Joyas del Movimiento Moderno donostiarra

Donostia cuenta con varias joyas arquitectónicas enmarcadas en el Movimiento Moderno. Todas ellos están recogidas en el catálogo elaborado por Docomomo, fundación internacional creada en 1989 y cuyo principal objetivo es inventariar este patrimonio. «Fue una corriente que se dio entre los años 1925 y 1965 y venía a romper con los movimientos anteriores, que eran un tanto recargados. Se buscaba la esencia, con edificios de líneas rectas, con pocos ornamentos, ventanas rasgadas, color blanco...», explica Estanislao Fernández Narbaiza, miembro de la Comisión de Patrimonio del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro. Esta entidad se encarga, en su ámbito geográfico de actuación, de recopilar información de los edificios y espacios urbanos representativos del Movimiento Moderno para incorporarla al catálogo del Docomomo. También otorga, con carácter anual, una placa de reconocimiento para estos edificios o conjuntos arquitectónicos. La última fue colocada este pasado mes de octubre en el edificio Portaaviones del Muelle, pero hay más.

Ijentea 9. Es uno de los máximos exponentes del Movimiento Moderno en España. Obra de José Manuel Aizpurúa y Joaquín Labayen, fue construido en 1929. Su forma, que evoca metafóricamente a un barco atracado en el muelle, le convirtió en referente de la que se vino a denominar arquitectura náutica, que presentaba una serie de características diferenciadas: barandillas de tubo, texturas lisas, vuelos y superficies curvas, cubiertas planas, escaleras exteriores, retranqueos volumétricos y, sobre todo, blanco dominante.

Okendo 20. Proyectado por Alejandro de la Sota y ejecutado por José María Iturriaga, fue terminado en 1965. Se aprecia una transición entre una primera etapa, con elementos de corte organicista, y una etapa de madurez, más purista, caracterizada por unas geometrías limpias y ordenadas. La fachada se resuelve mediante una serie de ventanales horizontales, de diferente espesor según la planta, combinados con el uso de balcones que enriquecen una composición clara y rotunda.

Easo 43. Hoy alberga el conservatorio Francisco Escudero, así como oficinas municipales. Fue inaugurado en 1931 según el diseño de Juan Rafael Alday, autor también enclaves tan emblemáticos como el Paseo de La Concha, el edificio Pescadería de la Bretxa o el Teatro Principal. Es un excelente ejemplo de la arquitectura de rasgos racionalistas, una de las características más propias del movimiento moderno.

Plaza Kaimingaintxo 1. Proyectado por Luis Tolosa Amilibia en 1943, ha sido rehabilitado recientemente. De concepción sencilla, el edificio consistía en una simple crujía estructural de un pórtico de hormigón armado con una gran altura libre y con un ritmo constante. «La cubierta era generosa en sus vuelos, implementando la sensación de liviandad del conjunto. La función principal era la de la protección de la captura de los pescadores, así como la de lugar de tendido, secado y reparación de sus redes. El ritmo que generaba la estructura se adaptaba a la perfección al entorno portuario», señala su ficha del Docomomo.

Obra de Luis Peña Ganchegui. Levanta una meseta artificial, escenario a la vez que anfiteatro, que se desarrolla paralela al muro de costa, formalizando un paseo que finaliza en una plazoleta de dimensiones controladas desde la que contemplar las esculturas de Eduardo Chillida. La topografía artificial se construye enteramente con adoquines de granito Rosa Porriño. Una construcción que se presenta unida al entorno, como si siempre hubiera estado allí.

Avda. Añorga 40. Eduardo Torroja recibe en un principio el encargo de realizar la cubrición del frontón y una década después asume la labor de construir otro equipamiento deportivo: el bola-toki. Tal y como recoge su ficha arquitectónica, en ambos casos utiliza el hormigón para demostrar las capacidades técnicas y expresivas del cemento utilizado en el hormigón. En el caso de la cubierta del frontón, utiliza el hormigón en forma de una fina lámina de 5 centímetros de espesor; la principal característica de esta lámina es su perfil, de aspecto ondulado, de gran belleza y originalidad.

Luis Peña Ganchegui lleva a cabo el proyecto en un solar situado en el corazón de la Parte Vieja, que había surgido del derribo, en 1890, de los restos del antiguo Colegio de la Compañía de Jesús. «El programa del proyecto debía tener en cuenta la utilización del espacio para juegos populares -dado que éstos ya se realizaban en este lugar antes de la intervención-», recuerda su ficha. Se vale de un zócalo unitario, formado por el frontón preexistente situado en el perímetro de la plaza, el bola-toki y una serie de graderíos que, en conjunto, dotan al espacio de una escala uniforme y sirven de transición entre los diversos materiales y geometrías de su entorno.

Plaza Euskadi 1. Proyecto de Fernando Arzadún Ibarraran. El emplazamiento, la formalización expresionista y el color blanco de su fachada confieren a este edificio un especial protagonismo urbano. La composición pretende subrayar la importancia de la esquina que se enfrenta al río. Arzadun centró su esfuerzo en la composición de la fachada mediante dos mecanismos: por un lado, el contraste entre las líneas horizontales de los balcones y las verticales de las pilastras y sus antenas, y por otro, el juego entre volúmenes salientes y vacíos entrantes, que hacen difícil identificar una alineación de la fachada.