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Adi. Escenario perfecto de la berrea
La cima navarra (1.457 m.) es testigo de los duros encuentros entre los ciervos machos para demostrar su fortaleza y perpetuar su estirpe
El recién estrenado otoño ha comenzado a poner su gama de colores por los enormes bosques del valle de Aldude, Erro, Quinto Real. Preciosos rincones de Navarra en el que la brisa nos recuerda que los Pirineos se encuentran a tiro de piedra, mientras disfrutamos de unas espectaculares vistas de ambos lados de la muga. Sobre ellos se encuentra la cima elegida para la ruta de esta semana, la impresionante Adi (1.457 m.)
A nuestros pies, amplias zonas de pasto sirven de comederos para nutridos rebaños de ovejas que hacen milagros para encontrar alguna punta fresca de hierba. El verano seco de este año ha hecho estragos y el color marrón se impone en el suelo, donde los brotes escasean. Ese mismo color comienza a hacer amagos en las verdes hojas de las hayas, robles y demás árboles que pueblan los extensos bosques de Quinto Real.
Un paraje impresionante, clave en la historia del viejo reino de Navarra, que ya sus pobladores utilizaban para el pasto de ganado y la explotación maderera antes de la conquista de Castilla. Siglos después, el tratado internacional de 1856 que fijó la demarcación franco-española, dejó para el lado de Baigorri (Aldude) terrenos antiguamente litigados que administraban los vecinos de la vertiente S de los Pirineos. Sin embargo, Baigorri debería atender al pago de rentas anuales a los Navarros por el derecho a los pastos. Como destacan algunos historiadores, «la línea fronteriza se marca como una línea recta totalmente artificial entre los picos Isterbegi y Lindus sin que exista topografía que la justifique, siendo el resultado de fijar definitivamente el trazado entre España y Francia de manera definitiva hasta la actualidad».
El nombre de Quinto Real ya aparece mencionado en el diccionario topográfico de Bearn y del País Vasco de 1862, relacionándola con el consumo de bellotas de los cerdos en semilibertad que se criaban en la zona. A esto se le llamaba «derecho de quinto».
Ajenos, a todos los litigios que se llevaron a cabo para la partición de las tierras en uno y otro lado de la muga, sus habitantes salvajes han continuado poblando campos y bosques. Precisamente, durante las últimas semanas de septiembre y principios de octubre, sus mayores inquilinos, los ciervos, marcan el ritmo sonoro con su tradicional berrea. El sonido gutural es una demostración de poder de los machos que incluyen los berreos y luchas rituales. Junto a ese sonido gutural se puede escuchar el golpe intenso, seco de los cuernos de los enormes animales que luchan por lograr la victoria. La recompensa merece la pena. Aquel que se proclame ganador puede llegar a reunir harenes de hasta 50 hembras que perpetuarán así su genética.
Información MIDE
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Acceso: Para llegar a Sorogain debemos ir por la A-15 hasta Berriozar para después acceder a Villaba y seguir la N-135 hasta el abergue.
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Horario: El paseo desde el albergue de Sorogain hasta Adi ronda las cuatro horas a un ritmo tranquilo por preciosos bosques repletos de bonitos rincones junto a riachuelos.
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Distancia 10km
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Desnivel positivo 690 m
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Severidad del medio 3
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Dificultad orientación 3
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Dificultad del terreno 2
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Esfuerzo necesario 4
La presencia de los bellos animales, además de por el sonido de sus gargantas y el golpe de los cuernos, se puede detectar enseguida por las señales y rastros en los árboles y también en el suelo, aunque el terreno está muy seco este año y solo los expertos son capaces de reconocerlos.
Llama la atención el dato de que los ciervos poseen 1.000 órganos olfativos más que los humanos. Por la tanto, si el viento corre a su favor, son capaces de oler a casi un kilómetro a hembras o cualquiera que se acerque hasta ellos. Ese don extraordinario así su ansia de perpetuar sus genes hace que estén alerta constantemente con el único objetivo de obtener el gran premio.
