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La diversión de siempre, para todos
Ferias del Paseo Nuevo ·
Una de las pocas propuestas festivas que no sucumbió del todo a la pandemia ha regresado este año más inclusiva que nuncaAINARA URANGA
Jueves, 18 de agosto 2022, 06:54
Las ferias del Paseo Nuevo son las primeras en sumarse a la Semana Grande, anticipándose incluso al cañonazo, y las últimas en irse. Este año, además, son más inclusivas que nunca, porque durante cuatro días renuncian a una de sus principales características, el ruido, para brindar a las personas con trastorno del espectro autista la posibilidad de disfrutar de las atracciones en silencio.
La experiencia, que se repetirá los días 19 y 22 de 16.30 a 18.30, está teniendo una buena acogida. «Algunos padres nos han dicho que solo van a venir durante esos días, porque si no es imposible que sus hijos disfruten», afirmaban Ricardo Neza y Óscar Angee, trabajadores del Super Canguro, una de las atracciones más ruidosas.
Salvo durante esos paréntesis de silencio, el paisaje del Paseo Nuevo es el de siempre: el habitual trajín de gente, churros, autos de choque, atracciones que disparan la adrenalina, auténticos clásicos como la tómbola Antojitos... No obstante, a medida que pasan las horas el pulso del recinto ferial va cambiando.
A primera hora de la tarde, las 24 atracciones y los puestos de comida empiezan a prepararse para acoger a la gran ola de gente que está a punto de llegar. Las primeras en hacerlo son las familias. La afluencia de personas es constante y empiezan a formarse las primeras colas.
Cada niño tiene su atracción favorita. Ane, de 5 años, se montó hasta tres veces en el Tren Dragón. Xabi, de 11, prefería el Barco Vikingo y los dardos del Riojanito, donde según Eduardo, su dueño, el «premio preferido es la foca de peluche». Con los padres pasa lo mismo. Aunque la mayoría de las veces no son ellos los que eligen, cada uno tiene su favorito, con cierta predilección por los puestos de tiro.
No obstante, muchos de ellos tienen algo en común: echan en falta la noria que durante años ha completado el paisaje ferial de la Aste Nagusia donostiarra. «Solía ser nuestra escapatoria del caos de luces, gente y ruido», recordaba Javier, que miraba a sus sobrinos montarse en la atracción Alcatraz.
A lo largo de la tarde las familias comparten espacio y ambiente con cuadrillas de adolescentes hasta que, entrada la noche, el panorama cambia de manera notable y los niños desaparecen para dejar paso a jóvenes y adultos. Y, a medida que se acerca la hora de cierre, las 3.30 de la madrugada, el retrato de una jornada cambiante se completa con la llegada de quienes, por decirlo de alguna manera, llevan la fiesta puesta.
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