Vuelven los tambores de fiesta

Eran las cinco y media de la tarde y en la calle Euskal Herria mientras empezaban a sonar los primeros acordes de la la marcha de la Unión Artesana, las más de 200 personas que integraban las filas guardaban, como podían, el silencio. Emocionados, como si fuera la primera vez que se enfundaban sus trajes napoleónicos y de cocineros, cogieron sus palillos y al unísono tocaron el primer redoble. Tras éste vinieron más. Muchos más. «Es increíble estar otra vez en la calle tocando todos juntos. Volver a sentir ese escalofrío que te recorre el cuerpo al escuchar la música. No es el día de San Sebastián, pero por lo menos hoy nos quitamos el gusanillo y ya de paso alegramos a la gente que nos ha venido a ver», reconocía pletórica Alaitz Ilarraz.

Tras dos años de silencio, la decana de las sociedades volvió a hacer sonar sus tambores y barriles ambientando las calles de la Parte Vieja y desatando una fiesta entre la multitud que se congregó para verlos. Tal eran los nervios que antes de que sonara la segunda canción, la Marcha de San Sebastián, ya había quien había roto su palillo. «Teníamos muchas ganas de desfilar y de hacer ruido», contaba Juanjo Beltza, sartén en mano.

Los encargados de romper el mutismo, con permiso de los niños que sí que pudieron desfilar este año, fueron los socios de la citada sociedad y todos sus comparseros y amigos. A la espera cita no faltaron los caldereros, los Bebés de la Bulla, Agur Asteari ni los Percebes. Todos ellos bailaron al ritmo de 'Paquito el chocolatero', 'Sarri sarri', 'Txuri urdin', 'Behera behera' y más canciones propias de la fiesta de los Caldereros. «Emociona ver a tanta gente tan contenta, con tantas ganas de disfrutar. Llegamos dos años tarde pero llegamos y es muy satisfactorio ver que podemos recuperar alguno de los actos que programó la anterior directiva para celebrar nuestros 150 años de historia», resumía el presidente, Félix Martínez.

La tamborrada cumplió con lo establecido y comenzó puntual en una calle abarrotada y donde, en cuestión de minutos, familiares, amigos, turistas, comparseros y tamborreros se juntaron y no dudaron en inmortalizar el momento. Incluso un oso se acercó a saludar a los niños y darles caramelos.

Después de tocar tres canciones frente a la sede, los gigantes de Irun se pusieron a la cabeza y emprendieron el itinerario. Primero pasaron por la calle Aldamar, Soraluze, enfilaron la 31 de agosto hasta llegar a Santa María y siguieron por Mari, Fermín Calbetón, Puerto. Durante el recorrido, entre canción y canción, y bajo la atenta mirada de cientos de donostiarras encantados de sentir que la Tamborrada 2023 está, cada vez, más cerca y de turistas tan sorprendidos con contentos, también tuvieron tiempo de homenajear a otras sociedades hermanadas con las que mantienen una «estrecha relación».

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