¿Vuelve la identidad proletaria o es puro espejismo?

¿Regresa de nuevo la identidad proletaria en Euskadi después de años en los que parecía superada por la hegemonía de la clase media o ha sido un mero espejismo de verano? La pregunta asoma hoy en una coyuntura marcada por el auge juvenil de GKS y su discurso anticapitalista. ¿Hablar de los nuevos comunistas que quieren asentar unas «instituciones socialistas» es una reivindicación 'vintage', propia de la generación que alumbró fenómenos revolucionarios en los años 70 sin éxito? ¿O revela que algo profundo se vuelve a mover en el magma volcánico de la sociología de la izquierda de toda la vida?

Es aún prematuro extraer conclusiones, pero el renacimiento de la retórica marxista clásica ha sorprendido en esta Euskadi en la que hasta la histórica izquierda abertzale ha dejado de ser rupturista para amoldarse a las vías democráticas y parlamentarias. ¿Bolcheviques versus socialdemócratas? El viejo dilema. Lo que llama la atención, sobre todo, es que algunas de las voces más contundentes sean hijos y nietos de unas clases medias que se han asentado en Euskadi al calor del debate identitario, no en el de la dualidad entre reformismo y Revolución. El País Vasco no se asemeja ni por asomo a la Rusia de 1917. Urkullu no es Nicolás II. Y, sin embargo, la ideología de la polarización hace estragos.

El fenómeno no es privativo de Euskadi. El catedrático Antonio Gómez Villar ha publicado en 'Los olvidados' un ensayo sobre el asunto. En una época marcada por los intentos frustrados de transformación social, proliferan los discursos que acusan a la izquierda clásica de 'traicionar' a las clases trabajadoras con un reformismo que ha abandonado la lucha de clases y que ha sustituido al proletariado por las políticas de la identidad. Se rescataría del baúl de la historia el imaginario proletario por parte de quienes, sociológicamente, no lo son.

Gómez Villar hace una lectura de la aparición de esta 'izquierda reaccionaria', que reivindica el nombre de un proletariado inexistente, y que considera que los discursos culturales e identitarios de la izquierda –desde el ecologismo a la causa de los trans o el feminismo– están en el origen de la crisis de la lucha de clases.

La directora del Deustobarómetro social, la socióloga María Silvestre, tampoco hablaría de «identidad proletaria». «La identidad y la conciencia de clase social, tal y como se entendía y se defendía en el marxismo, hace tiempo que desapareció. Quizá sí estemos ante identidades más relacionadas con el precariado, entendido como esa clase o grupo social que no consigue despegar y forjarse una vida autónoma y un futuro porque ni siquiera el salario que perciben se lo permite. Vive en la incertidumbre, en la falta de certezas, en la rabia y la contestación», sostiene. Y sólo tendrá recorrido, «si consigue transversalizar la crítica, la protesta, más allá de iconos pasados y ortodoxos».

Para el sociólogo Ander Gurrutxaga, resulta difícil hablar de «una nueva identidad proletaria» en el actual contexto marcado por la tecnología, la fragmentación social, un relevo generacional discutido, una estructura demográfica decaída y una actividad política bastante inerte. Gurrutxaga ve «enigmas». De entrada, se pregunta cuál es su peso político real. «No lo conozco, nunca se han confrontado en las urnas», apunta. En su opinión, en la actual sociedad de redes se puede «aparentar tener un espacio comunicativo que, a la postre, no se corresponde con el peso político de las voces». Admite que es un 'revival' ideológico «sorpresivo».

Serían, opina, «marxistas jóvenes en un mundo dominado tecnológicamente, donde imperan las redes sociales y el capitalismo de vigilancia y casi todo el mundo se ha ido olvidando de la tradición que fundó el movimiento obrero de izquierdas». Se parece, opina, a un ajuste ideológico fuera, hoy por hoy, de los lugares comunes al uso y de los discursos vigilantes que se escuchan en las pugnas generacionales. Gurrutxaga duda: «No sé como van a movilizar a otras voces juveniles, enfrentarse con el capitalismo de vigilancia y conectar Tik Tok con la identidad proletaria». En su opinión, «el tiempo desvelará estos secretos pero la época no está para ellos», incluso aun cuando fueran capaces de abandonar el laboratorio de pruebas y movilizasen a las nuevas generaciones. «Veo más dudas que certezas», concluye.

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