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Dos surfistas, en la playa de la Zurriola de San Sebastián. LOBO ALTUNA

El largo despertar tras la pesadilla

Un claro despegue ·

El fin de la violencia ha cambiado a una sociedad con menos tensión identitaria, marcada por el auge del turismo y con la educación en valores como asignatura pendiente

Alberto Surio

San Sebastián

Miércoles, 20 de octubre 2021, 06:37

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Hace unos años, en un eléctrico debate en televisión, el escritor Mikel Azurmendi y el exparlamentario de EA Juan Porres se enzarzaron agriamente en una discusión. Mientras el debate subía peligrosamente de tono, les miraba atónito el abogado Paco Idiáquez, el que fuera en su día secretario general del PCE de Gipuzkoa. La discusión versaba sobre el papel del nacionalismo ante la violencia. Era un tiempo muy duro, ETA arreciaba en su presión terrorista.

Aquella crispación se ha rebajado considerablemente. La década sin ETA ha cambiado el país y ha permitido el despegue de otra Euskadi, más centrada en su agenda de cambio económico y social. Los problemas políticos, sobre todo el del encaje de Euskadi en el Estado autonómico español y el del debate de la autodeterminación, siguen abiertos, pero el marco actual del autogobierno goza de un alto grado de adhesión social, que interpreta que la profundización de la autonomía ha sido una clave en la puesta en marcha del modelo de bienestar vasco. El Concierto económico ha sido un instrumento decisivo en las políticas públicas desplegadas en el País Vasco en los últimos años. Con éxito, por cierto.

Una de las primeras derivadas de la desaparición de ETA ha sido la distensión del debate identitario. El conflicto ideológico se ha rebajado y la propia izquierda abertzale detecta un debilitamiento del 'latido nacional' en sus ponencias políticas. En este relajamiento inciden varios factores. En primer lugar, los cambios sociales, que poco a poco van diluyendo la tradicional frontera entre nacionalistas y no nacionalistas, sobre todo entre las nuevas generaciones. El tradicional antagonismo contra España de un sector del nacionalismo vasco ha perdido fuerza y el discurso del 'contencioso' ya no es el que era.

El paisaje ha cambiado y nos homologa a Europa, con una crisis demográfica en el horizonte inmediato

EL ENTORNO

La segunda variable que ha incidido en una cierta desmovilización emocional es la propia desaparición de la presión violenta. Euskadi se ha hecho mas 'laica', con todas las consecuencias, y la épica que suponía mantener en su seno el último terrorismo de Europa ha transformado el debate. El tercer factor han sido los gobiernos de coalición entre nacionalistas y socialistas, que han desdibujado la política de frentes que venía de Lizarra y de la época de la polémica por el plan Ibarretxe.

Eso no quiere decir que el país haya dejado de tener una mayoría sociológica nacionalista. El sentimiento vasquista, en especial en el plano cultural, es muy amplio. Los partidos que defienden el derecho a decidir mantienen su hegemonía y los partidos no nacionalistas se sienten interpelados a reconstruir su discurso de resistencia después del fin de ETA. Pero, incluso, la cuestión nacional, al menos tal como se entendía históricamente, se ha transformado. En lo positivo, el fanatismo se ha desactivado y la fuerza del mito ha perdido brillo, aunque los rescoldos del odio aún no han desaparecido del todo. La sociedad vasca valora sobre todo el bienestar económico y social y empieza a poner en cuestión algunas claves que tradicionalmente ha valorado respecto al sentido comunitarista. La gestión contra la pandemia ha sido un escenario de este cambio de hábitos, que conecta con la tendencia al individualismo imperante en el entorno. Las aplicaciones de internet para ligar han crecido espectacularmente en los últimos años y el botellón juvenil parece que ha venido para quedarse y nos hace iguales que los demás.

El sentido comunitario ya no es el que era y la sociedad vasca se ha hecho más individualista

LOS CAMBIOS

En esta sociedad tan homologable a la del resto de Europa nunca se rompieron del todo los puentes. No ha habido una separación entre dos comunidades, como en Irlanda del Norte, pero el debate sobre el pasado y sobre el cierre de las heridas sí exhibe sus aristas. La mayoría de los expertos coinciden en apuntar el riesgo de pasar la página demasiado deprisa.

Existe una cierta ansiedad en cicatrizar las heridas, aunque lo más saludable sería que primero se sanaran bien. La educación en valores es la asignatura pendiente. La Iglesia ha perdido peso de forma muy notable en los últimos años y el contexto dibuja una sociedad secularizada y muy permisiva en la que se detecta un serio problema en la educación para transmitir un relato anclado en la cultura democrática.

En la Euskadi del futuro el aurresku tradicional se va a bailar cada vez más a ritmo de bachata latina

LA INMIGRACIÓN

El despegue del turismo también ha sido una señal elocuente del cambio de paisaje vasco. No solo ha demostrado su peso creciente en el PIB de Euskadi sino que ha cambiado la fisonomía de las ciudades, ha afianzado la gastronomía como excelencia del país y ha encarecido la vida en las capitales, con un fenómeno que en Gipuzkoa se hace patente de concentración de la población en las localidades de la costa, sobre todo en San Sebastián.

En Euskadi las nuevas generaciones que salen del bachiller son formalmente bilingües y, aunque el euskera sigue avanzando en su conocimiento, el reto es su uso social. Como puntos débiles, la fuga de talentos de los jóvenes, un exceso de confianza en que la función pública es la panacea del futuro y un acelerado proceso de envejecimiento de la población. La otra cara de esa realidad es la inmigración, en especial latinoamericana, que retrata una sociedad cada vez más híbrida y mestiza en la que el aurresku se empieza a bailar a ritmo de bachata.

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