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El antiguo almacén de la UFG en Igara, en pleno proceso de demolición. E. F. N.
Un final grisáceo: cuento para un adiós
Donostia y sus arquitecturas

Un final grisáceo: cuento para un adiós

Almacén de la UFG. Despedida a un edificio patrimonio de la arquitectura industrial guipuzcoana

Estanislao F. Narbaiza

Miembro de la Comisión de Patrimonio del COAVN delegación Gipuzkoa y arquitectos colaborador del Docomomo Ibérico

Domingo, 23 de febrero 2025, 08:22

El 10 de marzo de 1982, era una noche especial. Iba a ser su último trabajo que además coincidía con una supersizigia planetaria única en el siglo (fenómeno que comprende la alineación de tres o más cuerpos celestes). Una asociación ultrasecreta ocultaba en su cuartel general un misterio que podría cambiar el mundo.

El cubil, un edificio de forma rectangular camuflado como almacén farmacéutico había sido construido por un arquitecto emergente nueve años antes. Se situaba en una parcela de más de 5.000 metros cuadrados en el polígono 23 del barrio de Igara. La parcela conectaba con dos enlaces viarios: la carretera norte y la carretera sur. Era prácticamente llana, con una ligera pendiente hacia una regata próxima. Libre de construcciones a su alrededor (insertado en un entorno boscoso en esa época) contaba con una articulación perimetral por el eje este/sur que permitía aparcamientos y giros para ejercicios de carga y descarga.

Los datos

  • Proyecto. Almacén de productos farmacéuticos UFG. Polígono 23-Barrio de Igara de Donostia.

  • Autor. Luis Peña Ganchegui (arquitecto). Javier Celaya y Ramón Ayllon (aparejadores).

  • Cronología. 1973-1974.

  • Uso actual. Actualmente se encuentra en fase de demolición y posterior reutilización. La nueva propuesta propone la conservación parcial.

  • Estilo. Movimiento Moderno. Incluido en el registro Docomomo Ibérico.

  • Más información. El EAI-IAE, Instituto de Arquitectura de Euskadi, acoge una nueva exposición del Archivo Peña Ganchegui titulada 'UFG de Igara: reutilización y demolición artísticamente consideradas' hasta el 9 de marzo.

Siguiendo su metodología y tras un meticuloso y profundo estudio, guardaba en su cabeza toda la información de aquel edificio. La arquitectura en general siempre le había generado interés, pero al preparar su plan de robo, la singularidad del mismo había llamado especialmente su atención.

Allí estaba esperando al transporte de las 22.30 horas. El vehículo se detendría en el acceso el suficiente tiempo para poder rodar y colgarse de sus bajos. Oyó el motor, llegó el momento, rodó y se sujetó… empezaba la función.

Algunos elementos del edificio original serán conservados. E. F. N.

A escasos centímetros del asfalto, repasaba mentalmente el plan mientras recorría la fachada sureste. El edificio, ligeramente diagonalizado, componía sus fachadas con muros ciegos de hormigón para las orientaciones norte y con muros translucidos de ladrillo de vidrio para las orientaciones sur. En la esquina sureste, articulando las fachadas de pavés, distinguió la zona restringida camuflada con aspecto de vivienda. Se situaba en la planta superior del edificio, sobre el porche de la entrada principal, al cual se accedía por una escalera metálica de caracol de carácter escultórico.

Durante el servicio nocturno, la afluencia de empleados era menor. Contaba con ello para poder deslizarse por el edificio sin llamar la atención. El vehículo se detuvo y se adentró sigilosamente dentro de la nave principal de almacenamiento. Aquel espacio conformaba casi la totalidad de la planta del edificio. El almacén alcanzaba la altura total hasta la cubierta, formalizada por cerchas metálicas y doble pendiente (una variante del tipo FINK belga), que permitían la iluminación cenital del espacio durante el día. La cubrición de la misma, de doble cristal, reproducía lo que parecían unas nubes, mientras que la estructura apoyaba sobre unos soportes metálicos cruciformes que le recordaban a unos que había visto en el pabellón de Alemania en Barcelona de un conocido arquitecto germano-estadounidense.

Por un momento, se imaginó lo que sería trabajar allí. Fantaseó con una luz de color gris perla, combinada con la utilización de formas geométricas sencillas y unos materiales constructivos esenciales (pavés, vidrio, metal y hormigón). El resultado invitaba definitivamente a la serenidad. Siempre había tenido el pensamiento de que los espacios desnudos y sinceros, en los que la luz y el aire son más importantes que los acabados, invitan a relaciones más profundas entre personas. En este caso, convirtiendo y transformando aquel espacio en una nave espiritual y no en un lugar fabril, en contraste de lo que parecía proponer, a priori, su aspecto exterior.

Volvió en sí y confirmó la información con la que contaba. La altura de la nave permitía, en la zona de fachadas translúcidas, un espacio propio para las oficinas y dependencias de dirección y consejo mediante techo intermedio, a la vez que se creaba junto a ellas una entreplanta de usos diversos (comedor, cocina, laboratorio, etc…). Localizó visualmente los dos accesos verticales que articulaban y comunicaban las oficinas con la entreplanta y la cubierta.

Para llegar a su objetivo, el corazón de la zona restringida, tendría que utilizar el montacargas para bajar al sótano y posteriormente recorrerlo hasta la escalera principal.

Muro curvo de pavés

Al subir por ella, recorrió el muro curvo de pavés que la confinaba. Una vez hecho el trabajo, esta misma escalera serviría como vía de escape a través de la cubierta. Alcanzó la entreplanta y desde allí accedió a su objetivo. Entró, busco la caja fuerte y la abrió. Allí estaba lo que había ido a buscar. En ese preciso instante oyó un ruido. Era el guardia de seguridad haciendo su ronda. Se había adelantado cinco minutos. Echó a correr por el pasillo hasta las escaleras y las subió desesperadamente tratando de alcanzar la cubierta plana. Al salir notó el aire en su rostro y vio cómo la luna llena iluminaba la cubierta como si fuera de día. El guardia que le pisaba los talones apareció justo detrás. En ese momento tomó una decisión desesperada: saltó por la barandilla que remataba la cubierta.

Aquella noche, durante la supersigizia, los nueve planetas no serían lo único que se alineó. La trayectoria de su caída coincidió con el transporte de las 23 horas efectuando su salida, que amortiguó la caída y le aportó una vía de escape. Finalmente, bocarriba sobre el techo del transporte miraba al firmamento sabiendo que el objeto del encargo estaba en su bolsillo.

Algunas noches, antes de dormirse, recordaba esa aventura y le gustaba pensar que aquel edificio sobreviviría lo suficiente para convertirse en aquello para lo que había nacido, en una pequeña joya de la arquitectura industrial patrimonio del Movimiento Moderno guipuzcoano.

Lamentablemente, durante estos días y coincidiendo con épocas carnavaleras, asistimos al travestismo de esta joya industrial, convirtiéndola en poco menos que una caricatura de lo que era. Poco se puede pedir ya a aquellos que durante su vida útil hubieran podido darle un trato mejor. Pero sin duda hubiera sido más piadoso ofrecerle un final más digno.

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