Más maniático era Abreu, las supersticiones de los jugadores de la Real Sociedad
Los jugadores txuri-urdines tienen sus rutinas, sus manías y sus supersticiones, como la inmensa mayoría de los deportistas
Las taquillas del vestuario de la Real Sociedad en Anoeta están numeradas de forma correlativa. De 1 al 25, pero la primera camiseta que los utilleros ponen los días de partido no es la de Álex Remiro. El motivo es que el portero navarro no quiere sentarse junto a la puerta. Es una de las muchas manías, supersticiones, costumbres o rituales que tienen los futbolistas, y los deportistas en general. Los jugadores de la Real no son la excepción.
No hay grandes maniáticos en la caseta. Desde luego, ninguno a la altura del 'Loco' Abreu, el delantero uruguayo que jugó en la segunda temporada de la Real en Segunda, reclutado por Juanma Lillo. Iba con una caja donde llevaba todo tipo de crucifijos, vírgenes, rosarios... Como no le dejaron jugar con el dorsal 13 (reservado para porteros), eligió el 18 e hizo que le pintaran una línea vertical que lo atravesara por la mitad, para que la parte derecha pareciera un 3. Solía portar algún rosario en la ropa y se echaba agua bendita antes de los partidos. Con una tiza, se pintaba cruces en las plantas de los pies. Hizo sus números, marcó once goles que no sirvieron para nada a la Real y se marchó al Aris de Salónica.
El libro 'Subcampeón' escrito por Zuhaitz Gurrutxaga y Ander Izagirre incluye muchas de las 'manías' del exjugador elgoibartarra. Su caso es diferente, ya que sufrió un trastorno obsesivo-compulsivo que le empujó a diferentes comportamientos 'extraños', que explica con enorme valentía y humor en su libro. No pisar la líneas del campo, cruzarlas con el pie derecho, limpiarse las manos...
El capitán, Mikel Oyarzabal, tiene un ritual de calentamiento. Siempre se queda el último y realiza cuatro disparos a portería. Se da la curiosidad de que el día de Osasuna falló los cuatro. Contra el Barcelona, en cambio, sí acertó. Tras ejecutar el cuarto lanzamiento, se retira a vestuarios realizando un sprint, que la grada suele acompañar con una ovación.
Pero algunas de esas prácticas son muy comunes entre los jugadores, supersticiosos por naturaleza. Por ejemplo, Sergio Gómez reconoce que da tres pasos con la pierna derecha antes de entrar al campo. La misma manía tiene Cristiano Ronaldo, que además debe ser el último de su equipo en saltar al césped. El exrealista Nacho Monreal también pisaba con la derecha en primera instancia. En su momento, el exportero realista Matthew Ryan aseguró que no tiene manías, pero que siempre se calza primero la bota derecha. Al revés de Paolo di Canio, que lo hacía con la izquierda... y no precisamente por sus ideas políticas, ya que era un fascista confeso.
Siempre se queda el último en el calentamiento antes del partido y realiza cuatro disparos a portería
Martin Zubimendi ha relatado en alguna ocasión que antes de que el árbitro pite el inicio del partido da cuatro saltos y hace el gesto de rematar de cabeza. Naturalmente, todos estos gestos carecen de cualquier lógica y de la misma manera que se empiezan a hacer se abandonan, así que la cosa va cambiando con el tiempo.
Aritz Elustondo, por ejemplo, los días de partido después de la charla táctica del entrenador se pone un café y se sienta en el banquillo mirando al campo, porque le relaja. Brais Méndez busca justo todo lo contrario: antes de cada partido bebe un Red Bull.
El utillero, hombre clave
La persona clave para que todas estas peculiaridades encuentren respuesta es el utillero, el encargado del material en los equipos de fútbol profesionales. Durante décadas, el encargado de esa tarea en la Real fue Mitxelo Olaizola. El lasartearra más de una vez confesó que «el más maniático de todos era yo».
Recordaba cómo iba a Anoeta en coche por el mismo camino si la jornada anterior la Real había ganado en casa y cambiaba de ruta en caso contrario. O cómo, jugando fuera de casa, si la temporada pasada la Real había ganado colocaba la ropa en el mismo orden, que invertía en caso de derrota.
Hay otra liturgia que respeta el utillero, una figura que ya no es unipersonal sino que se reparte entre varias personas. Las chancletas de los jugadores se colocan mirando a las taquillas, mientras que las botas se sitúan con la puntera mirando al centro del vestuario. Esta minuciosidad no se debe a una cuestión de manías, sino a la comodidad, ya que los futbolistas se ponen las chancletas cuando están de pie y se atan las botas sentados frente a la taquilla de cada cual.
Los rituales de los jugadores de la Real Sociedad son poco cosa en comparación con los que despliegan algunos de sus colegas. El portero Pepe Reina tiene que ir antes de cada partido a echar gasolina al coche y lo aparca en el mismo lugar. David Beckham revisaba las neveras de los asistentes en el vestuario. No podía soportar que dentro hubiera tres objetos iguales. Ni tres latas de Coca Cola, ni tres botellas de agua, ni tres botes de la misma mercromina... Si los encontraba, tiraba uno.
Precisamente por Beckham, Griezmann adoptó una costumbre que mantiene: jugar con camiseta de manga larga. El de Macon las usa incluso en los partidos de verano, tanto en su club como en la selección. Es tanto una pose estética como una superstición.
El gran delantero inglés Kevin Keegan no solo salía el último del vestuario, como Cristiano Ronaldo: se empezaba a vestir cuando sus compañeros ya habían salido, lo que más de una vez le llevó a presentarse al pitido inicial con las espinilleras en la mano o a medio terminar de vestir.
Mención aparte merece lo que se cuenta de Raymond Domenech, seleccionador francés en el Mundial de Sudáfrica de 2010. Varios de sus jugadores le acusaron de hacer los onces tras consultar el horóscopo de los jugadores y que estaba convencido de que la prematura eliminación de Francia se debió a que la alineación de las estrellas era desfavorable.
Y luego está Luis Arconada, con sus medias blancas que tanto dieron que hablar o aquella costumbre de no cambiar de camiseta cuando la Real ganaba. Pero aquello no eran manías. Ningún futbolista las tiene, todos dicen convencidos que son cosas sin importancia, que supersticiosos, los otros. A fin de cuentas, más maniático era Abreu.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión