El tesoro más oculto entre los encantos de San Sebastián: la gruta de 150 años que te hace dudar sobre su origen

Escondida entre los jardines del palacio de Aiete, este lugar permite disfrutar de la naturaleza, de la historia y de la arquitectura al mismo tiempo

J. F.

San Sebastián

Sábado, 16 de agosto 2025

En el corazón del Parque de Aiete de San Sebastián se esconde un secreto que, a pesar de su fascinante historia, a menudo pasa desapercibido para quienes pasean por sus románticos rincones. Más aún para quienes solamente conocen los encantos de la ciudad cercanos a la bahía de La Concha. Se trata de la magnífica gruta que se esconde entre sus árboles, una obra maestra de la arquitectura rústica del siglo XIX que representa uno de los elementos más característicos y sorprendentes de este histórico jardín.

Publicidad

Esta joya, parte integral del diseño original del parque, es fruto del ingenio de Eugene Combaz (1825-1881), un célebre arquitecto cuyo nombre, aunque menos conocido en la ciudad que el del jardinero Pierre Ducasse, dejó una huella indeleble en Donostia. Combaz fue un verdadero maestro del arte de la 'rocalla' –la creación de formas que imitan la roca y elementos naturales con cemento– una técnica en boga en Europa durante el siglo XIX. Su destreza era tal que resulta verdaderamente difícil distinguir los materiales naturales de los recreados con cemento en la gruta de Aiete. También dejó su huella en elogiadas creaciones en las estalactitas del jardín de Buttes Chaumonnt al norte de París, la cascada de Longchamp del Bois de Boulogne, el aquarium del Campo de Marte y el del Trocadero, también en la capital francesa.

Los historiadores Lola Horcajo y Juan José Fernández Behobide, en el segundo volumen de su obra 'Villas de San Sebastián', revelan el asombroso coste de esta estructura: 300.000 pesetas de la época, una cifra que hoy equivaldría a más de 3,5 millones de euros. Este elevado presupuesto, que superaba el doble del coste de toda la finca, posiblemente no solo cubrió la rocalla en sí, sino también el complejo sistema de alimentación de agua, depósitos y estanques que hacían de la gruta y su cascada los puntos de mayor interés y el eje central del diseño de los jardines.

Fueron los Duques de Bailén, Eduardo Carondelet Donado y Castaños y María Dolores Collado y Echagüe, quienes, inspirados por las mansiones de campo vistas en sus viajes por Europa, contrataron a Combaz para crear esta maravilla en su magnífica finca de Aiete. La conexión de la gruta con el jardinero Pierre Ducasse es también notable; Ducasse, el visionario detrás de gran parte del diseño del parque, trabajó junto a Combaz y sin duda aprendió de él la complicada técnica de la rocalla, que luego aplicaría en otros proyectos en San Sebastián, como la cascada de la plaza de Gipuzkoa.

Complejo circuito de agua

Esta gruta no era una pieza aislada, sino parte de un sofisticado circuito de agua creado hace unos 150 años para que cada elemento del Parque de Aiete funcionara de manera equilibrada y eficaz. El sistema original, aunque hoy ya no está en funcionamiento de la misma forma, se alimentaba de los manantiales de Morlans y utilizaba una bomba de vapor para elevar el agua hasta la torre junto al palacio, desde donde alimentaba el estanque principal y una cascada artificial.

Publicidad

Un siglo después, la gruta de Aiete sigue en pie, testamento de una época donde la intervención humana en los parques aspiraba a fundirse, imitar y hasta exagerar la naturaleza. Es un legado artístico y arquitectónico que nos recuerda la riqueza patrimonial que encierran las villas y palacetes de San Sebastián. Un viaje al pasado lejos de los atractivos de la bahía de La Concha que revela uno de los secretos más sorprendentes de nuestra ciudad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad