Eibar
«El euskera nunca me ha supuesto un problema, al contrario»Rompiendo mitos. Con solo 22 años, el pakistaní Noman habla cinco lenguas además de la materna, el punyabí, entre ellas, el urdu, el castellano y el euskera
Noman llegó a Eibar hace cuatro años con su familia, tras pasar su infancia en Azkoitia, en 2015, donde se empapó del euskera en un entorno mayoritariamente euskaldun. A su idioma materno, el punyabí, sumó desde niño la lengua vasca, que aprendió en la escuela y en la calle. «Mi idioma de casa es el punyabí, pero a la vez crecí con el euskera porque en Azkoitia se habla muchísimo y al final lo aprendes sí o sí», recuerda.
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A diferencia de quienes sostienen que el euskera puede ser un freno en la integración de personas migrantes, Noman desmonta ese mito con su propia trayectoria. «El euskera nunca me ha supuesto un problema. Al contrario, me ha ayudado a comunicarme, a integrarme y a entender mejor la sociedad en la que vivo. Si un idioma lo usas cada día, lo haces tuyo», subraya.
Con el tiempo, el joven amplió su abanico lingüístico con el español, que perfeccionó al instalarse en Eibar, donde se emplea más que en Azkoitia. Allí no sabía nada de castellano. Junto a ello, iba reforzando el urdu, lengua oficial de Pakistán, y adquirió un dominio fluido del inglés, que aprendió sin academias, conversando con turistas y vecinos. «Me viene mucha clientela en inglés y me entiendo muy bien con ellos».
«Cuando mantienes vivo un idioma, se convierte en parte de tu vida y de tu identidad»
A estos cinco idiomas añadeel hindi, muy próximo al punyabí, lo que eleva a seis el número de lenguas en las que puede comunicarse con naturalidad. «Cada idioma es distinto, con sus reglas y estructuras. El punyabí no tiene nada que ver con el urdu, el euskera nada con el español, y el inglés es completamente diferente. La única cercanía la encuentro entre hindi y urdu. Pero al final, la clave para aprender es hablar, practicar y no tener miedo», explica.
Desde 2021, Noman regenta un negocio de venta y reparación de móviles en la calle Bidebarrieta, un espacio donde su capacidad lingüística es una ventaja añadida. «El idioma nunca es un freno para convivir, todo lo contrario. En Azkoitia me comunicaba en euskera, en Eibar, desde que vine más en español, pero en ambos lugares me entendí sin problema. Cuantos más idiomas conoces, más fácil es abrirte a las personas», asegura.
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El joven insiste en que el euskera no debe verse como una barrera, sino como una oportunidad. «Para hablar euskera más, tenemos que usarlo más quienes lo sabemos. Si no lo practicas, lo vas perdiendo. Pero cuando lo mantienes vivo, se convierte en parte de tu vida y de tu identidad», apunta. Además, Noman tiene claro que su facilidad para los idiomas no es innata, sino fruto de la práctica diaria. «No creo que tenga un don. Simplemente crecí con varios idiomas a la vez. Los fui asimilando desde la infancia. El inglés, por ejemplo, lo aprendí hablando, sin clases. Y si mañana quiero aprender francés o alemán, sé que puedo hacerlo si me esfuerzo y lo practico».
Su historia es la de un joven que demuestra que el multilingüismo es una riqueza, no un obstáculo. Entre raíces punyabi, vivencias euskaldunes y un futuro lleno de posibilidades, Noman encarna la idea de que la integración se construye con comunicación, esfuerzo y respeto mutuo.
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Noman también reflexiona sobre las diferencias estructurales entre las lenguas que domina. Subraya que la grafía es radicalmente distinta: el punyabi y el urdu tienen alfabetos que nada tienen que ver con el latino del español o el euskera, mientras que el hindi utiliza escritura devanagari y el árabe se emplea en contextos religiosos. «Es como entrar en mundos paralelos», asegura.
Pese a estas diferencias, detecta un denominador común: los verbos como columna vertebral de la comunicación. «Sin verbos no se puede hablar, aunque te saltes alguno, siempre están ahí para dar sentido», apunta. En el caso del euskera, explica que los fue asimilando progresivamente a través del habla diaria, sin gramáticas ni libros, sino en la interacción cotidiana con amigos y vecinos. Para él, lo fascinante es que todos los idiomas, tan dispares entre sí, comparten la noción del tiempo verbal: pasado, presente y futuro. «Cada lengua lo resuelve a su manera, con terminaciones o giros distintos, pero siempre están ahí, porque sin ellos no se podría contar ni la vida ni las historias», resume.
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