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Arno: Entre encinares y un valle escondido
La discreta cima costera se sitúa sobre Olatz, un rincón precioso de Gipuzkoa que impresiona por su energía positiva y su belleza natural
El silencio envuelve al valle de Olatz. Un rincón bucólico en Mutriku en el que el tiempo se detiene y la sensación de permenacer en un lugar escondido nos impresiona. Sus caseríos, sus edificios religiosos, sus caminos, sus prados... nos trasladan a un valle encantado en el que cada escenario rezuma muchas historias de sus pobladores. Su presencia nos permite viajar en el tiempo, un tiempo muy lejano ya que hay constancia de la presencia de esos antiguos pobladores desde el Paleolítico superior.
Ese paseo temporal nos traslada desde este siglo XXI hasta hace unos 11.000 años, allá por los periodos del Mesolítico y Enolítico/Bronce. Así lo atestiguan los restos de cerámicas, puntas de flecha, raspadores y conchas perforadas... localizados en las cuevas de Jentiletxeta, entre otros. Quienes se han adentrado en ellas reconocen que las cuevas aún conservan algo de la energía de aquellas mujeres y hombres que las poblaron y utilizaron como sepulcro. En ellas descansan los antecesores de aquellos pobladores de la costa guipuzcoana. Los estudios realizados en las cuevas de Jentiletxeta nos llevan a 1927, momento en que Jose Miguel de Barandiaran estudió las cuevas de Jentiletxeta I, II, mientras que en 1997 fue estudiada la cueva III.
Según recoge Aranzadi en uno de sus estudios de la cueva mutrikuarra, en la que realizó las excavaciones pertinentes el fraile ataundarra, fue utilizada como lugar de enterramiento en épocas prehistóricas. J.M. de Barandiaran realizó la primera excavación científica en Jentiletxeta, donde, según destacó, «los restos humanos, en unión con el ajuar funerario de los dólmenes, parecen demostrarnos que esta cueva sirvió de sepultura al hombre prehistórico, lo cual es una novedad en la prehistoria vasca. La sepulturas eneolíticas conocidas en el país vasco eran de tipo megalítico. Desde ahora deberá pensarse también en grutas sepulcrales, cuya investigación sea quizá tanto o más interesante como la de los dólmenes».
INFORMACIÓN MIDE
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Acceso: Para llegar a Olatz desde Mutriku hay que tomar la carretera GI-3562, que tras unos 4 kilómetros nos deja en el parking de la ermita.
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Horario: El paseo desde la ermita ronda las 2,5 horas a un ritmo muy tranquilo. Interesante para realizar en familia. Interesante llevar un track si no se conoce la zona.
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Distancia 8.5km
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Desnivel positivo: 455 m
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Severidad del medio: 2
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Dificultad orientación: 2
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Dificultad del terreno: 2
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Esfuerzo necesario: 2
Piezas únicas que engrosan el arcón de tesoros prehistóricos que nos ayudan a dar forma a la manera de vivir de aquellos hombres y mujeres.
El valor de los alrededores de Arno cuenta con otro factor natural muy particular que hace que se convierta en una Zona de Especial Conservación. Hablamos de los encinares de Arno. Sus encinares cantábricos hicieron que fuera declarada en 2013 por. Este espacio pertenece a la Red Natura 2000, una red europea para la conservación de la biodiversidad.
Es sabido que las encinas son propias de un clima más mediterráneo. En Gipuzkoa se han conservado en laderas calizas de mucha pendiente con muy poco suelo y baja disponibilidad de agua como las de Arno convirtiéndolas en unos bosques únicos. Árboles de todos los tamaños y formas se extienden por las 1.011 hectáreas que ocupan en la costa guipuzcoana. Dentro de toda esta extensión que ocupan las encinas costeras destaca un ejemplar único, el de Korostola. Según los expertos, un relicto de cuando estas tierras estaban prácticamente cubiertas de frondosos encinares. La Naturaleza es caprichosa y dicha encina crece sobre la propia roca. Esa es su estrategia para adaptarse a los esqueléticos suelos calizos del monte Arno.
