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Carmen Martín, Lara Troncoso, Olatz Arbelaitz y Aitziber Agirre. DV
Emakumeak Zientzian

Vida más allá de la ciencia

En el Día internacional de la mujer y la niña en la ciencia, cuatro investigadoras hablan de su trabajo y también de sus aficiones, porque fuera del laboratorio hay mucho que hacer

Javier Guillenea

San Sebastián

Domingo, 11 de febrero 2024, 08:11

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Este domingo se celebra el Día internacional de la mujer y la niña en la ciencia, cuatro investigadoras hablan de su trabajo y también de sus aficiones, porque fuera del laboratorio hay mucho que hacer.

Carmen Martín Nanogune

«No quiero que las ciencias sean mi vida y nada más»

Carmen Martín, en su laboratorio.. DV

Carmen Martín ha llegado hace poco a Daejeon, en Corea del Sur. Le aguardan cuatro meses de estancia para desarrollar su proyecto de doctorado en el instituto avanzado de ciencia y tecnología Kaist. «Lo que quiero es medir las propiedades magnéticas individuales de multicapas. En una muestra que tiene distintas capas a escala nanométrica, ser capaz de separar la información magnética de cada una de ellas», explica. «Las medidas que se hacen ahora se realizan con modelos y se obtiene la información con fórmulas. Yo quiero medir las capas directamente para que no haya ningún problema de interpretación. La idea es que sea una herramienta que puedan usar otros investigadores que tienen un enfoque más aplicado», añade.

Tiene 25 años, es de Valladolid y en 2019 hizo prácticas de verano en Nanogune. Parece ser que no se le dio nada mal, porque cuando terminó le propusieron hacer el máster y el doctorado en el grupo de nanomagnetismo del centro de investigación donostiarra. Es joven, está empezando a transitar el camino nómada de los investigadores, que les lleva de país en país hasta que algún día se asientan.

A Carmen le gusta la ciencia, pero no solo. «Me gusta el deporte en general, dibujar, la fotografía, leer», afirma. Del deporte lo que más practica es correr. «El año pasado quedé la tercera en categoría junior en la Lilatón». En Corea no ha dejado de correr, lo que le ha venido muy bien para conocer a gente en sus primeros días de estancia en el país. «El otro día me crucé con un grupo de coreanos que estaban corriendo, les dije que si podía correr con ellos y me respondieron que sí».

Con sus nuevos amigos coreanos tras un entrenamiento. DV

Tras el doctorado llegará el posdoctorado y la estancia en algún otro país. Carmen es consciente de que a medida que avance en su carrera científica tendrá que renunciar a algunas cosas. Está dispuesta a ello, pero hasta un límite. «No quiero renunciar a ver a mi familia, a quedar con amigos, a ir al cine el miércoles, que es el día del espectador; no quiero renunciar a todo eso por seguir avanzando en mi carrera científica. No quiero que las ciencias sean mi vida y nada más. Yo espero que haya un equilibrio y poder encontrarlo», dice.

Lara Troncoso Biomagune

«Somos personas normales con aficiones normales»

La ciencia es una de las pasiones de Lara Troncoso. LUSA

La investigadora predoctoral Lara Troncoso investiga en Biomagune la detección de sustancias metabolitos. «Son sustancias que producen las células y que nos dan información acerca de los distintos estadios en los que se encuentran. Estos modelos celulares buscan reproducir el comportamiento de un tumor, en este caso el de mama, para ver cómo responde a las drogas que le añadimos», explica. Y también hace cerámica.

«Me gusta mucho hacer tazas, vasos o platos. El año pasado fui a cuatro cursos de cerámica», dice Lara, que ve un punto de conexión entre ambas actividades. «A veces se dice que en la investigación escribes una página en blanco en el límite de lo que se conoce y genera conocimiento, pues en la cerámica generas una pieza que es tuya, única y que nadie podría hacer de la misma manera».

«La investigación supone hacerte preguntas todo el rato, por eso es difícil desconectar»

Lara rechaza la idea de que los investigadores viven ensimismados en su tarea. «Somos personas normales que tenemos aficiones normales, como salir a dar un paseo o ir de tiendas. Quizá haya una pequeña diferencia respecto a otras ocupaciones. «Este trabajo te atrapa más que otros, no se puede asimilar a un trabajo al que le dedicas ocho horas. La investigación es un reto constante, supone hacerte preguntas todo el rato, por eso muchas veces es difícil separarla de tu vida cotidiana». Cuando puede trata de desconectar. «Yo toco el piano desde pequeña y lo sigo tocando en casa, también me gusta mucho salir a pasear por la montaña. Los fines de semana me suelo escapar para dar paseos por la naturaleza. Cuando salgo del laboratorio dedico mi tiempo a pasear y despejarme».

