Fernando VII, a la izquierda, en el famoso retrato de la Familia de Carlos IV de Goya. DV
Arrasate-Mondragón

Mondragón, cruce de dos monarquías

Fernando VII pasó por aquí camino de Baiona para perder la corona en abril de 1808 y en julio lo hizo el recién coronado José I camino de Madrid

Domingo, 17 de abril 2022, 00:14

Uno de los más infames y bochornos capítulos de la historia contemporánea de España, el de las Abdicaciones de Baiona el 5 de mayo ... de 1808, pudo haberse evitado de haber prosperado los planes que un audaz militar trazó en Mondragón para impedir que Fernando VII consumara la insensatez de acudir a la llamada del Emperador de los franceses. Pero este rey cobarde, traidor y servil carecía de coraje para emprender el plan de huida, y de inteligencia para intuir la trampa que le tendía Napoleón.

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Fernando VII, rey en precario desde el 19 de marzo tras usurpar la corona a su padre Carlos IV instigando el Motín de Aranjuez, se engañaba confiando en que su 'aliado' Napoleón le afianzaría en el trono de España y en la esperanza de que le concediera la mano de una de sus sobrina. Y, de otro lado, su padre Carlos IV le 'lloraba' al emperador para que le ayudara a recuperar el trono que le había birlado su hijo Fernandito.

Napoleón obligó al rey Fernando VII a devolver la corona a su padre Carlos IV y éste se la cedió al emperador francés

El viejo castillo de Marrac de Baiona sería donde a continuación se produce la escena «más degradante jamás sufrida por corona alguna. Tanto que, según reconoció posteriormente, horrorizó al propio Napoleón». Así lo relata José Ángel Barrutiabengoa en su libro 'Napoleón jamás subió Gazteluondo. De lo sucedido en Mondragón durante la ocupación francesa 1808-1813' (Intxorta 1937 Kultur Elkartea, 2020).

Baiona

Fue allí donde el astuto corso urdió su jugada maestra: en un primer acto, Fernando VII es obligado a devolver la corona a su padre, y éste, al día siguiente, cede todos sus derechos al trono de España y de las Indias a Napoleón, a cambio de ciertas condiciones sobre la integridad del reino y la independencia de España, además de una suculenta pensión de entre 30 y 40 millones de reales anuales para el viejo rey.

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El general español Crillon planeó varias huidas para Fernando VII, una con el auxilio de gentes de Mondragón y de Bergara

Inmediatamente, Napoleón deposita la corona de España finalmente en la testa de su hermano José, «cual si de una vulgar bota de vino en manos de la canalla se tratara».

Cruce de caminos

Barrutiabengoa describe este penoso episodio histórico en el que los caminos del rey saliente y del entrante se cruzaron en Mondragón. Para entonces la tropas francesas llevaban seis meses –desde octubre de 1807– en territorio español, con el pretendido objetivo conquistar Portugal.

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El 10 de abril partió de Madrid en dirección al norte el recién coronado Fernando VII.

Fernando VII creía que Napoleón le afianzaría la corona y su padre Carlos IV pidió ayuda a éste para recuperar el trono español

«Cuando Fernando VII llega a Vitoria el 14 de abril, el Comandante General de Guipúzcoa, un tenaz militar español de origen francés, el general Crillon temeroso de alguna treta napoleónica, junto con el alcalde de la ciudad proponen al rey un plan de fuga que consiste en que éste salga de Vitoria camino a Vergara, pero a la altura de Mondragón, el séquito se desviará hacia Kanpanzar, Elorrio, Durango y Bilbao donde embarcará para Cádiz, Sevilla o bien a los territorios americanos». Barrutiabengoa detalla que para llevar a cabo el plan de huida, Crillon cuenta con el 2° Batallón del Regimiento del Rey compuesto por 400 hombres que se halla acantonado en Mondragón, el cual se situará sobre el Camino Real con el objeto de rendir honores y en el momento preciso preparará la fuga, manteniéndose en el lugar hasta el último extremo, auxiliados para ello por gentes de Mondragón y Bergara.

El plan estuvo a punto de materializarse «de no ser por la frustrante debilidad del carácter» del joven monarca y los «interesados consejos de otra de las sanguijuelas por las que se vio dominado, el clérigo navarro Escóiquiz, quien aseguraba las buenas intenciones de Napoleón respecto a la monarquía española».

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Barrutiabengoa apunta que algo debieron sospechar los franceses, puesto que ese mismo día llegaron a Vitoria dos escuadrones de la Guardia Imperial. Napoleón había ordenado al general Savary que si Fernando VII no comparecía voluntariamente en Baiona fuera llevado a la fuerza. El plan era secuestrarlo en la noche del 18 al 19 de abril.

Ajeno a esta amenaza el incansable Crillon sigue insistiendo en sus planes, «contando esta vez con fuerzas vizcaínas y con 2.000 carabineros que flanquearían Vitoria» en este caso para amparar la huida del el rey hacia Aragón, pero «nuevamente el plan es abortado ante la indecisión del monarca».

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Tal día como hoy, 17 de abril de 1808, Fernando VII parte de Vitoria hacia Baiona, atravesando Mondragón a las 11 y media de la mañana sin detenerse. A su salida de la capital alavesa un amago de motín llegó a cortar las cinchas del carruaje real y espantar a los caballos en un intento de evitar su partida.

A lo largo del camino «todavía se planean varios intentos de fuga capitaneados por el testarudo Crillon, pero en todos la incertidumbre del rey obligaba a continuar el viaje». Y el 20 de abril la comitiva llega finalmente a Baiona, donde el emperador le agasaje «con un suculento banquete de larga y costosa digestión» señala Barrutiabengoa.

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En la misma capital labortana el pertinaz Crillon aún organiza a la desesperada varios intentos de fuga del rey, de nuevo frustrados por la indecisión del monarca.

Algunos días más tarde viajan el viejo rey Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma en dirección a Baiona y en Urretxu se cruzan con el leal Crillon, que les transmite las noticias procedentes de la capital labortana, a las que los abdicados reyes «no prestan ninguna atención y el 30 de abril llegan a Baiona».

José I pasó por Mondragón

En sentido contrario pasaría por Mondragón el recién coronado rey José I Bonaparte.

«Iluso y bienintencionado» el nuevo monarca de España se introdujo en el avispero peninsular cruzando el Bidasoa «a media tarde del 9 de julio» con gran escolta. Para entonces las tropas francesas en la península «suman ya 117.000 hombres y 17.000 caballos y sus guarniciones ocupan las principales ciudades españolas».

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Tras pernoctar en Tolosa, José I prosigue su ostentosa marcha y el día 10 de julio de 1808 atraviesa Mondragón para llegar a Vitoria. Como señala Barrutiabengoa, los vitorianos fueron los primeros ciudadanos que, bajo serias amenazas, se vieron obligados a agasajar y jurar obediencia al nuevo rey en acto protocolario que resultó pobre y deslucido por la frialdad que mostraron los naturales, como posteriormente relataría el propio rey José a su esposa. Su breve reinado terminó en 2013 con su precipitada huida a Francia.

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