Pablo Ormazabal durante una misa en San Martin de Tours. F.J.A.
Urretxu

«En nuestro pueblo, aunque aparentemente no sea así, hay mucha más fe de la que parece»

Pablo Ormazabal Albistur |Sacerdote ·

El párroco, que dirá adiós a Urretxu en agosto, recibirá este domingo, día 26, un homenaje en la misa de las doce y media

FCO. JAVIER AGUADO GOÑI

Jueves, 23 de junio 2022, 00:03

El 28 de agosto del año pasado, el sacerdote Pablo Ormazabal daba relevo a los padres Pasionistas en la parroquia de Urretxu, que pasaba a tener los oficios centralizados en el templo de San Martin de Tours. Y el próximo 28 de agosto, será probablemente su último día de responsabilidad como párroco. En este corto periodo de tiempo, Pablo Ormazabal ha sabido granjearse el cariño y la consideración de la feligresía y el próximo domingo, 26 de junio, a las doce y media, a lo largo de la eucaristía, los feligreses le han preparado un emotivo homenaje de despedida.

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–¿Cómo le llegó la vocación al sacerdocio?

–Me encontraba estudiando Derecho en la Universidad de Navarra, en Pamplona, y al final del primer año entendí que Dios me pedía ser sacerdote y sin dudarlo dí ese paso y empecé la formación al año siguiente.

–Desde ese primer momento hasta hoy, han pasado muchas cosas...

–Muchas lógicamente. Tras formarme en Navarra, el seminario lo cursaría en la madrileña localidad de Alcalá de Henares. Me ordené sacerdote en esa localidad y empecé en la parroquia San Juan Evangelista de Torrejón de Ardoz, donde estuve dos años como coadjutor, y luego de párroco tres años en Rivas Vaciamadrid. Mas adelante acudí a Salamanca para estudiar Derecho Canónico y después en Roma para cursar una especialidad del Derecho Canónico. Cuando regresé de Roma empecé a trabajar en el Tribunal Eclesiástico de Alcalá y colaborando con la parroquia San Juan Evangelista de Torrejón. Luego estuve cuatro años de párroco en San Fernando de Henares y ocho de vicerrector del Seminario Mayor y cuatro de rector. Ya en 2018 llegué al Seminario de Donostia, donde estuve dos años como formador y uno como director, a la vez, en 2018 y 2019, estuve ayudando en Bergara y Antzuola. En 2020 en Errenteria, Oiartzun y Zumarraga, para finalizar en Urretxu.

–Y en estos momentos, ¿cómo es su labor por la sociedad?

–En octubre de este año cumplo 25 años de cura. Siempre he sido muy feliz, en todos los sitios donde he estado como cura. Siempre me he sentido muy querido y es verdad que quizás yo no soy de una generación en la que en el entorno ya se dan muchas personas que no son creyentes, incluso familias y ni siquiera bautizados. No es que me extrañe esa situación y es verdad que supone un desafío la situación en la que vive la iglesia en la sociedad actual con muchas problemáticas, muchos claro-oscuros. Uno entiende que la misión que Dios le ha concedido también es para bien de la Iglesia y del Mundo. Cada uno aportando su grano de arena.

«La Fe, la Esperanza y la Caridad, las tres virtudes del Evangelio, son hoy en día esenciales, es lo más gozoso que existe»

–Ha estado poco tiempo como párroco en Urretxu ¿Cómo nos ha visto?

–Coincidió con la salida de los Padres Pasionistas que tanta y tan buena labor han dejado durante tantos años. Me tocó a mi cubrir su hueco y desde el primer momento me he sentido querido y valorado. He estado muy a gusto con la gente de la parroquia que es muy servicial y no tengo ningún pero, además no es la primera vez que voy detrás de alguien que ha estado muchos años. Creo que es de sentido común que cuando llegas, eres tú quien se incorpora a ese lugar y tienes que amoldarte al ritmo, las circunstancias, la historia, la manera de ser...

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–¿Hay algo que le haya llamado especialmente la atención?

–Todavía, en nuestro pueblo, aunque aparentemente no sea así, hay mucha más fé de la que parece. Un año apenas da para captar todo, pero yo apuntaría eso, Urretxu tiene mucha solera y eso también se nota.

–¿Por qué se va tan pronto?

–Tengo una enfermedad diagnosticada desde el año 2000 que es la narcolepsia, un trastorno del sueño que es hereditario y no tiene solución. He ido lidiando con la enfermedad, que me provoca episodios de sueño inesperados y mucho cansancio en determinadas situaciones. Últimamente me ha pasado factura y aquí se ha agravado, y tanto el consejo médico como el de mis compañeros es que tengo que bajar el ritmo de actividad... Me da pena marcharme, no me lo esperaba cuando llegué, pero todo apunta a que esta actividad es incompatible con mi enfermedad.

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–¿Qué les diría a los y las feligreses?

–Nada distinto de lo que he estado diciéndoles durante el año. Me parece que la Fé, la Esperanza y la Caridad, las tres virtudes cristianas del Evangelio son hoy en día esenciales, es lo más gozoso que existe. Que Jesucristo es la luz en el camino para el hombre. Que lo vivan, lo trasmitan y sean felices como cristianos.

–Entremos un poco en el campo de las vocaciones

–Recuperarlas es un reto, pero son una consecuencia de cómo es la Iglesia en una determinada situación. Hay que entender las vocaciones como una llamada de Dios y para ello tienen que darse las circunstancias humanas. La práctica religiosa es muy minoritaria, también la transmisión de la Fé en las familias, son pocos los niños que se bautizan... Gracias a Dios nosotros en la Parroquia de los tres seminaristas que hay, uno de ellos es de Urretxu, Borja. Eso supone la alegría de que Dios sigue llamando. Pondría un ejemplo, es como el que tiene huerto. No puedes plantar tomates si no hay humedad y calor a la vez. Si hay tiempo frío, esa temporada no cosecharás tomates. Hay que tener paciencia.

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