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Antonio y Oroitz ponen voz al pasado y presente de la Armería EtxanizAntonio Etxaniz y Oroitz Salaberria se reencuentran para esta crónica detrás del mostrador de la Armería Etxaniz de Urretxu. Encarnan el pasado y el presente de un establecimiento con más de medio siglo de historia. Fue fundado en 1969 por Antonio y su hermano Ignacio, procedentes del caserío Mendizabal del barrio Kukuerri de Azkoitia. Eran diez hermanos en casa. Antonio había trabajado montando culatas de escopeta desde muy joven, a los 14 años comenzó con un tío suyo que se dedicaba a ello en Azpeitia y a los 18 años continuó en la fábrica de armas Sarriugarte de Elgoibar. Luego llegó el servicio militar y al regresar, se propuso abrir su propio negocio. Es así como él y su hermano Ignacio comenzaron a montar culatas de escopeta en un local que improvisaron en el caserío familiar. «Ni carretera había en aquellos tiempos, los bueyes y los burros eran nuestros medios de transporte», rememora.
En burro es, precisamente, como subían hasta el caserío las escopetas que les traían para montar desde Eibar y Elgoibar, y en burro volvían a bajarlas una vez realizada la tarea. Hasta que un día empezaron a mirar locales. «Tenía un cuñado contratista que me habló de las nuevas casas que se habían construido en la calle Areizaga de Urretxu, vimos el sitio y nos gustó. ¡Teníamos tantas ganas de empezar que todo nos parecía bien!», cuenta con una sonrisa Antonio, que por aquel entonces tenía 23 años.
De este modo, los dos hermanos abrieron la Armería Etxaniz, en la que siguieron montando culatas, al mismo tiempo que daban sus primeros pasos en la venta de escopetas, equipamientos de caza y pesca... Al casarse, sus mujeres ampliaron el negocio con ropa y calzado deportivo. La tienda conoció años de gran prosperidad. «Trabajábamos mucho y tuvimos la suerte de tener una clientela maravillosa, de 1975 a 1990 vivimos años muy fuertes», relata Antonio. La venta de armas y cartuchos era grande, llegando a superar las 400 escopetas en un año. Lejos de descansar, cuando llegaba el fin de semana, Antonio montaba tiradas de plato y de pichón, contratado por pueblos de alrededor como Bergara, Arrasate, Aretxabaleta, Beasain, Azkoitia... en fiestas.
Los hermanos adquirieron otra armería que se traspasaba en Errenteria en 1990 y llevaron juntos ambos establecimientos durante 9 años satisfactoriamente. Hasta que, con la llegada de los hijos y el avance del tiempo, consideraron que lo mejor era tomar las riendas de una armería cada uno. «Al ser mi hermano Ignacio el mayor, le dije que fuera él quien eligiera cuál quería y como tenía en mente irse a vivir a Donostia optó por la de Errenteria», cuenta como si fuera ayer. Pero la verdad es que los años no pasan en balde y tras una larga vida dedicada al trabajo, también llegó la merecida jubilación para Antonio. En 2011, con 66 años, encontró en Oroitz Salaberria el relevo para su armería. «Mis hijos habían tirado por caminos distintos, Mikel con la inmobiliaria e Iñaki como profesor, los dos me habían ayudado siempre mucho en la tienda pero tenían otras inquietudes», explica.
«Un día Oroitz, que acudía como cliente a la armería, entró por la puerta y me comentó que estaría interesado en tomar mi relevo. Quedamos para comer y le expliqué todo: el volumen del negocio, su funcionamiento... le puse todas las cartas sobre la mesa, le dije que no había ningún secreto más que trabajar», recuerda Antonio. Acordaron una renta con opción a compra, de forma que, durante los cinco primeros años, Oroitz regentó la armería en alquiler y después, se materializó la citada compra. «Recuerdo que ese día lloré. Me costó desprenderme totalmente de la armería, me daba una pena terrible, pero comprendía que era ley de vida y que, quien monta un negocio, quiere ser propietario y hacer su camino, tal y como hice yo en su día», reconoce Antonio, quien se comprometió a ayudar a su sucesor en todo lo que pudiera. A su lado, Oroitz asiente. «Me ha enseñado mucho», valora.
Ambos coinciden en señalar que estar al frente de una armería requiere una gran exigencia, ya que son muchas las medidas de seguridad y licencias que hacen falta. «Debes documentar todo lo que haces y vendes en armas y munición. Hay un trabajo de fondo que, en realidad, es como un segundo trabajo. Tienes que presentar todo en la Intervención de Armas del cuartel de la Guardia Civil de Oñati. Trabajar con el material que trabajamos también requiere un gran nivel de seguridad en la tienda, hay que invertir mucho en ello», explica Oroitz, a quien le está tocando surfear otra ola diferente dentro del mundo de la armería, la de la transformación y adaptación a los nuevos tiempos. Le acompaña trabajando en la tienda su mujer, Mariana Reyes.
La venta de armas ha bajado notablemente. No viene un relevo de cazadores y de 30 años para abajo apenas hay afición. La gran competencia de las ventas por Internet también afecta al sector. De modo que cada vez hay menos armerías, quedando apenas tres en Gipuzkoa junto a la de Urretxu, una en Ordizia, otra en Martutene y otra en Zarautz.
Ante todo ello, la carta a la que juega Oroitz es la mano de obra especializada. La reparación y restauración de escopetas es su fuerte. Se maneja con todo tipo de armas, siendo de los pocos profesionales que quedan dedicados a ello. De hecho, son numerosos los cazadores de otros lugares que son dirigidos a Oroitz en busca de este tipo de servicios. A ello se suma la atención personalizada y de confianza que ofrece en su establecimiento. «Afortunadamente, Internet no puede sustituir la mano de obra, ni puede ofrecer las explicaciones que da un profesional cuando acudes a su tienda», comenta. Las nuevas tecnologías en equipos electrónicos para caza y localización de perros, las armas con cámara... son otro de los filones en los que se ha especializado Oroitz, al que le gusta su trabajo y se nota.
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Patricia Rodríguez | San Sebastián
Amaia Núñez
Miguel González | San Sebastián y Oihana Huércanos Pizarro
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