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Winston Churchill, en 1943, haciendo el signo de la victoria frente al 10 de Downing Street. AFP

Churchill, la Historia la escriben los vencedores

Ha quedado en la memoria colectiva como uno de los grandes prohombres del siglo XX, pero su trayectoria presenta numerosas sombras, como un inmenso y poco conocido genocidio

Ion M. Taus

San Sebastián

Lunes, 18 de junio 2018, 06:26

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«La historia será generosa conmigo, puesto que tengo la intención de escribirla«. Contundente y profética frase pronunciada por Winston Churchill, que ha quedado en la memoria colectiva como uno de los más grandes políticos del siglo XX, autor de las más célebres citas, Premio Nobel de Literatura y héroe de la II Guerra Mundial.

Ya lo decía George Orwell en su famoso libro '1984': «La Historia la escriben los vencedores», y en este caso la sentencia no puede ser más cierta, ya que la grandeza de la imagen que nos ha llegado de Churchill dista bastante de lo que sentían por él sus coetáneos, y sus sombras quedan patentes si se profundiza un poco en su dilatada trayectoria política. Represor y autoritario en tiempos de paz, elogioso con Hitler y Franco, responsable de millones de muertes de inocentes...repasemos su acciones y decisiones más polémicas.

Como ministro, matanza en Galípoli y armas químicas

Como ministro de Interior, antes de la Primera Guerra Mundial, ya comenzó a granjearse antipatías en la población, cuando mandó al Ejército a reprimir los disturbios ocasionados por una huelga minera en Gales en demanda de mejores condiciones laborales. La prensa de la época tacho la actuación militar de «brutal», según el biógrafo Alan Moorehead. También tuvo gran notoriedad en el asalto de la calle Sidney, donde el atraco a una joyería por parte de un grupo anarquista desenvocó en tres policías asesinados y una batalla urbana. Allí se presentó Churchill. No se sabe con exactitud si hubo un incendio fortuito o fue provocado a orden del ministro, pero el caso es que Churchill no permitió que los bomberos extinguiesen el incendio, para que los criminales se viesen obligados a salir del edificio, pero estos se negaron y murieron calcinados.

Ya durante la Gran Guerra, fue nombrado Primer Lord del Almirantazgo, el encargado de controlar la Marina Británica. En ese puesto cometió uno de los errores que más lo persiguieron. Ante la inmovilidad del frente occidental en su guerra de trincheras, Churchill ideó crear un nuevo frente en Turquía para frenar al imperio Otomano y así poder usar el Mar Negro como vía de contacto con la aliada Rusia. Sin embargo, la falta de organización y experiencia por parte de los británicos, la operación fue un gran fracaso que provocó la muerte de 250.000 soldados británicos. Churchill comenzó a ser llamado el 'Carnicero de Galípoli' y fue destituido de su cargo.

Soldados de infanteria británicos saltan de la trinchera en Galípoli.

Tras unos años en el Ejercito, en 1919 volvió al Gobierno como ministro de Guerra, puesto en el que se encontró con una rebelión bolchevique en Mesopotamia. Para terminar con ella, ordenó el uso del gas mostaza, sobre el que afirmaba: «No entiendo esta aversión al uso del gas. Apoyo firmemente el uso del gas venenoso contra tribus incivilizadas». 10.000 civiles fueron asesinadas en ese ataque

Simpatía por Hitler, Franco y Mussolini

Aunque Churchill se ganó su fama luchando contra Hitler en la II Guerra Mundial, en numerosas ocasiones le dedicó elogios. Aseguraba que merecía admiración «por el coraje, la perseverancia y la fuerza vital que le permitieron desafiar, desobedecer, conciliar y superar todas las autoridades y resistencias que se interpusieron en su camino». Además, afirmó que«si se abatiera sobre Inglaterra un desastre nacional, rogaría al Cielo que enviara un hombre del coraje y la fuerza de Adolf Hitler». Mostraba gran simpatía también por Benito Mussolini por su lucha contra los comunistas italianos. Lo consideraba un «gran político» y aseguró que de ser su compatriota, «habría estado de su parte».

«Si se abatiera sobre Inglaterra un desastre nacional, rogaría al Cielo que enviara un hombre del coraje y la fuerza de Adolf Hitler »

winston churchill

Su animadversión al comunismo lo llevó también a ponerse del lado del bando golpista liderado por Franco durante la Guerra Civil Española. Aunque él en sus memorias afirmaba que se mantuvo neutral en el conflicto español, el historiador Francisco Martínez Hoyos explica que Churchill «creía que la contienda se había producido por una degeneración del sistema parlamentario, de forma que la democracia acabó por desembocar en una revolución en manos de los comunistas. Churchill, con toda sinceridad, admitió que no podía sentir la menor afinidad con unas gentes que le habrían matado a él, a su familia y a sus amigos de haber sido españoles. Su antipatía hacia los 'rojos' llegaba hasta el punto de negar el saludo al embajador republicano en Londres. Incluso osó proponer el reconocimiento oficial de los sublevados. Solo cambió de postura cuando la suerte del conflicto estaba ya decidida a favor de los rebeldes: advirtió entonces el peligro que representaba un gobierno que haría causa común con alemanes e italianos».

