El fútbol se inventó en Inglaterra pero se enmendó a orillas del Danubio. Contra la rigidez de la lógica posicional inglesa, se desarrolló un juego ... basado en la técnica, el movimiento y el pase, intelectualizado en los cafés del corredor Viena-Budapest-Praga. Si en las Islas era un fenómeno de la clase obrera, aquí el fútbol compartía protagonismo en las tertulias con las artes y las letras. Era un objeto burgués. La última expresión de la Monarquía de los Habsburgo, el Imperio Austrohúngaro, cayó tras la I Guerra Mundial pero la división en tres estados, Austria, Hungría y Checoslovaquia, no quebró un hilo teórico común, plurinacional y multiétnico, pero compartido.
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Como en todas las crisis, entre las ruinas imperiales floreció la creatividad. Las artes, la arquitectura, la literatura, la música. El fútbol. Aparecieron el análisis y la reflexión. El afán estetizante, armonioso, elegante, encajaba a la perfección con el decadentismo y la nostalgia de las glorias perdidas. El fútbol pasó a jugarse con el cerebro. Sin embargo, para no quedarse en algo vacío necesitaba el contraste con la realidad. Y lo tuvo. Vaya que sí lo tuvo. Por partida doble. Primero, con el 'Wunderteam' austriaco de los primeros años 30 y luego con los 'Magiares Mágicos' de los 50. Son dos de los grandes equipos de la historia del fútbol.
La Real juega hoy en Pilsen. Frente a la centralidad de Viena y Budapest en el Imperio, el fútbol checo siempre arrastró algo de períferico en la escuela danubiana, consecuencia de su posición geográfica en el extremo norte de esa línea civilizatoria. Por ejemplo, la FIFA admitía a Austria y a Hungría, pero no así a Bohemia. Su selección de fútbol no pudo disputar los Juegos de Estocolmo en 1912, donde en cambio sí participó en otros deportes (como en París 1900 y Londres 1908). Tuvo que esperar para disponer de su equipo nacional hasta la caída del Imperio Austrohúngaro en 1918. Desde 1920 en Amberes ya compitió como Checoslovaquia.
Varios futbolistas del gran Wünderteam austriaco de los años 20 y 30 eran checos vieneses, como Bican
También es verdad que no es fácil delimitar de dónde venía cada cual en aquel mosaico. Muchos checos se instalaban en Viena para desempeñar sus oficios y nadie sentía necesidad de distinguir si era bohemio, moravo, austriaco, croata, de Galitzia o tirolés. El Wunderteam era la selección de Austria pero en el equipo había checos y futbolistas de otras naciones.
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Por ejemplo, el gran Josef Bican, uno de los máximos goleadores de la historia –«en toda mi carrera marqué cinco mil goles. Tengo entendido que Pelé, contándole los de los entrenamientos, hizo 1.500. Eso me lleva a pensar que entre Pelé y yo no hay color», llegó a decir– era un checo nacido en Viena que jugó con la selección de Austria, luego fugazmente en la selección de Bohemia y Moravia durante la ocupación nazi y finalmente con Checoslovaquia. Es leyenda del Sparta de Praga.
La Real viaja a Pilsen, pero Praga es la capital indiscutible del fútbol del país, tanto en la etapa comunista como en la posterior. Es el cuarto equipo checo contra el que se medirá la Real, que se estrenó en Europa hace cincuenta años en la Copa de la UEFA contra el Banik Ostrava, que eliminó a los blanquiazules. Después jugó contra dos equipos de Praga, el Dukla en 1988 y el Sparta en 1998, y superó a ambos.
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Hace tiempo que el fútbol mundial ya no se piensa en Moravia y el Viktoria no es precisamente un heraldo de la escuela danubiana, con su juego de contraataque. Tampoco Pilsen es Praga. Aquí no se venera la cultura del café. Es una ciudad de trabajo, famosa por la cerveza y su fuerza industrial. Es la sede de Skoda. Pero en Pilsen, igual que en Donostia, la cultura importa. En 2016, la ciudad checa cedió el testigo de la capitalidad cultural europea a San Sebastián.
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