Después, de la selección natural o de la suerte del más fuerte, las hembras tendrán un periodo de gestación que ronda los 235 o 250 días, para que a allá, por el mes de mayo, los nuevos cervatillos vean la luz. Cabe destacar que las hembras crían en temporadas alternas y normalmente, nace un único cervatillo de cada gestación.
Junto a ríos que desaparecen
Un cielo azul, en una fría mañana, nos presenta una hermosa estampa de Adi, una importante cumbre del Pirineo sobre el valle de Aldude, Erro, Baztan, Quinto Real... En su cumbre se encuentra el truncado vértice núm. 9221 llamado Adi, de cota 1456,734 m respecto a la base del pilar de observación sobre el que se encontraba el buzón, que en estos momentos brilla por su ausencia. Una pena.
En nuestra visita, unas cuantas rapaces merodean sobre nosotras mientras realizamos la ruta hasta la cima, donde varios rebaños de ovejas disfrutan de la paz que ofrece el lugar, bajo la atenta mirada de los enormes buitres que en ocasiones nos da la impresionan que podríamos tocar con la punta de nuestras manos, pero un enorme vacío nos separa de ellas. Sabedoras de ello, las enormes aves carroñeras nos ignoran y continúan su búsqueda desde el cielo.
Está recogido que «los pastores del valle de Aldude pronuncian el nombre de Adi con «h» aspirada, Ahadi, ortografía con la que ya aparece representada la cima en el mapa de Cassini del s. XVIII». Según el investigador Mikel Belasko, «seguramente -di es el clásico sufijo abundancial, aunque el elemento que le precede no ha podido ser identificado».
El monte Adi se encuentra entre varias elevaciones que superan los 1.300 metros de altitud: Pilotasoro (1.317 m.), plana y poco significativa elevación al S del monte Adi separada de este por el collado Gisarramon (1.290 m.) e Iturrunburu (1.332 m.), al E del Adi separado por el amplio collado Agatun (1.190 m.) delimitando por el N el barranco de Odia. Desde Pilotasoro el cordal sigue por el collado de Lizartzu (1.050 m.) hasta el Tiratun (1.217 m.), mientras que al N del Adi, el cordal sigue por Izterbegi muñoa (1.031 m.). En el espolón NNE de la montaña, a 1.125 m. de altitud, se halla la estación megalítica de Adiko soroa.
Bonito paseo desde Sorogain
Hoy hemos decidido acercarnos a Adi desde el refugio de Sorogain. Los paneles informativos de la zona y las abundantes señales que nos encontramos a nuestro paso nos ayudan a realizar la ruta. Solo debemos seguir las marcas rojas y blancas de GR que nos dirigen al collado de Adatun desde donde afrontamos a través de una pala con cierta pendiente la subida final para llegar a esta cima, icono para muchos montañeros de la zona.
Antes de llegar hasta allí, continuamos el marcado sendero que encontramos a nuestros pies, marcado por el paso de numerosos senderistas que nos han precedido en el mismo propósito. La caminata es un ascenso continúo por preciosos bosques plagados de rincones en los el musgo envuelve a ramas y árboles. Esperamos que en cualquier momento aparezca alguna lamia junto al río que aparece y desaparece, sorprendiéndonos en ocasiones con su sonoro caudal, mientras nos inunda con un silencio absoluto en otras.
Una vez en Adatun, toca subir la importante pendiente siguiendo la alambrada que nos conduce hasta la cima. De camino nos encontramos un búnquer de la línea franquista. El regreso podemos hacerlo el mismo lugar por el que subimos o siguiendo el camino que nos conduce hasta una pista forestal que a su vez nos adentra por un bosque de hayas que en cuestión de unos 4 kilómetros nos conduce hasta el parking del albergue.