Un gesto «esperado pero insuficiente»

Amaia Guridi echa en falta la palabra «terrorismo» en la declaración de Arnaldo Otegi y asegura que lo único que comparte de su mensaje es que «nunca debió haber sucedido». La viuda de Santiago Oleaga, director financiero de El Diario Vasco, asesinado el 24 de mayo de hace 20 años, retrocede a 2011 y remarca que el mayor logro desde entonces es «que no haya habido un solo asesinato más». «Todos y cada uno fueron injustos e inútiles», añade. Guridi reconoce que «hoy se puede vivir más tranquilos», pero también cree que muchos vascos han olvidado lo que fueron aquellos años «tan duros y que no están tan lejanos en el tiempo».

Siente un «inevitable cóctel de emociones» ante el 20 de octubre: «Satisfacción por que ETA se ha acabado», pero también «pesar porque ya podía haber sido antes». Frente a los piensan que «esto ya ha pasado porque ya no hay atentados», apunta que, para las víctimas, «la ausencia se queda para siempre y es más profunda porque es una ausencia injusta». «No se me quita de la cabeza lo injusto que fue el asesinato de Santi. Igual que todos. ¿Cómo se puede matar a una persona?», expresa .

A Barbara Dührkop le falta aún «la condena expresa» de EH Bildu y Sortu de todos los atentados cometidos por ETA, pero también cree que «no hay que despreciar» la mención que ayer hicieron al sufrimiento padecido por sus víctimas. La exeurodiputada socialista Barbara Dührkop conserva enmarcada la portada que publicó este periódico al día siguiente del cese de ETA. «Fue un día para la esperanza», rememora. La viuda del senador del PSE Enrique Casas, asesinado el 23 de febrero de 1984 en su casa de San Sebastián, reflexiona sobre los diez años del cese de la banda terrorista y apunta que «para las víctimas parece que fue ayer porque está muy presente». Aprecia los cambios que ha habido, «que han permitido a tanta gente vivir sin escoltas». Pone en valor la libertad recuperada, pero «sobre todo que ya no tenemos que ir a funerales de víctimas».

Tiene la sensación de que «los victimarios todavía piensan que fue justificado». «Ahí hay que emplear la pedagogía, sobre todo con los jóvenes, a los que lo de ETA les parece la Edad de Piedra. Deben saber qu

Caty Romero, viuda de Alfonso Morcillo, sargento de la Guardia Municipal de San Sebastián asesinado el 15 de diciembre de 1994, confiesa que tiene una sensación «de paz, de tranquilidad, de que la cosa ha ido cada día a mejor» en los últimos diez años, pero también de que «la convivencia va a tardar mucho tiempo en reconducirse» porque todavía hay «mucho poso». Ayer, tras escuchar las palabras de Arnaldo Otegi, sintió «mucho dolor al pensar '¿cómo han tardado tantos años'. ¡El tiempo que hemos perdido!».

«Yo no voy a recuperar nunca a Alfonso. Perdí parte de mi vida. Ellos me pusieron en un mundo de soledad», se duele. Reconoce que las víctimas se han podido «liberar» del dolor que sentían cada vez que había un atentado, pero también tiene claro que no siente «agradecimiento alguno». Asegura que queda mucho por hacer. «Cuando oigo comentarios de que 'aquí ha habido daños por todos los lados', yo siempre respondo: 'No te digo que no, pero yo lo que sé es que nosotros nunca hicimos daño a nadie», describe. Si algo tiene claro es que prefiere estar «en el lado de las víctimas que en el otro lado», explica Romero.

Tras escuchar la declaración de Arnaldo Otegi en el Palacio de Aiete, Mari Paz Artolazabal sigue reclamando que «la verdad prevalezca y que la historia se escriba tal y como ocurrió para que las generaciones venideras sepan el pasado reciente de nuestro pueblo». La viuda de José Luis López de Lacalle, el columnista de El Mundo asesinado en Andoain el 7 de mayo de 2000, cree que el mensaje de EH Bildu y Sortu es «un paso muy importante» pero «deberían condenar todos las acciones de ETA». Si es verdad todo lo dicen rechazar, deberían contribuir a que no se hagan más 'ongi etorris' en plena calle».