Un paraíso natural en el que es habitual encontrar el rastro de jabalíes, uno de los animales mejor adaptados a la espesura de los encinares. Son bajos, rápidos y tienen una piel dura como la lija, por lo que las hojas en punta de las encinas no les suponen un obstáculo y, en cambio, le suministran abundante alimento.
Desde el barrio de Olatz
La riqueza natural e histórica de Arno (618 m.) impresiona, incluso, en una jornada apagada de invierno. Sobrecoge el silencio del bosque, la magia que envuelve al valle de Olatz y la paz que nos inunda mientras caminamos por pistas forestales o senderos.
Aparcamos junto a dicha ermita y emprendemos el recorrido de esta semana hasta Arno, monte que da nombre a un pequeño y abrupto macizo calcáreo. Comenzamos siguiendo la pista hormigonada que pasa junto a varios caseríos. La pista gira a la derecha y tras un repecho desembocamos en la carretera (PR-Gi 47). A unos 40 metros a nuestra izquierda vemos, al otro lado del asfalto, un paso en la alambrada con un poste señalizador. Seguimos el marcado sendero unos 5 o 6 minutos hasta llegar a un collado donde seguimos la pista que sube por la derecha. En un árbol vemos una cruz con las marcas de pintura, pero continuamos por ella hasta de manera ascendente en un buen tramo. La pista se convierte en un camino más estrecho, pasando después a ser una senda que seguimos. A lo largo de gran parte del recorrido no encontramos las habituales marcas de pintura. Solo vemos unas marcas rojas/naranjas sin decoloradas, pero el paso de numerosos senderistas no guía hasta alcanzar la cruz de Arno (601 m.) tras haber atravesado varios cierres. Una vez en la cruz de Arno vemos el buzón y disfrutamos de las vistas en las que destaca la fuerza del azul del cielo y el mar mientras una fina niebla decora la costa.
Tomamos la senda que se adentra por el bosque de encinas y pinos con la intención de ir a la cima de Arno seguimos el cordal en dirección Sur. Al poco se bifurca la senda has ta llegar a una señal que indica Arnoko gurutzea, tomamos a la derecha para pasar por el 'crómlech' moderno.
Seguimos bajando y pasamos por el collado Zazpileizeta. Vemos las marcas rojas, blancas y amarillas del GR y PR. En una de estas marcas pintadas en un árbol tenemos que tomar una senda, con marcas azules de pintura, que sube por la izquierda para acceder a la cima de Arno o Bandera (618 m.). En la cima tenemos un vértice geodésico y un buzón.
Volvemos por la misma senda al punto anterior y seguimos bajando a la izquierda. Es una larga bajada, pero agradable. Pasamos por un precioso paraje entre pinos y justo tras atravesar un paso entre rocas (Senda Derecha) tenemos que abandonar el GR y el PR para continuar por una senda a la derecha. Llegamos a otro cruce de pistas (Derecha 4) donde dejamos la que traíamos y vamos por la derecha. Seguimos bajando y en el siguiente cruce (Izquierda) tenemos que tomar el ramal de la izquierda para pasar al poco rato por una borda en ruinas.
Seguimos bajando y tras varias revueltas llegamos a un arroyo, en una zona de acopio de troncos de pinos, donde enlazamos con la (Pista) de hormigón que da acceso a los caseríos más altos de Olatz. Son 1,5 kilómetros los que nos restan para llegar a la ermita de San Isidro. Seguimos la pista por la derecha y tenemos bonitos prados a ambos lados. También pasamos junto a la granja Sakoneta y sus grandísimos pabellones donde puede haber hasta 30.000 visones blancos americanos.
Tras una bajada llegamos a nuestro punto de partida tras algo menos de tres horas de bonito paseo y podemos redondearlo tomando algo en la terraza del restaurante Zelaieta.