PSG 2 - 0 Real Sociedad
Europa sigue en el mismo sitioLa Real firma una obra de altura hasta que Mbappé impone el miedo y obliga a los blanquiazules a un todo o nada espectacular el 5 de marzo en Anoeta
La Real y el PSG andaban sin buscarse pero sabiendo que andaban para encontrarse. Desde el sorteo, sabían que el menos casual de los encuentrod casuales tendría lugar la noche del 14 de febrero, de forma inexorable. No sobre el Pont des Arts al final de la rue de Seine sino en el Parque de los Príncipes.
Al París que anoche visitó la Real peregrinó durante el siglo XX la bohemia del mundo entero. En busca de las musas, en busca de la gloria. Conformándose con cualquier hotel, cualquier habitación, cualquier almohada. «Sé que un día llegué a París, sé que estuve un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven», escribió Cortazar. Rompió los cuadernos viejos y empezó 'Rayuela'. La Real llegó a París y quemó todos sus papeles, consciente de que nada de lo hecho hasta ahora servía. Algo nuevo debía nacer ayer en el Parque de los Príncipes. Romper amarras, dejar atrás todo lo conocido, a familia y amigos, y buscar algo que ni siquiera se sabe si existe. Un lugar propio en Europa, la nueva frontera de la Real, el objetivo estructural en el crecimiento del club desde el principio de temporada. Otra final de Copa se ha cruzado en el camino, pero la gran empresa continental estaba ahí desde el primer día.
Salió la Real convencida de estar ante una misión. No se había cumplido un minuto y ya había probado a Donnarumma. Una declaración de intenciones. El discreto encanto de la burguesía, en su jardín. Nunca la Real se había presentado a jugar así a unas alturas como estas. El equipo de 1983 y el de 2013 salieron a ganar, y los pioneros lo consiguieron en Glasgow, pero el afán de estilo de este grupo es inédito. Sale al Parque de los Príncipes a demostrar que el equipo más parisino, más culto, refinado y europeo en el campo no es el PSG.
Media hora de partido y sigue jugando la Real. Minuto 45 y Merino revienta el larguero de un Donnarumma que mientras vuela solo puede rezar. San Genaro, patrón su Nápoles natal, le salva. Mbappé se va al vestuario negando con la cabeza. Zubeldia le ha dado un repaso, la Real sube a Montmartre con sus pinceles. La noche de París es extraña este 14 de febrero. Es azul y es blanca.
Va a empezar la segunda parte. El partido es un duelo europeo, con el modelo tradicional de trabajo y saber hacer que pasa de generación en generación frente al nuevo gran dinero. Estos asuntos filosóficos se dilucidan en París desde hace tres siglos. Las luces. En los cafés del bulevar Saint-Michel la gente posa las copas de Pinot Blanc, levanta los ojos de los libros y empieza a interesarse por un equipo que habla su idioma.
Sale a jugar la Real. Marca Mbappé.
Es un gol de registrador de la propiedad. Sin ideología, con Traoré lesionado. Kubo no habla francés, y gol. Un gol de tercera clase arruina una empresa de altas metas. El mejor jugador del mundo cambia el tema del partido, que pasa a ser el miedo. Falta media hora.
Todo tiembla, marca Barcala.
El París Saint-Germain no teoriza. Es un pintor realista, qué noche blanca y azul ni qué milongas. La noche de París se oscurece. La Real no se rinde y sigue jugando con la cabeza alta, pero el PSG es minucioso en su tarea de desmontaje de la esperanza. El 2-0 es una distancia sideral, mucho mayor que la diferencia en el relato. Pero Europa no se ha movido de sitio y sigue esperando a la Real. El 5 de marzo, todo o nada a corazón abierto. ¿Encontrará la magia?
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