Unas gafas virtuales y un programa informático permiten al usuario recrear un viaje en avión. [JUANJO AYGÜES]
AlDia

Uno de cada tres pasajeros de avión pasa miedo en algún momento del vuelo

Si una persona cogiera dos vuelos diarios durante toda su vida tendría una posibilidad de sufrir un accidente cada 20 siglos. Los aeropuertos europeos programan 50.000 vuelos cada día. Existen tratamientos con realidad virtual para superar el pánico

ANE URDANGARIN

Sábado, 18 de agosto 2007, 12:33

SAN SEBASTIÁN. DV. ¿Cuál es la probabilidad de sufrir un accidente de avión? Remota, muy remota. «Una persona que coja dos vuelos diarios desde que nace hasta que cumple los 75 años se expondría a padecer un siniestro en ¿20 siglos!». El bilbaíno Javier del Campo, ex comandante con 35 años de experiencia como piloto de Iberia y 10 como piloto militar, suele emplear este ejemplo para traducir unas estadísticas que evidencian que subirse a un avión es mucho más seguro que montarse en una moto o en un coche. «En Europa se programan 50.000 vuelos diarios. En Canadá y EE UU, otros tantos. En Suramérica, unos 60.000. El accidente de Sao Paulo fue horrible, ¿pero cuántos siniestros de estos suelen registrarse habitualmente?», argumenta Del Campo. A pesar de que las cifras hablan de un medio de transporte que entraña riesgos mínimos, son muchas las personas que sienten auténtico pavor, cuando no pánico, a volar.

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Hay estadísticas que señalan que alrededor de un 25% de la población adulta experimenta un nivel significativo de ansiedad cuando tiene que volar. De este 25%, un 10% evita esa situación y un 15% se siente ansioso y vuela con un considerable malestar. Una de cada tres personas que sube a un avión pasa miedo en algún momento del vuelo. Ante esta tesitura, y en una sociedad donde el ocio está ligado a escapadas de fines de semana o más largas que precisan coger el avión, cada vez son más las personas que deciden someterse a terapia para superar la aerofobia.

Para estas personas, el mero hecho de valorar la posibilidad de volar puede suponer un mal trago. Miguel Vallejo, especialista en Psicología Clínica, explica que para las personas con miedo a los aviones comprar el billete, la confirmación de la reserva o simplemente acercarse a un aeropuerto puede suponer la aparición de una sintomatología ansiosa caracterizada por palpitaciones, sudoración, temblor, sensación de ahogo... «Y en el caso de tener que volar, puede llegar a sufrir crisis de angustia y mareos, náuseas, diarreas, dolores musculares o que esa personas tenga la sensación de que vaya a darle un ataque al corazón».

Javier del Campo asegura que las crisis que sufren estas personas «son espeluznante». Lo dice desde el bagaje de varias décadas de pilotaje, como profesor de un curso para superar la aerofobia organizado por Iberia y la empresa Especial Directivos -por el que han pasado más de 3.000 personas- y coautor del libro Feliz vuelo. Cómo perder el miedo a volar (Planeta). Del Campo explica que estas personas «sufren muchísimo. He visto a directores de banco muy conocidos ponerse a llorar». Además de los síntomas físicos, «tienen que hacer frente a la incomprensión de la gente de alrededor, que encima dicen cosas como: 'parece mentira que tengas miedo a volar, si es una tontería'. En vez de animarte, esos comentarios te hunden más». La automedicación no suele ser tan rara en estos casos. «Suelen tomar ansiolíticos o beben alcohol para superarlo».

El comportamiento de las personas con aerofobia no suele pasar inadvertido para los expertos, como el hecho de que intentan elegir el asiento más cercano a la salida de emergencia, a la cabina del avión o próximos al pasillo; son los que menos se mueven de su plaza, tratan de no levantarse en todo el vuelo e incluso pueden aguantar sin ir al baño. Se encuentran totalmente tensos. «Los americanos lo llaman el síndrome de los nudillos blancos, porque aprietan sus manos a lo largo de todo el viaje», explica el psicólogo clínico.

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Evitar la muerte

¿Y cómo surge el miedo a volar? Según Vallejo, está «claramente demostrado» que el desarrollo de la fobia viene condicionado por accidentes aéreos, experiencias traumáticas o una educación familiar que potencia el desarrollo de este tipo de fobia. No obstante, el psicólogo clínico comulga con otra dimensión enunciada por el doctor Claudio Plá y que sitúa los orígenes de este miedo - «y yo diría de muchos»- cuando en un momento de la vida se nos personifica la muerte. Se trata de cosas pequeñas, como un dolor fuerte de cintura, u otras de mayor envergadura pero cotidianas, como la muerte de un allegado. «Esta personificación de la muerte es la que en cierta manera hace que uno se sienta vulnerable, débil y tienda a desarrollar mecanismos de defensa, como la evitación, que le permitan sobrevivir más tiempo».

