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Oñati

Aita Mortara ya tiene su película

Una rapto real. El italiano Marco Bellocchio se ha adelantado a Spielberg con la historia del niño judío que fue secuestrado por el Vaticano y tras ordenarse sacerdote agustino vivió en Oñati entre 1880 y 1910

Sábado, 20 de enero 2024, 01:00

La extraordinaria historia real de cómo un niño judío de seis años, raptado por el Vaticano en 1858, precipitó el derrumbe del poder temporal del ... Papa en Italia, acaba de llegar a las salas de cine, Se trata de Edgardo Mortara, Aita Mortara por estos lares, un agustino italiano que estuvo viviendo en Oñati entre 1880 y 1910 colaborando en el proyecto de construcción del seminario que tanto prestigio tuvo entre la orden de los lateranenses.

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Del poso que dejó en Oñati queda constancia en la calle adoquinada que lleva su nombre, y su historia llega ahora a la gran pantalla gracias al cineasta italiano Marco Bellochio que, al final, con 'El rapto', se ha adelantando a Steven Spielberg, fascinado por la historia de ese niño judío de Bolonia que el Vaticano arrebató a sus padres por orden de la Inquisición tras descubrirse que había sido bautizado en secreto.

Las desavenencias de Spielberg acerca del enfoque del filme con Harvey Weinsten, el todopoderoso productor de Hollywoood condenado luego por abusos sexuales, paralizaron el proyecto hace seis años. Y el director de 'Tiburón' 'ET', 'Indiana Jones' o 'La lista de Schindler' ha visto como el veterano cineasta italiano Marco Bellochio, siempre crítico con las sombras del poder, aborda el secuestro y adoctrinamiento de Aita Mortara con un guión premiado en la Semininci de Valladolid.

Una historia que ha sido motivo de inspiración en diferentes disciplinas artísticas, desde la pintura, al teatro e incluso la ópera por su gran carga dramática, y el viernes pasado llegó a las salas de cine. Una buena excusa para conocer mejor a este famoso desconocido del callejero oñatiarra que al ser secuestrado siendo un niño, provocó un gran revuelo internacional y la caída de los Estados Pontificios,

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El Santo Oficio aseguraba que Edgardo siendo un bebé, y estando en trance de muerte, fue bautizado a hurtadillas por una criada católica que trabajaba en su casa. Después del sacramento, Mortara se recuperó y aquello quedó oculto hasta años después, cuando tras descubrirse lo ocurrido, fue apartado del control de sus padres y trasladado a una institución católica. Concretamente a la Casa de los Catecúmenos de Roma, la primera de las instituidas en 1540 por Ignacio de Loiola y destinada a la conversión de judíos y musulmanes en los años oscuros de la Reforma. No era un caso aislado, pero el rapto de Mortara sería sensiblemente distinto porque su familia no se dio por vencida.

Y la trama aborda el calvario de unos padres para recuperar a un hijo que iba creciendo junto al Papa, convirtiéndose en un símbolo y alejándose del judaísmo, en un ambiente de intrigas religiosas y políticas. El caso conmocionó al mundo, y el destino de ese niño llegó a convertirse en el icono de una cruzada. Grandes personalidades dirigieron misivas a Pío IX, que se mantuvo en sus trece, aunque lo acabó pagando caro.

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Solo en el mes de diciembre de 1858, 'The New York Times' le dedicó más de veinte artículos. Muchos otros periódicos le secundaron. Por contra, 'La Civiltá Cattólica', la publicación que canalizaba la posición oficial del Vaticano, trataba de contrarrestar todas las críticas amparándose en la supremacía del derecho canónico.

Bolonia pertenecía entonces a los Estados Pontificios bajo la jurisdicción del Papa y en el ambiente se respiraba ya un aire revolucionario que perseguía la unificación de Italia, así que se aprovechó el escándalo para acelerar la caída. Una historia de abuso de poder, lucha entre religiones e identidad impuesta.

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Ajeno a las intrigas políticas y eclesiásticas, que se gestaban en torno a él, Mortara creció en un ambiente católico y terminó ordenándose sacerdote tras haberse refugiado en Austria y en Poitiers cuando cayeron los Estados Pontificios y Pío IX excomulgó a la dinastía de los Saboya. Antes, el joven se había reunido con sus padres para que recibieran el bautismo como él, pero no lo consiguió. En ese tiempo se formó como un reputado lingüista, que dominaba varios idiomas.

Daba sermones en euskera

En sus estudios entró en contacto con el euskera y así recaló en Oñati donde se propuso abrir un seminario menor. En el Archivo Histórico de Protocolos se encuentra el documento de la creación de esta institución, acordado por el obispo de Vitoria y el Ayuntamiento de la localidad.

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El padre Pío María Mortara -así se hacía llamar- predicaba a menudo en el balneario de Cestona, lugar de encuentro de las clases adineradas, para recaudar donativos que hicieran posible un seminario, que finalmente se construyó y aún sigue en pie aunque ya sin esa función, solo como convento.

Testigo de sus sermones en euskera fue el propio Miguel de Unamuno, según lo recoge en su ensayo 'Contra esto y aquello'. «Era un verdadero políglota y en llegando a mi país se propuso hablar vascuence y llegó a conseguirlo» escribía, retratando al sacerdote agustino como «un genuino israelita y un israelita italiano, vivo y sagaz, ingenioso y emprendedor».

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Fue también misionero en Munich, Mainz y Breslau y predicó por el mundo en varios idiomas (hablaba seis y leía tres). Mortara murió en 1940 cerca de Lieja, en Bélgica, después de haber pasado los últimos años allí. Tenía 88 años y una dilatada historia, con escándalo internacional incluido y una fructífera estancia en Oñati. De su paso por aquí queda Aita Mortara kalea. El seminario que ayudó a construir está emplazado en la calle adoquinada que lleva su nombre, que acoge también las entradas traseras del Instituto Zuazola y la antigua Universidad. Su pasado txantxiku no llegará a la gran pantalla, pero forma parte de la trayectoria vital de Edgardo Mortara.

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