Koldo Mitxelena

«Koldo Mitxelena era un maestro y un colega admirable»

José Antonio Pascual fue compañero de Mitxelena en Salamanca y asegura que «él era capaz de crear amistad, no amiguismo»

A. M. S.

Martes, 18 de agosto 2015, 16:59

«Cuando yo estaba en tercero de carrera en la Universidad de Salamanca, en 1962, Koldo solía ofrecer conferencias de vez en cuando. A ellas asistían todos los catedráticos de la universidad, que le tenían un gran respeto. Y la verdad es que eran unas charlas sorprendentes, no hablaba solo sobre el euskera, sino de todo lo relacionado con la lingüística. Cuando salí de la primera ponencia, un grupo de alumnos nos fuimos a tomar unas cervezas con él y nos pareció una persona muy sorprendente». Así recuerda José Antonio Pascual, catedrático de Lengua Española de la Universidad Carlos III de Madrid y vicedirector de la RAE, la primera vez que vio a Koldo Mitxelena.

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Por aquel entonces Pascual tenía veinte años y estudiaba Filología y Letras. «Koldo era una persona que, en vez de tener una carrera, había estudiado por su cuenta, pero lo había hecho muy bien. Estaba siempre al día y sorprendía a todo el mundo con sus conocimientos. A mí me ayudaba con la tesis y cuando me iba a presentar para una oposición me corregía algunos temas sobre los que le preguntaba, era un hombre muy accesible. Ese es el Mitxelena que yo conocí como alumno».

Fueron los inicios de lo que más tarde se convertiría en una gran amistad. «Cuando me licencié y me convertí en profesor de la universidad lo fui conociendo más. La convivencia con él era muy fácil porque era una persona muy grata y amable. Fue entonces cuando me di cuenta de que Koldo lo sabía prácticamente todo sobre lingüística. Por eso me hace mucha gracia cuando oigo hablar de él como una persona erudita. No, él era uno de los mejores lingüistas del siglo XX. Estaba al día en todo tipo de lingüísticas, tenía unos conocimientos que no eran los normales, estaba muy por encima del nivel del momento», aseguró.

De aquella etapa, Pascual guarda con cariño muchísimas anécdotas vividas con el lingüista. «Recuerdo que cuando fui con él por primera vez al cine me sorprendió que quisiera sentarse en un extremo. Eran las consecuencias de haber estado preso. No digo que tuviera una fobia a estar cerrado, pero sí tenía una tendencia a colocarse en un sitio en el que pudiera salir corriendo con facilidad».

Debatir sobre política también era habitual con Mitxelena. «Koldo tenía una rectitud enorme y las ideas muy claras. Era nacionalista de los pies a la cabeza. Los que le conocimos en ese momento estábamos, normalmente, fuera de las ideas políticas del franquismo, y él, que había estado en la guerra y sabía de lo que hablaba, debatía y escuchaba a todo el mundo».

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Pero, por encima de todo, Pascual defiende que Koldo Mitxelena era «un hombre muy normal. A lo largo de mi vida he conocido a personas que van más allá en inteligencia. Si la palabra superdotado existe, Koldo era una de ellas. Pero hay superdotados que son insoportables y, sin embargo, en este caso, para quienes fuimos sus amigos y discípulos, era muy confortable. Además, en Salamanca él fue capaz de crear amistad, no amiguismo, y eso es muy bonito», relató.

«Daba gusto verle en familia»

La amistad entre ambos lingüistas se forjó más allá de la universidad cuando, además de colegas, se convirtieron en vecinos. «Yo vivía en el piso de abajo del de Koldo. Solía ir a comer a su casa o a pasear con ellos y me encantaba porque era una familia llena de vida. Koldo tenía una relación muy bonita con sus hijos, debatían sobre asuntos de matemática o historia, era muy curioso. Él los veía como personas maduras y los trataba como tales. Tenían un ambiente en el que todo el mundo estaba en armonía, daba gusto verlos».

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De su mujer, Matilde, también guarda buenos recuerdos. «Llevaba a mi hijo a la misa en euskera los domingos en Salamanca. Era una mujer verdaderamente encantadora».

Con menos entusiasmo, Pascual recuerda el día en que Mitxelena murió. «Cogí el coche y vine a San Sebastián y por el camino pensaba que con su muerte se me había ido la seguridad, esa que tienen algunas personas que, frente a una dificultad de método, le dicen a la otra cuál es el camino a seguir. Esa seguridad se me fue con la muerte de Koldo», contó.

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