Javier del Campo coincide con esta explicación. De entrada, traza el perfil de las personas que tienden a sufrir aerofobia: «Generalmente es gente con un cociente intelectual alto y una formación intelectual también por encima de la media. Además, tienen una imaginación desatada, son perfeccionistas y sienten la necesidad de controlar exhaustivamente todo lo que tienen alrededor. En un avión, en vez de sentarse y ponerse a leer el periódico, se ponen a imaginar: ¿y si no se cierra la puerta? ¿y si nadie se ha fijado en esa raya encima del ala? ¿y si tenemos una fuga de combustible? ¿y si los remaches están mal puestos? A otras personas también se les puede pasar todo esto por la cabeza, pero confían en que todo estará bien revisado. Los aerofóbicos lo quieren comprobar ellos mismos, y como no pueden hacelo porque están en un avión y no en un coche, la angustia va creciendo como una bola de nieve».

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Tras la ansiedad

Para el ex piloto, el primer paso para que aflore la aerofobia es tener este perfil. Luego hace falta un detonador que haga estallar esa carga. Un motivo o una vivencia, importante o no, positivo o negativo, que esas personas viven con ansiedad. El desencadenante puede ser, por ejemplo, haber superado una enfermedad. «Te diagnostican un cáncer, piensas que eso puede suponer tu muerte, recibes el tratamiento, te pones bien y cuando baja toda la tensión es como si aflorase esa carga de ansiedad en forma de miedo a volar». La muerte de un allegado, un disgusto en el trabajo o en la familia pueden ser otros detonantes. Incluso un ascenso laboral importante. «Tras un año rompes todas las marcas en la empresa de lo bien que lo has hecho. Después de entregarte al trabajo y obtener esos resultados excepcionales te relajas y ahí sale el miedo a volar». Tener un hijo es otro de los causantes de esta fobia. «Se da sobre todo en mujeres que acaban de tener un bebé. Se montan en el avión y empiezan a pensar que se alejan de su hijo y que quizás no estará bien cuidado... Cuando una azafata tiene aerofobia, que no suele pasar muy a menudo, el 90% de las veces es porque acaba de tener un hijo».

No es éste el caso de una mujer de 75 años que acudió a uno de los cursos que imparte Javier del Campo. «Cuando le vi me sorprendió su edad. Le comenté que si había vivido tanto tiempo con miedo a volar por qué de repente quería enfrentarse a esa fobia. Me contestó que era para poder seguir viendo a su hija. Se había casado en Buenos Aires. Ha hecho el curso y está encantada. Lo que no sé es qué opinará su yerno». Evidentemente, las personas que dan el paso de acudir a la consulta de un especialista no precisan un diagnóstico: ellos mismos son conscientes de sus síntomas y de cómo evitan situaciones que hagan aflorar el miedo. La gravedad de los casos se mide en la incapacidad y las repercusiones que esta fobia puede acarrear, como pueden ser la inestabilidad en las relaciones familiares o la posibilidad de perder un empleo. Aun y todo, el miedo a volar no es el tratamiento más demandado en el Centro de Psicología Clínica de Donostia. «Es sensiblemente más bajo que otro tipo de fobias», explica Miguel Vallejo.

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La intervención suele comenzar explicando al afectado qué es la ansiedad, en qué consiste su problema de fobia a volar y se comentan aspectos más técnicos relacionados con los aviones y los vuelos. Otra parte del tratamiento es lo que se conoce como reestructuración cognitiva, «que viene a ser la forma de enseñar al paciente a desmontar sus ideas irracionales y sus pensamientos automáticos negativos». Les enseñan a identificarlos, modificarlos y cambiarlos por otros. Este aspecto es muy importante, «porque nuestros pensamientos y sistema de creencias pueden influir en el modo de reaccionar y comportarnos». Los afectados también son entrenados para respirar de forma lenta y sepan relajarse.

Para finalizar, el afectado se enfrenta en vivo a situaciones reales. En el caso de la aerofobia, esta exposición en vivo resulta difícil y muy cara, por lo que en muchas consultas, como en la de Miguel Vallejo, emplean la realidad virtual. Unas gafas virtuales y un programa informático hacen que el paciente se traslade en un segundo a una habitación en la que prepara las maletas el día previo a la salida, a la entrada del aeropuerto, a la zona de embarque, a su asiento, vea cómo despega el avión, vuele y aterrice. Y todo eso en un día normal y otro con tormenta, de día o de noche.

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«Con la realidad uno cree que realmente está dentro de un mundo tridimensional. Es un participante activo de ese escenario y la experiencia que tiene en esa situación le puede evocar las mismas reacciones y emociones que la experiencia en una situación similar en el mundo real». La efectividad del tratamiento se estima en un 90%.

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