II Guerra Mundial, genocidio en Bengala

Durante la II Guerra Mundial, ya como primer ministro, llegó el momento más oscuro de la trayectoria de Churchill, un auténtico genocidio en la India, que ha quedado en un rincón olvidado de la Historia. Mientras Hitler cometía el suyo en Europa, el británico, con sus acciones y omisiones, se convirtió en el responsable de la muerte de al menos tres millones de bengalíes.

La tragedia se puso en marcha cuando Reino Unido decidió enviar buena parte de la producción de arroz de Bengala a los frentes de guerra durante 1942, pese a que no hay constancia de que hubiera problemas de abastecimiento en los lugares donde los ingleses luchaban contra el Eje. A esto se sumó el hundimiento de barcos británicos para impedir que fueran apresados por los japoneses, junto a la conversión de tierras de cultivo de la India en aeródromos. Todo ello motivó un significativo descenso de producción de arroz en la India. Hubo protestas que fueron brutalmente reprimidas y los que trataban de asaltar los depósitos del ejército británico fallecían tiroteados. Además, los partidos indios fueron ilegalizados y se llegaron a ejecutar a más de 2000 dirigentes rebeldes.

«Odio a los indios. Son un pueblo de bestias con una religión bestial. El hambre es culpa suya por reproducirse como conejos»

Winston churchill

Entre mayo y junio de 1943, según Christopher Bayly y Tim Harper, la hambruna, con el visto bueno de Churchill, comenzó a arrasar Bengala. Miles de personas morían de inanición cada día. Las aldeas y ciudades de la región se llenaron de cadáveres. La situación fue tan brutal que supervivientes llegaron a relatar casos en los que se comían al primer familiar que fallecía, para así poder sobrevivir. Según el periódico británico Staseman, se tiraban tal cantidad de cadáveres a los ríos que llegaron a formarse «deltas de huesos» en algunas zonas.

Cuando Churchill recibía informes sobre la escasez que se vivía en Bengala, éste respondía, con su socarronería habitual, que si eso era cierto, «¿por qué Gandhi no se ha muerto todavía?». Además, aseguró: «Odio a los indios. Son un pueblo de bestias con una religión bestial. El hambre es culpa suya por reproducirse como conejos «.

Así, provocó una hambruna en la que murieron entre 3 y 5 millones de personas, a espaldas de la opinión pública europea. El historiador Anthony Beevor califica a esta política como el episodio «más vergonzoso y escandaloso» del Imperio Británico en su Historia. Gracias a diarios locales como Staseman y al periodista Ian Stephens, que publicaron lo que estaba ocurriendo en Bengala, Europa y Reino Unido tuvieron conocimiento del exterminio que se estaba provocando en la India.

La hambruna provocada por los ingleses fue devastadora para los habitantes de Bengala.
Imagen principal - La hambruna provocada por los ingleses fue devastadora para los habitantes de Bengala.
Imagen secundaria 1 - La hambruna provocada por los ingleses fue devastadora para los habitantes de Bengala.
Imagen secundaria 2 - La hambruna provocada por los ingleses fue devastadora para los habitantes de Bengala.

La opinión pública británica y norteamericana quedó en estado de shock. Y los enemigos de los aliados usaron la hambruna de Bengala como propaganda. Fue así como, Churchill, responsable directo de ello, dio marcha atrás, permitiendo el abastecimiento en Bengala. Esto, unido a la ayuda de EEUU y a donaciones de países latinoamericanos, permitió que las muertes en Bengala fuesen descendiendo.

Represión, fiascos militares y derrota electoral

El 'holocausto' de Bengala no fue el único punto negro de Churchill durante la guerra. En su propio país, aprobó una ley de emergencia que recortaba las libertades civiles, con la que cualquier persona podía ser encarcelada sin juicio previo en caso de que mostrara afinidad por el enemigo. Esta ley se aplicó con bastante ligereza, y gente que mostraba derrotismo o cierto criticismo con la actuación del Reino Unido acabó detenido. De hecho, a un hombre de Leicestershire que dijo en un pub que no sabía cómo Gran Bretaña ganaría la guerra se le condenó a dos años de cárcel.

También erró en varias ocasiones como estratega, como cuando envió a sus tropas para apoyar a Grecia, cuando esta ya estaba perdida. Este envío de efectivos afectó sobremanera a las campañas militares en África, donde el Afrika Korps de Rommel hacía estragos en las fuerzas aliadas. Harold Alexander y Bernard Montgomery lograron convencer a Churchill con la victoria de El Alamein para que dejase las estrategias militares a los expertos. Sin embargo, el primer ministro volvió a hacer de las suyas al enviar una fuerza naval sin cobertura aérea a Singapur, donde el Prince of Wales y el Repulse, fueron hundidos por los japoneses, dejando un saldo de 840 muertos.

Finalmente, aunque para la Historia ha quedado como un salvador, sus propios electores le dieron la espalda al finalizar la guerra. Churchill sufrió una debacle en las elecciones de 1945, obteniendo solo 188 diputados frente a los 394 de los laboristas. Numerosos historiadores coinciden en que los británicos lo veían como un hombre fuerte de guerra, pero un pésimo perfil para gestionar la paz. Martínez Hoyos asegura que «no prestaba atención a los asuntos cotidianos del país. Por otra parte, empezó a realizar declaraciones alarmistas. Advirtió que, si ganaba la izquierda laborista, el país se vería en manos de una nueva Gestapo». Además, los británicos«deseaban un cambio, una sociedad nueva. Churchill, con su conservadurismo, se oponía a las aspiraciones de renovación. Por eso sufrió una derrota espectacular».

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