Como un reina. Pipa es acariciada por Luis Ruiz en uno de los ejercicios. :: FOTOS: IÑIGO PUERTA
TERAPIA ASISTIDA CON ANIMALES

Un ladrido, una sonrisa

Los programas TAA, una terapia alternativa con creciente demanda

IÑIGO PUERTA

Sábado, 2 de enero 2010, 12:08

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«Todavía no se sabe todo el partido que se les puede sacar a los animales» advierte Leire Alberdi, técnico en terapia asistida con animales (TAA), que trabaja en equipo junto a Marco Villén, veterinario especializado en etología clínica. Ambos llevan varios años trabajando en proyectos conjuntos con la ayuda de 'Gas' y 'Pipa', sus respectivas mascotas. «Argi-Berria fue la primera residencia de la tercera edad que se interesó por nuestros servicios y poco a poco se va conociendo todo el potencial que tienen este tipo de terapias. En Estados Unidos hay incluso hospitales donde se permite que niños enfermos de cáncer puedan recuperarse junto a su mascota. Y los resultados son muy positivos» recalca Marco.

'Gas', el Golden Retriever de Leire, y 'Pipa', la ratonera de Marco, esperan impacientes antes de entrar a exhibir sus capacidades en la residencia Argi-Berria, lugar que ya conocen a tenor del movimiento frenético de sus colas. Antes de entrar, Marco nos desvela las pautas a seguir, que evitan cualquier tipo de recelo ante este tipo de actividad. «Los animales deben estar muy controlados desde el punto de vista higiénico sanitario, ya que su ámbito de trabajo es la tercera edad, niños... etcétera. El primer paso es educar al perro en los ejercicios que va a realizar, y luego habituarlo al contexto de trabajo. Debemos saber que el perro se va a comportar con normalidad en las situaciones en las que va a trabajar».

Ambos especialistas son defensores de la educación canina en positivo, una rama de adiestramiento que suprime totalmente el castigo, y en la que básicamente se recompensan las acciones buenas mediante premios, y mensajes halagadores. El resultante, perros como 'Pipa' y 'Gas', deseosos de ir a trabajar a Argi-Berria, donde no se asustarán por las sillas o las personas, y saben que habrá ingentes cantidades de golosinas si lo hacen bien.

La sesión no será muy exigente para los dos canes, ya que «hoy no va a ser una terapia asisitida, sino una actividad asistida», explica Leire. «En caso de una terapia, el primer paso hubiera sido la de valorar las necesidades individuales de cada paciente, y a través de ejercicios específicos se trataría de incidir en acciones que necesitáramos. Además, el trabajo estaría codirigido por un profesional de la Medicina».

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«Por ejemplo, para una persona a la que le conveniese ejercitar su tren inferior, le programaríamos algún juego que le hiciese levantarse y andar junto al perro. Las aplicaciones son innumerables» apunta Marco. «Nosotros tratamos de adaptar la habilidad del perro a la necesidad de la persona. Aprender habilidades es continuo, y se va innovando».

Exhibición

Es la hora. 'Pipa' y 'Gas' entran triunfantes, por la puerta grande. Todos los residentes, incluso a los que interrumpen en clase de musicoterapia, les saludan antes de llegar a su sala de trabajo. Allí comienza una rueda de saludos muy efusiva que comienza por Edurne Jata, que repite lo que todos sus compañeros. «¡Ven aquí 'Gas'!,¡Ven 'Pipa'!». Además de los primeros achuchones, también se abrazan con los monitores Marco y Leire, a los que todos recuerdan por esta actividad.

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En los primeros compases 'Pipa' es la reina del centro. La ratonera atiende a la orden de como un resorte, y tras saltar a las faldas de Edurne recibe las primeras caricias de sus nuevos amigos, a la vez que comienza a engullir su golosina preferida de manos de Marco. «En cuanto a comprender órdenes 'Pipa' es euskalduna, y 'Gas', bilingüe. Cubren todo el espectro lingüístico» explican entre risas.

Luis Ruiz es uno de los veteranos que mejor se desenvuelve con los perros, y lanza con fuerza una zanahoria de plástico que 'Gas' localiza en un instante. «En este ejercicio, la persona debe reconocer primero la hortaliza de juguete que se le pide, y después el ejercicio obliga a lanzarlo. Por último, ellos mismos deben recompensar al perro si lo traen» explica Marco.

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El siguiente ejercicio consiste en hacer saltar a 'Pipa' a través de un aro que previamente han construido los residentes con varias piezas desmontables. Antes de cada salto circense, la perrita gira sobre sí misma a toda velocidad para regocijo de los veteranos, que se van pasando entre sonrisas el aro de domador.

El ritmo de los juegos no da tregua. Esta vez colocan varios conos de colores por toda la sala, y con una varita, los participantes deben señalar el cono que se les ha pedido para que el perro lo toque con su hocico. «En este juego se anima a que los residentes más sedentarios se muevan y anden» dice Leire mientras busca un balón muy ligero con el que entrenará a fútbol con su perro 'Gas'.

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La nueva acrobacia hace estragos. Cada vez que Leire lanza el balón al aire, 'Gas' lo devuelve a sus manos con un impecable remate de hocico. Rápidamente Mercedes y Luis se prestan a jugar, mientras el perro se gana unos merecidos trozos de salchicha tras la exhibición.

«¿Sabéis que 'Gas' sabe hablar?» les dice Leire a los residentes mientras los perros tratan de recuperar el resuello. Entre la incredulidad y las sonrisas de los presentes Leire le ordena «¡Habla!» y 'Gas' da un ladrido firme que motiva las risotadas de los participantes. Una vez demostrada su capacidad, Leire le da descanso y le ordena tumbarse.

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Completados ya los objetivos más bien lúdicos que se perseguían, la intensidad de la sesión decae, y sólo se oyen los jadeos de cansancio de los canes. Es el momento de agasajarles con un placentero cepillado que les dan sus propios pacientes. Ambas partes se relajan, tras los multiples juegos que han levantado el jolgorio de los inquilinos de Argi-Berria.

Mientras los cepillan, los residentes muestran su satisafacción unánime por esta actividad, que su mayoría considera como su favorita. «Para nosotros es una actividad maravillosa» explica Mercedes Ruiz, directora de Argi-Berria. «Llevamos varios años trabajando con ellos y los resultados son emocionantes. La primera vez que entró un perro en el centro, fue a raíz de que una nueva residente no podía dejarlo a cargo de nadie. La aceptamos mientras cumpliese con las normas básicas sanitarias y no molestase a los demás residentes. Se quedó con nosotros de por vida. Ahora tenemos a Luna, mi propia perra».

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Entre los innumerables ejemplos de beneficios en las terapias, Mercedes destaca las que se han conseguido a nivel emotivo. «Recuerdo el caso de una mujer con Alzheimer, que vivía aislada del resto de sus compañeros, y que a raíz de las primeras sesiones con los animales bajaba la primera. Y así otros muchos casos de gestos y sonrisas que nos han hecho llorar».

Por último, toca pasarse el cepillo entre los participantes para quitarse las pelusas de la ropa, mientras todos se despiden. «¡Huy pero que majo eres, 'Gas'!» se despide Edurne.

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