Emoción en la basílica y ganas de fiesta en la calle
Sin limitación de aforo y sin especiales medidas de seguridad, una salve en la que volvió a brillar el Orfeón Donostiarra recuperó su versión más tradicional
M. IMAZ
Domingo, 14 de agosto 2022, 20:54
Por muchas veces que se interprete, y por muchas veces que se escuche, la Salve Regina que compuso hace casi un siglo el compositor y sacerdote italiano Licinio Refice a la medida de la basílica de Santa María del Coro (le fue encargada en la década de los 30 por el entonces párroco Agustín Embil) mantiene intacta su capacidad de emocionar a quien la escucha, y también a quien la interpreta.
La combinación prácticamente imbatible entre la partitura, un Orfeón Donostiarra que para la ocasión suma a sus filas a orfeonistas veteranos y a los más jovenes, y el Cavaillé-Coll de San ta María, que tiene como organista titular a la oriotarra Loreto Aramendi, volvió a funcionar a la perfección ayer.
La emoción consustancial a un acto que, si bien se ha incorporado al programa oficial mantiene su naturaleza religiosa y va precedido por una Eucarístia, se vio acrecentada, como todo esta Semana Grande, por la sensación de haber recuperado la normalidad o, cuando menos, la cotidianeidad prepandémica.
Con la sede diocesana aún vacante, ofició la misa previa a la Salve monseñor Francisco Pérez González
Hay que reconocer, en cualquier caso, que dos años sin Semana Grande no han sido dos años sin Salve, ya que ha sido de las pocas actividades que sobrevivieron al impacto que el Covid-19 tuvo en las actividades festivas de los veranos de 2020 y 2022. Con limitaciones de aforo –200 asistentes con invitación en 2020 y 300 asistentes en 2021–, y con mascarillas tanto entre los orfeonistas como entre los concelebrantes, los actos religiosos de la Víspera de la Asunción, lograron mantenerse dentro de una relativa normalidad.
Iba a ser una Salve similar a la de los años anteriores a la pandemia, y en gran medida lo fue, porque los fieles se reencontraron con el ambiente habitual, la búsqueda del mejor emplazamiento para asistir a la misa de las 18.30 y a la Salve, una hora más tarde y un rito que apenas varía. Sin embargo, no lo fue del todo porque, en sentido estricto, no pudo cumplirse la tradición de que presidiera la misa el obispo de la Diócesis de San Sebastián, tal como lo hizo entre 2009 y 2021 José Ignacio Munilla, y anteriormente sus predecesores.
Con la sede diocesana vacante desde que el pasado mes de febrero monseñor Munilla tomara posesión del cargo de obispo de Orihuela-Alicante, la responsabilidad de presidir la Eucaristia recayó en el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Francisco Pérez González, nombrado por el Papa administrador apóstico de la diócesis de San Sebastián.