Remarca que «la convivencia se basa en el respeto mutuo y la verdad, y en reconocer que lo que hicieron estuvo muy mal y nunca debió ocurrir».

Artolazabal reconoce que el cese ETA, que por fin pudo ser realidad el 20 de octubre de hace diez años, sigue siendo «un motivo de alegría para tanta gente que lo ha pasado mal y que hoy puede vivir con otra tranquilidad». Lamenta, sin embargo, que «para nosotros llegó demasiado tarde» y no olvida que «lo que ocurrió aquí fue tan terrible...».

Maixabel Lasa da la «bienvenida» y aplaude al mensaje de Arnaldo Otegi, «esperado y exigido desde hace mucho tiempo». «Es un paso muy grande, queda por ver cómo será la convivencia a partir de aquí, pero creo que intentaremos salvar los obstáculos que encontremos en el camino», asegura. Diez años después del final de ETA, la viuda de Juan Mari Jáuregui, el exgobernador civil de Gipuzkoa, del PSE, asesinado en Tolosa el 29 de julio de 2000, no tiene ninguna duda de que «estamos muchísimo mejor que en 2011» y pone un ejemplo muy gráfico de su propia experiencia vital: «Yo llevaba escolta y dejé de llevarla tras el anuncio del cese de ETA». Con el recuerdo de Juan Mari siempre en su memoria remarca que «él también sería tenaz en la búsqueda de la convivencia entre diferentes».

Lasa mira al futuro «con esperanza» y piensa que, «por supuesto, hay muchas cosas que hacer todavía, hay labores pendientes para mucha gente». Remarca que «hay muchas responsabilidades todavía porque no se ha sufrido solo el terrorismo de ETA, también ha habido otro tipo de terrorismos como el del GAL. Y los responsables de eso deberían contar la verdad».

Ana Iríbar asegura, ante las palabras de Arnaldo Otegi, que «lo único que le puedo decir es que colabore con la justicia. Él, que ha sido militante de ETA, que cuente todo lo que sabe y cumpla con su responsabilidad». La viuda del teniente de alcalde del PP en el Ayuntamiento de San Sebastián, Gregorio Ordóñez, reivindica «el derecho al cansancio frente a la falta de interés de la sociedad vasca y de nuestros representantes políticos para enfrentarse a las consecuencias del terrorismo antes y después de que ETA decidiera dejar de matar». Cree que «seguimos siendo un mal ejemplo para las generaciones futuras» y lamenta que se mire a las víctimas «con una especie de compasión mojigata». Iríbar considera que hay que recordar que las víctimas de ETA «somos el único colectivo de víctimas del terrorismo al que la sociedad en general, los políticos y todo el ámbito que nos rodea nos ha mirado solo para una cosa: para pedirnos que nos reconciliemos con el asesino y que le perdonemos». Remarca que el tiempo ha jugado siempre en su contra y recuerda que aún hay más de 300 asesinatos sin resolver y que «la asignatura pendiente y sigue siendo verdad y justicia».

Carmen Hernández valora «el paso adelante» verbalizado ayer por Arnaldo Otegi, pero cree que quienes secundaron las acciones de ETA lo que deben es expresar que fue «inadmisible, insoportable e injustificable asesinar y amenazar». La viuda del concejal del PP de Durango Jesús Mari Pedrosa, asesinado por ETA el 4 de junio de 2000, se implicó hace más de diez años en la iniciativa de víctimas educadoras en las aulas de colegios e institutos vascos, después 'Adi Adian', y es justo esa labor lo primero que destaca cuando se le pregunta por cómo está Euskadi diez años después del cese de ETA. «Hay mucha gente que estamos trabajando en crear caminos de convivencia, es muy positivo, se está avanzando, se está informando en los colegios de lo que ha pasado, de lo que nunca debiera haber sido y todo eso va creando un futuro mejor y un conocimiento para no vuelva a ocurrir», describe con satisfacción.

