Mohamet Ndiaye Bien: «Prefiero vender mucho y ganar poco; hacer clientes, cambiar rápido el género»
Bien dijo Mandela 'Never give up'. Moha y su tienda vintage. En Egia
Dónde se puede encontrar en esta ciudad una camiseta oficial de árbitro de la Liga estadounidense de Soccer del año 2017? ¿Y una de Beckham del Manchester United? ¿Y del Black Panthers? ¿Algo muy vintage de La Real? ¿Camisas con dibujos africanos? ¿Hawaianas? ¿Vestidos del siglo pasado colgados de perchas que fueron de tiendas como Zergaitik o Cállate la boca? ¿Acaso en la Milla de Oro, entre Fuenterrabia, Getaria y San Marcial? No, en la tienda del hijo de Mane Coumba, del esposo de Beatriz, del padre de Mohamet Jr. En Egia. Frente a La Farándula. Frente a Le Bukowski.
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– Mandela; le has puesto a tu tienda el nombre del gran héroe sudafricano y no por ejemplo el de Lat Jor Ngoné Latir Jop que luchó contra el colonialismo francés o el de Léopold Sédar Senghor, el líder de la negritud. O el de un músico tremendo, Youssou N'Dour. ¿Por qué?
– Porque una de las frases de Nelson Mandela me ha guiado siempre. Desde Thiès en Senegal, hasta Egia. Pasando por Irun que es donde vivimos mi familia y yo.
– ¿Qué frase?
– 'A Winner is a dreamer who never gives up'.
– 'Triunfar triunfan los soñadores que nunca se rinden'.
– Creo firmemente que es así. Yo no he dejado de soñar. Y estoy empezando a triunfar. He abierto Mandela hace menos de un mes y ya soy un comerciante más del barrio. Y la gente viene de otros lugares de Donostia para comprar mi ropa. Y me voy a Francia, Alemania, Valencia a elegirla, a comprar. ¿Te acuerdas de aquella camisa muy años 70 con calaveras que te gustaba mucho?
– Sí.
– Pues debiste haberla comprado cuando la viste en el burro que saco a la calle. Ya se la llevaron. Sueño muchas cosas y como no me rindo estoy seguro de que de aquí a diez años acaso tenga una cadena de tiendas Mandela por el País Vasco.
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– Cuéntame otros sueños.
– El baloncesto, claro. ¿Con qué otra cosa puedes soñar de chaval si eres de Thiès, la tercera ciudad más importante de Senegal, donde la NBA creó una de sus escuelas de entrenamiento de elite porque se considera a los jugadores senegaleses auténticas perlas del basket? ¿Con qué iba a soñar si mido 1,92 y tengo la habilidad y el ritmo de un buen base? De hecho cuando mi madre me trajo a Irun yo soñaba con el Basconia. De hecho, empecé a jugar en el Erroibide, un club que acaba de cumplir los 20 años y ha ganado torneos de 3x3.
– Pero no estamos charlando porque juegues al baloncesto sino porque eres uno más de todos los comerciantes con empuje de la calle Egia.
– Había que sostener la familia. Mi madre se quedó sin trabajo. Beatriz y yo tuvimos un hijo. Me puse a vender por las calles. La gente era maja pero compraba poco. No sacaba más de 20 euros al día. Pero yo seguía soñando...
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– Y acabas (o tal vez empiezas) abriendo Mandela.
– Me ayudan los vecinos. Los amigos (María que es coach de negocios, aquel conocido que me regala las perchas, el chico que me diseña el cartel donde pone 'Merke merke Mandela'). Me gusta comprar, me gusta vender. Sigo soñando. Voy de un lado para otro comprando ropa de temporadas pasadas. Los coleccionistas de camisetas de fútbol se pasan por aquí. Entre otras cosas porque mi país es bueno también jugando al fútbol. En 2002 ganamos a Francia en el partido inaugural de la Copa del Mundo y el martes mantuvimos la puerta a cero contra Sudán...
– La frase del titular seguro que esconde un secreto de buen comerciante...
– Yo diría que es muy lógico ¿no? Podría poner precios más altos y ganar más pero pienso que es mejor, y más en este barrio donde a la gente le gusta vestir distinto y no como en otras zonas de la ciudad, vender mucho, aunque ganes poco. O menos. Hacer clientes. No me vale con que vengas una vez, te lleves algo carísimo y no vuelvas. Yo quiero que regreses. Y que compres algo más, que compres muchas cosas más.
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– Quieres movimiento.
– Sí. Vender rápido, no lento. No es lo mismo vender algo que vale 70 euros en dos horas que dos prendas de 50 en una. Parece que es menos. Pero es más. Quiero que haya también movimiento en las perchas. Que la segunda vez que vengas no encuentres lo mismo que la primera.
– ¿Cómo lo logras?
– Tengo dos almacenes llenos de ropa. Saco. Vendo. Meto. Compro. En cuanto veo que la tienda empieza a vaciarse, voy a por más. Movimiento. Estoy en una calle de paso. La gente viene, entra, mira, compra, se va. Vuelve. Gente del barrio. Latina. Africana. Y todos comprando ropa que viene de Hamburgo. O de Francia.
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– ¿Te gusta el barrio?
– Claro. Vivimos en Irun pero este es mi barrio, mi calle. Aquí vendía pulseras y elefantes de la suerte y ahora me compran ropa y sortijas. Sigo soñando. Para ganar.
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