El reto de la convivencia en Aiete
Tensiones. Vecinos de la calle Belizalde de Donostia y la asociación Jatorkin, cuyo centro atiende allí a inmigrantes con escasos recursos, buscan soluciones para evitar que algunos usuarios protagonicen altercados
La integración de los migrantes con escasos recursos en nuestra sociedad genera, en ocasiones, debates sobre las tensiones que surgen en las zonas donde se ubican los centros especializados en ofrecer distintos tipos de ayuda a estos colectivos. El problema se convierte en más difícil de abordar cuando se trata de personas jóvenes o incluso menores de edad. Un ejemplo de ello está ocurriendo en las inmediaciones de la asociación Jatorkin, situada en el número 5 de la calle Belizalde del donostiarra barrio de Aiete, donde se ha generado un reto de convivencia entre vecinos, trabajadores del edificio y algunos grupos de jóvenes de origen magrebí que acuden en busca de apoyo.
Si bien el sentir de la mayor parte de los residentes en Arbaizenea y San Roque está a favor de la integración de estos jóvenes en la sociedad, hay vecinos que dicen estar «hartos» de tener que aguantar discusiones y peleas «cada dos por tres», a plena luz del día, a escasos metros de sus casas. La última, la pasada semana. En el vídeo al que ha tenido acceso este periódico, grabado por la vecina Marta Pérez desde el edificio contiguo a Jatorkin, se aprecia cómo un varón, enfurecido, se sube encima de un coche mientras amenaza a otro que se encuentra en la carretera rodeado de más gente. Tras varios intercambios de palabras, son los propios amigos y personas que en ese momento se encuentran en la asociación quienes consiguen apaciguar los ánimos.
«Esta vez no pasó nada, pero son varias las ocasiones en las que hemos visto navajas y cómo extraían botellas del contenedor de vidrio para romperlas contra el suelo y después utilizarlas como armas», añade Pérez. Esta vecina ya ha transmitido al Ayuntamiento su sensación de «inseguridad y descontento» en un barrio en el que lleva viviendo 20 años. Pese a todo, sigue haciendo hincapié en que ella es partidaria de la «integración inclusiva» de este colectivo. «Me gusta la iniciativa de Jatorkin, pero siempre y cuando mantengan una conducta civilizada».
Desde Jatorkin, por su parte, son conscientes de las tensiones que se crean en el entorno de su edificio, y es por ello que han solicitado colaboración tanto a la Ertzaintza como de la Guardia Municipal para tratar de poner fin a una situación «incómoda y desagradable» para todas las partes, reconoce Saad Malec, educador social y director del centro. Cabe destacar que en la planta baja de ese bloque hay una guardería, por lo que desde septiembre y hasta la finalización del curso, es habitual que profesores y niños coincidan de forma constante y cercana con este colectivo tanto a la entrada y salida como en el patio interior.
Según Malec, el ambiente que se respira en la villa «es bueno», pero hay gente con la que, apunta, «no podemos hacer nada». «Aquí les damos de comer, les lavamos la ropa y hasta les damos clases de castellano. Cuando están con nosotros se encuentran cómodos, pero al salir a la calle hay alguno que pierde la cabeza y la lía», añade. «Eso sí, quiero remarcar que son cuatro contados, porque el resto viene, come y se va».
Diversidad de opiniones
En uno de los edificios que hay enfrente de Jatorkin, un señor nos abre las puertas de su casa para insistir en que él «nunca ha tenido ningún tipo de problema» con este grupo de magrebíes. «Yo solo les veo entrar y salir», comenta. Opinión similar tiene otra vecina de la calle Belizalde. «Yo vivo en las casas del fondo y tampoco he sufrido ningún episodio desagradable. Es más, subo por las mismas escaleras que ellos y, además de saludarme educadamente, hay veces que, como el otro día que llovía, me ayudan o me tapan con el paraguas».
Sin embargo, tanto un matrimonio que reside en el número 7 de esa misma calle como otra mujer que reside en la zona insisten en que la situación ha llegado «al límite». «Las peleas y subidas de tono son constantes y las llamadas a la policía, también. Nuestro balcón da a la parte interior y coincide con el patio de Jatorkin. Ahí mismo hemos presenciado cantidad de peleas», remarcan. En este contexto, el barrio de Aiete tiene ante sí un reto de convivencia. La asociación lleva dos años ubicada en la calle Belizalde con una finalidad que respalda una inmensa mayoría, pero se necesitan buenos comportamientos para que la vida en común sea agradable y libre de malas prácticas.
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