Sánchez y Feijóo capitalizan la polarización en la recta final de las Europeas
El debate de este lunes atisba una batalla correosa ya se hable de migración, Europa verde, agricultura o neofascismo
La recta final de la campaña europea comenzó este lunes con el debate televisivo a cinco. Fue un termómetro revelador de una tensión a flor de piel que se corta con un cuchillo como la mantequilla. Un combate de boxeo dialéctico con formato eurovisivo, con golpes al hígado sin miramientos. El tono agresivo anticipa la batalla correosa que se avecina ya se hable de migración, de la Europa verde, de la agricultura o del neofascismo ideológico. Sánchez y Feijóo capitalizan esta polarización, al menos en el primer caso, en detrimento de los socios de los que depende el futuro de la legislatura. Son las dos Españas machadianas en estado químicamente puro. Con poca poesía, por cierto.
Es la guerra psicológica. El PP, convencido de su fortaleza, sigue persuadido de que le va a pegar un estoque mortal al Ejecutivo y quiere convertir el 9-J en un plebiscito sobre la continuidad del Gobierno PSOE-Sumar. Feijóo sacó este lunes de la chistera la amenaza de la moción de censura si Sánchez fracasa en las urnas, en función del 'contexto'. Esa es la clave. Si la derrota es abultada, el PP pretenderá que se visualice el naufragio en el Congreso. Sería la primera moción, en las urnas. La segunda, en pocas semanas, será en el Parlamento. Los populares cuentan con un electorado muy rocoso. Pero no logran romper el muro de Vox. Esta variable les inquieta.
Los 'zurdos' y la 'remontada'
Los socialistas se han vuelto a envolver en el 'no pasarán' de la resistencia. Creen que las cosas están bastante más igualadas y piensan que crecen a su izquierda. «Hay empate técnico», dicen, no tanto por la última encuesta del CIS –que da la victoria al PSOE y que volvió a suscitar un volcán de reproches al director del instituto demoscópico, José Félix Tezanos– sino por la sensación de 'remontada' que dicen tener en sus actos. Diseñan una campaña emocional dirigida a movilizar todo el voto progresista con la amenaza de la ultraderecha rampante que viene. La consigna es clara. Que los 'zurdos' –como descalifica el argentino Javier Milei a la izquierda social– vayan el domingo a votar para parar la ola.
Se habla mucho del pacto migratorio, y este lunes saltaron chispazos en las intervenciones de Irene Montero, la candidata de Podemos, y Estrella Galán, la aspirante de Sumar, en sus críticas a Jorge Buxadé, de Vox. La disputa es feroz, voz a voz, boca a boca. Es cainita, con agravios que auguran malos tiempos para la lírica. Teresa Ribera y Dolors Montserrat se lanzaron más a las aguas del centro. Pero el tono de duelo se lo come y encona casi todo.
Por no hablar de los periféricos, que también sufren lo suyo. El PNV, fiel a la metáfora de las hemorroides de Aitor Esteban, sufre la situación en silencio, pero el momento es el que es y lo saben. El primero Andoni Ortuzar. El escaño de Oihane Agirregoitia está bastante difícil. Los votos canarios no lo garantizan y si el PNV sigue sin movilizar a todos sus electores tradicionales, en Sabin Etxesa no podrán descorchar la botella de champán. Todo está en el aire. Por eso se estrenará este miércoles Imanol Pradales, el futuro lehendakari. Lo hará en Barakaldo, un enclave del obrerismo en el que en los últimos años se ha registrado un curioso cambio sociológico. De ser bastión histórico del PSE a ser un feudo del PNV. El partido fundado por Sabino Arana en pleno corazón de la Margen Izquierda. Casi nada.
Mientras, pocos hablan de 'Se acabó la fiesta', de Luis 'Alvisse' Pérez, que concentra su imaginario populista contra la corrupción con medio millón de seguidores en Telegram. La candidatura puede entrar en escena y abrirle un boquete a Vox. Unas europeas con baja participación pueden ser la gran sorpresa si este 'outsider' logra trasladar su notable éxito en las redes sociales a las urnas. Todo está bastante más abierto de lo que parece a simple vista.
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