A disposición judicial la mujer de Hernani que se coló en casa de su vecina y apuñaló al hijo

A la seis de la mañana del sábado, el vecindario de las casas de alquiler social de la calle Gabriel Celaya de Hernani dormía plácidamente. Hubo quien llegó a despertarse con los gritos que escuchó procedentes de la cuarta y última planta del número 4, pero no le dio importancia. «Otra discusión», pensó y volvió a cerrar los ojos. Más de un vecino, incluido alguno de la misma escalera, se percató de que «algo había pasado» al salir a la calle a media mañana y toparse con «varios coches de la Ertzaintza, una unidad forense...». Pero, a juzgar por los comentarios en la comunidad, nadie podía esperar que la mujer del cuarto, de 58 años, se colara por el balcón del patio en la vivienda de al lado con un cuchillo en la mano, al parecer con intención de atacar a su inquilina, y acabara clavándoselo al hijo de esta, que saltó de la cama y recibió una cuchillada en el abdomen cuando trató de mediar entre las implicadas. «Tenían rencillas entre ellas desde hacía años, pero de ahí a jugarse la vida saltando por el patio armada con un cuchillo... Lo ocurrido ha sido la comidilla entre los vecinos, y nadie espera algo así».

Según comunicó la Ertzaintza el sábado por la tarde, la presunta agresora fue detenida en el lugar de los hechos. Fue la madre del joven apuñalado, de unos 22 años, quien alertó al 112, y los agentes desplazados tuvieron que «separar a las partes» para poder arrestar a la acusada, a la que se le han abierto diligencias policiales por los delitos de allanamiento de morada, lesiones y homicidio en grado de tentativa.

El herido fue evacuado al hospital por una ambulancia medicalizada. Se trata de un joven «alto y físicamente fuerte. Si hubiera querido, podría haber reducido a la mujer, pero no se esperaría que le fuera a clavar el cuchillo», conjeturaban en el barrio de Antziola.

Tanto la arrestada como su marido son dos personas «de toda la vida de Hernani», ambas muy conocidas en la localidad, y no siempre por motivos positivos, según fuentes policiales consultadas. «Ahora llevaban una vida ordenada, se les veía mucho en el barrio, te daban conversación si te los cruzabas en la calle o el bar... Ella vendía cosas de segunda mano en el mercadillo», coincidían varias voces en la comunidad y en alguna terraza hostelera. «Llevaban ya bastantes años, quince o más, viviendo en este piso de alquiler social, y no daban problemas».

Todo cambió, según varios residentes, «hace unos siete años», cuando la denunciante se fue a vivir justo en la puerta contigua de este bloque de varios portales, tres de ellos de alquiler social, con 16 viviendas por escalera. «Desde el primer día han tenido muchas discusiones», apuntan en el vecindario. Hasta el punto de que «la Ertzaintza ha venido ya varias veces» y habrían tenido «varias denuncias y algún juicio». Además, la mujer atacada «había escrito quejas a Alokabide sobre su vecina y más vecinos. Algunos escritos, con el registro de entrada, los fotocopiaba y los buzoneaba en un portal o en todos. También iba hablando muy mal de ella por la calle, y si nos veía a alguien hablar con ella, nos lo reprochaba».

Sorprendentemente, entre la quincena de personas con las que habló ayer este periódico, la mayoría defendía a la agresora, y el resto no se pronunciaba. «No está justificado que alguien apuñale a una persona, pero es que hay que conocer lo que pasaba aquí. Las educadoras sociales ya lo sabían, porque lo hemos hablado con ellas». Según varios, la mujer atacada «no la dejaba en paz». Un par de vecinos de dos portales diferentes aseguran que la detenida les había confesado que «se quería ir a vivir a otro sitio, porque no podía ya con la vecina. Estaba harta».

La arrestada también fue noticia la pasada primavera, cuando una de sus hermanas acudió a un programa televisivo de gran difusión estatal para denunciar que su hermana la amenazaba y tenía «miedo de que le haga algo» a su hija, a raíz de un viejo litigio familiar. Ayer, el miedo lo tenían en el barrio. «Tenemos el susto en el cuerpo, y algo deberán hacer en Alokabide porque no pueden seguir viviendo puerta con puerta».