Hernández, que allí donde va expresa el respeto absoluto a todos los derechos humanos, asegura que aún queda mucho por hacer «porque sigue habiendo gente que sigue justificando lo que hizo». «Si es que no cuesta tanto decir que no se podía matar, extorsionar...», insta.

siga dando pasos». «A mí me falta que condene todos los horrores cometidos por ETA», reclama. Marian Romero considera que en los últimos diez años «hay cosas en las que sí se ha cambiado, pero en otras no», y apunta que si el paso dado por la izquierda abertzale es de verdad «deberían desaparecer los 'ongi etorris' públicos».

En su balance de los diez años del fin de ETA, Romero asegura que en un principio sí hubo pasos dirigidos a una convivencia más normalizada, pero en el caso de Arrasate, «el tema de las pancartas con las fotos de los presos ha ido a peor». Pese a todo, asegura que ya no le afecta tanto como antes, «porque con los años he aprendido a controlar todo eso».

La viuda de Isaías no entiende que pretendieran hacer una marcha en apoyo a Henri Parot y que no se pensara en que «había víctimas a las que afectaba ese tipo de cosas». Romero no está en contra de que se acerque a los presos de ETA a cárceles de Euskadi «porque para sus familias siempre será mucho mejor, pero lo que no se puede permitir es que se les homenajee en la calle. Que lo hagan dentro de sus casas».

No me parece sincero, primero porque llega tarde y segundo porque me suena a estrategia política», asegura Susana Ezkurra, la viuda de Patxi Arratibel, el empresario asesinado en Tolosa en plenos carnavales, un 11 de febrero de 1997. Le pregunta directamente a Otegi: «¿Cómo vienes a decirme, después de diez años, que vas a hacer todo lo posible...?. Si es verdad es muy fácil, empieza a decir quiénes son los autores de todos los asesinatos sin resolver como el de mi marido».

Una década después del fin de ETA, Ezkurra afirma que es «estupendo» que haya cesado, pero como le parece «tan terrible lo que ha pasado, aunque pasen diez años o veinte, va a seguir ahí». Ezkurra apela al Gobierno, «ahora que se habla de responsabilidad sobre la Guerra Civil, para que no se olvide de que hace solo diez años esto era un horror. Aquí no había una guerra, eran unas personas que mataban a gente porque no estaban de acuerdo con sus ideas». «Yo ni perdono ni olvido, veo a mis nietos y me muero de la pena de que mi marido no los haya podido conocer porque alguien decidió que a Patxi Arratibel había que darle dos tiros. Y me parece tan terrible que eso se olvide... No lo puedo entender», se duele.

Rosa Rodero reconoce su «sorpresa» por las palabras de Arnaldo Otegi. Asegura que es «un paso muy importante que haya reconocido el dolor y que nunca tenía que haber ocurrido». La viuda del sargento mayor de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea, asesinado por ETA en 1993, comparte que «era algo que estábamos esperando hace mucho tiempo».

Rodero repasa los diez años del fin de ETA y recuerda perfectamente los prolegómenos del 20 de octubre porque fue una de las personas que asistió a la conferencia internacional de Aiete. «No pensé que el anuncio iba a ser tan rápido, pero recuerdo que tenía la ilusión de que iba a pasar», evoca. Aquel día se hizo realidad algo que siempre había pensado: «Que mis nietos llegarían en un tiempo de paz». Pocos meses después, en febrero y en septiembre de 2012, nacieron sus primeros nietos, Alejandro e Iraitz.

Una década después de aquello remarca que «ya hemos visto que esto va en serio y lo importante es que siga habiendo avances». Cuando piensa en las tareas pendientes, se detiene en el tema de los presos, «no digo que se vayan a sus casas, sino que estén en cárceles vascas porque, a fin de cuentas, el que sufre no es el preso sino sus familias».

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