmente a Poch», afirma Rego. Y también que, a pesar de que yo nunca conocí a Poch, los que sí estuvieron con él tampoco le conocieron de verdad. Porque nunca dejaba ver lo que había detrás de esa excentricidad. Así que a través de lo que todos me contaban, incluida su hermana, trato de hacerme una idea de cómo era en realidad».

Otro punto de sombra es «la ruptura del grupo, a raíz del disco en solitario de Poch, que fue más dolorosa de lo que la gente puede pensar. También descubrí que el grupo intentó recomponerse después y grabar otro disco, pero ya no lograron acceder a una compañía a pesar del prestigio que tenían».

Publicidad

La discografía de Derribos Arias no hace justicia a sus verdaderos logros. Cuatro singles y un elepé, 'En la guía, en el listín' (1983), que no reflejaba el buen momento creativo que estaba viviendo el grupo («fue un desastre, teníamos que grabar de noche y todo fue muy improvisado», se lamenta Alejo), son un legado insuficiente. A pesar de que canciones como 'Tupés en crecimiento', 'A flúor' o 'Misiles hacia Cuba' conserven toda su originalidad y rara lucidez.

Las pinzas de la colada que Poch se colgaba del pelo, el abrigo de cuero raído que le robaron y reclamó insistentemente desde los micrófonos de Radio 3, la inigualable forma de cantar y/o aberrar, como a él le gustaba decir, su relación imposible con el surf y la playa de Gros, las gafas reconstruídas con esparadrapo, conformaron una imagen estrambótica y fascinante. Pero «la imagen de Derribos Arias se había quedado muy circunscrita a la extravagancia de Poch y poca gente hablaba de la música», destaca Carlos Rego. «Y con el libro quería restablecer toda esa herencia del grupo. También quería dar mi visión sobre aquellos años, en que la onda expansiva de Madrid llegaba a ciudades pequeñas como Ourense. Y nos fascinaba el entusiasmo, las ganas de hacer cosas diferentes, y un tipo de música que aquí no se había oído hasta entonces. Todo eso quedó sepultado por la visión de la Movida que ahora se presenta como un batiburrillo de los 80 en el que da lo mismo Alaska que Tino Casal y Antonio Flores. Pero en aquel momento era un movimiento muy minoritario y creativo, que funcionó de una manera subterránea.

Publicidad

Alejo Alberdi, guitarrista y alma mater de Derribos Arias junto a Poch, no conocía a Rego, y a pesar de las reticencias iniciales, enseguida superadas con conversaciones e intercambios de información, se quedó sorprendido con el resultado: «Es un trabajo impecable y nadie lo podía haber hecho mejor. Es escueto, pero está todo lo que tiene que estar, combinando las entrevistas con gente de la época con la narración de la historia del grupo. Yo creo que es una de las mejores biografías musicales que he leído». Y en los primeros capítulos, Rego también reconstruye el San Sebastián musical en la frontera entre los 70 y los 80, caldo de cultivo para un talento tan especial como el de Derribos Arias.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad