Un relevo empresarial bajo el estigma
El chantaje de ETA y la demonización de la figura del industrial proyectan aún hoy sus efectos tóxicos con la falta de recambio generacional al frente de las empresas vascas
El asesinato de Joxe Mari Korta puso en primer plano, de nuevo, el chantaje de ETA a los empresarios vascos y la venganza de la organización terrorista contra quien en su día se posicionó tajantemente con un claro 'no pagar'. «¿Cómo pudo pasarnos esto?». El empresario eibarrés Iñaki Zuloaga se hacía esta pregunta todos los días aturdido tras el asesinato de su amigo Sebastián Aizpiri a manos de ETA. La historiadora Idoia Estornés se había cuestionado lo mismo años antes. La coacción fue durante tiempo un ejercicio rutinario de mafia, en una sociedad carcomida por la intimidación 'en nombre del pueblo' en la que imperaban los eufemismos y los silencios cómplices.
El deterioro tóxico de los valores generó un caldo de cultivo perverso. La demonización de la figura del empresario vasco formaba parte del paisaje costumbrista. Aquel naufragio aún proyecta sus secuelas latentes en nuestros días. La actual falta de relevo generacional del empresario de Euskadi –también en la pequeña y en la mediana empresa– hunde sus raíces en este desprestigio. Además, en las nuevas generaciones se ha producido un gran cambio cultural en el que palabras como compromiso, responsabilidad, riesgo y autoridad son más difíciles de encontrar por múltiples factores. La apuesta es lograr un empleo en la función pública que proporciona una cómoda seguridad. La figura de los emprendedores con arraigo se ha debilitado. La llegada de los fondos de inversión extranjeros ha puesto la puntilla.
Pese al cambio de contexto que supuso la desaparición de ETA, aquella estigmatización sigue sin desaparecer del todo. Valores como el esfuerzo y el trabajo se ven desbordados por la simplificación y el maniqueísmo, plagados de prejuicios, aunque conviva con una zona de confort de clases medias. «Es necesario hacer frente a la demonización de los empresarios, una herencia asociada a l odio social generado por ETA y una herida que está mal cerrada», aseguró Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, en el Foro Empresarial de Gipuzkoa, organizado por DV el pasado 16 de mayo. Un «relevo generacional» que el lehendakari Pradales reivindicó como prioridad. «Debemos levantarnos del sofá y pasar a la ofensiva», indicó hace unos meses en otro foro organizado por este periódico.
En esta devaluación del empresario todavía hoy subsiste una cierta inercia en algunos movimientos sociales para convertirlo en chivo expiatorio, negándole su vinculación a la sociedad a la que pertenece y a la que aporta riqueza social mediante el empleo y los impuestos. Años después, el terrorismo que se financiaba del chantaje ha desaparecido. Una sensación de enorme alivio emerge sobre el horizonte y coloca el pasado -el remoto y el más inmediato– como un cataclismo ético.
Para la presidenta de Adegi, Isabel Busto, han sido «los empresarios a través de sus empresas los que han creado empleos de calidad y oportunidades de desarrollo personal y profesional». Comparte con Imaz que aquella presión, que convirtió al empresario en una diana social, «desincentivó el relevo generacional». Busto está segura de que las nuevas generaciones liderarán proyectos empresariales, combatirán los obstáculos «y apostarán por su país».
«Los empresarios han impulsado nuestro bienestar, debemos levantarnos del sofá y pasar a la ofensiva»
Imanol Pradales
Lehendakari
«Estoy convencida de que las nuevas generaciones liderarán proyectos empresariales y apostarán por su país»
Isabel Busto
Presidenta de Adegi
«Es necesario hacer frente a una herencia asociada al odio social generado por ETA contra los empresarios»
Josu Jon Imaz
Consejero delegado de Repsol
«Nos falta dar valor público y acompañar con hechos y decisiones a las personas que se animan a liderar iniciativas»
Javier Zubia
Cámara de Comercio de Gipuzkoa
Javier Zubía, director general de la Cámara de Comercio de Gipuzkoa, admite el problema del relevo. «No es fácil ser empresario por la importante carga de trabajo, responsabilidad y riesgo patrimonial que supone. Se debiera favorecer que las personas opten por esta responsabilidad y hay que tener en cuenta los diversos factores que influyen en la decisión. Uno de ellos es el reconocimiento y la valoración social del empresario. Es importante dar valor público, y acompañarlo con hechos y decisiones, a las personas que se animan a serlo».
Esta mirada hacia el futuro no implica olvidarse de algunas historias que aún no han cicatrizado. Muchos de esos industriales señalados y amenazados optaron por la intimidad para ocultar su tragedia oculta. Algunos ni lo contaron a sus seres queridos para no alarmarles. Todo para adentro, una especialidad 'guipuzcoana' de contener el sufrimiento.
Muchos de esos empresarios procedían del mundo baserritarra. Pasaron del caserío al taller y del taller a la fábrica. En algunos lugares, el desamparo fue muy crítico por parte de las instituciones. La niebla social de indiferencia lo envolvía casi todo. En Euskadi, la literatura sí ha abordado el fenómeno. La novela 'Patria' de Fernando Aramburu describía aquella atmósfera espesa y sórdida, como en su momento lo hicieran los escritores Ramon Saizabitoria y Raúl Guerra Garrido.
En el territorio de récords turísticos y de estrellas de restaurantes Michelin, con la gastronomía puntera y a la que llegan los Premios Nobel para promover el talento se propagó una enfermedad devastadora no hace mucho. La miseria moral convivía con el 'marco incomparable' con aparente naturalidad. Algunos hombres y mujeres que se envolvieron en la bandera de la dignidad combatieron la pesadilla y pagaron un enorme precio por ello.
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