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El público siguió con atención el último pleno de Eneko Goia el jueves en el Ayuntamiento de San Sebastián. Gorka Estrada
Batalla electoral

La 'tecla' donostiarra inclinará la balanza en la pugna de 2027

Las elecciones municipales se librarán en un campo emocional y de carismas personales, que rebasan siglas e ideologías

Alberto Surio

San Sebastián

Sábado, 18 de octubre 2025, 00:02

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a pulsión donostiarra se va a convertir en la tecla del éxito, una fábrica de emociones que puede resultar decisiva en las próximas elecciones municipales de 2027. La salida de Eneko Goia del puente de mando de Alderdi Eder y la llegada de Jon Insausti a la alcaldía el próximo 29 de octubre abren un nuevo tiempo y avivan el sentimiento de ciudad como una pieza clave que puede decantar la balanza en un reñido juego de equlibrios. Sobre una expectativa, que puede ser el alcalde no el que encabece la lista más votada sino quien obtenga en torno a a 14 concejales, la mayoría absoluta de la Corporación. Todo está abierto y el futuro no está escrito, que dirían los clásicos. Pero envolverse en la bandera de San Sebastián es siempre una estrategia eficaz en una campaña que pivote sobre la eficacia en la gestión. Odón Elorza, que fue alcalde durante 20 años, consiguió obtener como valor añadido más allá de las siglas socialistas, un notable respaldo electoral que incluía a votantes nacionalistas a pesar de la presión terrorista.

El PNV ha precipitado el movimiento de sucesión tras considerar Goia que había finalizado su ciclo tras una década en la alcaldía. El desgaste en la gestión ha sido un factor determinante y la consiguiente mella personal. En Donostia se han agravado algunos problemas agazapados tras el éxito del 'marco incomparable' y el gigantesco despegue turístico tras el final del terrorismo de ETA. La renta per cápita es la más alta de España pero el precio de la vivienda también se sitúa en cabeza. Los donostiarras tienen la sensación de que cada vez es más difícil que las nuevas generaciones puedan vivir en su ciudad.

La urbe, con más de 190.000 habitantes, se encuentra en plena transformación, al igual que otras capitales, que viven problemas similares. Una saturación turística que empieza a afectar a la calidad de vida, pero que a la vez es una fuente de progreso económico; un precio de la vivienda por las nubes; obras interminables en el centro de la ciudad y brotes de inseguridad en algunos puntos conforman un telón de fondo que explica la rapidez del cambio. Con la figura de Goia erosionada, los jeltzales necesitan tiempo para dar la vuelta a esta imagen tocada, dar a conocer a un nuevo perfil, el de Insausti, que proyecte relevo generacional y polarizar con EH Bildu para llevarse la mayor parte del sufragio templado en unas municipales en las que el voto de ciudad –ese que puede dar hasta tres concejales– y la abstención pueden ser elementos centrales. Y en las que también influyen los carismas personales de los candidatos y candidatas, sus estilos y su capacidad de transmitir empatía y proximidad.

El PNV no sabe si conserva o no el 'voto de orden' que logró Goia en 2015 para desplazar a EHBildu de la Alcaldía

El voto de orden

Goia ganó en 2015 tras la derrota municipal de EH Bildu y tras lograr rentabilizar el castigo electoral a Juan Karlos Izagirre. Una parte de la ciudadanía moderada de San Sebastián nunca llevó bien tener un alcalde de la izquierda independentista en la ciudad. Goia logró aglutinar entonces voto antiBildu tras cuatro años de alcaldía en manos de la coalición soberanista. El problema es que en este momento el PNV no sabe si conserva o no ese voto de 'orden' o comienza a perderlo. El PP, convencido de que existe un boquete en este espacio sociológico, fustigará para captar ese voto conservador y liberal que está cansado ya del PNV.

El contexto, ciertamente, ha cambiado. Aquel espíritu de reconquista ha menguado. EH Bildu, en buena medida, ha dejado de asustar en esas clases medias y si encontrase un perfil novedoso e integrador tendría serias posibilidades de ensanchar su base electoral, que sigue siendo muy firme y muy leal. Eso sí, Juan Karlos Izagirre tiene buena imagen entre los suyos, pero también suscita un voto de rechazo en el 'otro' electorado. El exalcalde entre 2011 y 2015 tiene la ventaja de que puede enarbolar la bandera del cambio y sintonizar con esa pulsión ante determinados proyectos polémicos que, en su opinion, contribuyen a una imagen elitista que no tiene nada que ver con la Donostia real y sus problemas.

La vieja tradición liberal de la ciudad, cada vez menos explícita pero que es transversal, planeará en la batalla donostiarra

Se supone que Jon Insausti empezará pisando fuerte para revertir el posible declive del PNV frente a esa EH Bildu pujante. Lo ha hecho a pesar del riesgo que conlleva. El PNVha ensayado una vía de sustituir a mitad de mandato que siempre ha empleado el PSE, sobre todo en Gipuzkoa. Lo hizo José Antonio Santano para sustituir a Alberto Buen. Lo hizo Cristina Laborda para suceder a José Antonio Santano. Lo hizo José Luis de los Toyos para sustituir a Iñaki Arriola en Eibar y Jesús Zaballos para sustituir a Ana Urchueguía en Lasarte-Oria.

El gesto de Donostia trata de demostrar que el PNVtiene cantera de futuro, y de propiciar nuevos referentes políticos, institucionales y generacionales y que no se ha quedado como un partido 'antiguo'.

El PSE cree que puede ser la gran oportunidad para recuperar que Donostia tenga una alcaldía socialista que reoriente el rumbo con ambición de ciudad. Deberá elegir si el cartel es Ane Oyarbide, Susana García Chueca, Denis Itxaso e, incluso, un independiente. Para ello tiene que dar en la tecla de la identidad donostiarra y, a la vez, sintonizar con el deseo de un cambio tranquilo. La vieja tradición liberal de la ciudad, cada vez menos explícita pero que permanece latente en cierto subconsciente colectivo. En esta encarnizada batalla envuelta en guante blanco y azul está en juego una mayoría transversal y silenciosa que es la que construye las victorias y las derrotas.

La 'centralidad' como objeto del deseo

El PNV sitúa este recambio en el marco de una estrategia en la que necesita visualizar que sigue anclado en la 'centralidad', la misma que le ha permitido ejercer de dique de contención de la presión radical. Un voto refugio que, paradójicamente, empieza a diluirse por efecto de la normalización de Euskadi. Los jeltzales sufren una triple tenaza: por un lado, el empuje soberanista de una EH Bildu que pisa fuerte entre las nuevas generaciones. Por otra parte, cierta desafección en un sector de centroderecha que le ve demasiado 'blando' o contemporizador en el eje izquierda-derecha en cuestiones como fiscalidad y seguridad. El tercer flanco de erosión del PNV es más silencioso y tiene que ver con la desafección de una parte de su electorado tradicional.

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