Lara es de Galicia, donde estudió, ahora está en San Sebastián y tiene claro lo que le aguarda en el futuro. «Sé que cuando acabe el doctorado los siguientes tres años los voy a pasar en el extranjero.Hay que renunciar a muchas cosas, el tema de la maternidad lo tienes que retrasar y tienes que estar dispuesto a estar lejos de tus padres, que pueden necesitar tu ayuda». A la pregunta de si está dispuesta a hacerlo, Lara duda. «No lo sé, no tengo claro qué haré después. Mi vida personal va a pesar mucho en mi decisión».

Olatz Arbelaitz Informática UPV/EHU

«Lo que hacemos es un trabajo como otro cualquiera»

Olatz Arbelaitz , en su despacho de la Facultad de Informática. LOBO ALTUNA

En la Facultad de Informática de la UPV/EHU ha habido un retroceso. A finales de los años 80 era una carrera en la que estudiaban tantas alumnas como alumnos, pero con el paso de los años este equilibrio ha cambiado. «Hoy en día está muy masculinizada. Trabajamos mucho para atraer a mujeres, pero nos cuesta. No llegamos al 20% y hemos tenido años peores, incluso por debajo del 10%».

Olatz Arbelaitz, profesora de la facultad e investigadora, desconoce el motivo de este retroceso. «Se ha hablado del cambio de nombre del grado, que ahora es Ingeniería Informática, pero yo no creo que sea eso, me parece que es algo más sociocultural», dice. Lo que sí sabe es que «es una pena porque en este ámbito hay un montón de trabajo. Las chicas están perdiendo una oportunidad pero también la sociedad, que está perdiendo que esas mujeres propongan soluciones».

En la vía ferrata Sorrosal. DV

Está especializada en técnicas de aprendizaje automático. «En este momento estamos trabajando sobre todo en la aplicación de estas técnicas al entorno de la salud. Tenemos algunos proyectos alrededor del párkinson o del alzhéimer y también trabajamos con señales del cuerpo para detectar situaciones de estrés y demás en gente que tiene dificultades para comunicarse», dice.

La investigación y la docencia se llevan buena parte de su tiempo, pero no todo. Cuando se le pregunta por sus aficiones no sabe muy bien por dónde empezar. «Soy de Errenteria y vengo todos los días en bici a trabajar, me gusta el monte, voy un montón al teatro y al cine, y me gusta bailar, siempre he dicho que en la próxima vida me gustaría ser bailarina. Yo creo que hay que transmitir que lo que hacemos es un trabajo como otro cualquiera. El objetivo es compaginarlo con tu vida».

Olatz se opone a la idea de que para recorrer el camino de la ciencia hay que ser, como menos, una persona especial. «Lo que se nos proyecta son heroínas y héroes, pero de esos hay tres, no se nos señala a los demás. La ciencia es un trabajo en equipo y hay un montón de personas que seguramente no salen en la foto. Si viéramos toda la gente normal que hay en la ciencia, nos sorprenderíamos».

Aitziber Agirre Elhuyar

«Tuve que decidir entre vida personalo ciencia»

Aitziber Agirre, en la sede de Elhuyar. ROYO

Tanto desde la ciencia como desde la comunicación transmitimos la idea de que los científicos tienen tal pasión por la ciencia, que por encima de todo son científicos y no personas de carne y hueso con una vida propia, con sus gustos y problemas. Eso hace que mucha gente no quiera dedicar toda su vida exclusivamente a la ciencia. Por eso terminan por dejarlo y muchas veces son mujeres», dice Aitziber Agirre. «Como yo, que tuve que elegir entre tener familia o tener ciencia», añade.

Aitziber se formó como bioquímica, hizo la tesis doctoral y se dedicó varios años a la investigación hasta que le llegó el momento de tomar una decisión. «La ciencia me exigía llevar una forma de vida que yo no quería para mí. Me exigía, por ejemplo, estar cuatro años en Estados Unidos. Tenía que dejar a mi familia, mis amigos y mi pareja, yo estaba en una edad en la que quería tener hijos y la ciencia me dificultaba poder llevar una vida normal. Tenía que decidir y al final dejé la investigación».

en una excursión por el monte, una de sus aficiones. DV

Lo dejó, pero no del todo, porque se dedicó a la comunicación científica. Ai-tziber es responsable del área de cultura científica de Elhuyar. Tiene tres hijos, vive en Orio, le gusta cantar, leer, andar por el monte y, sobre todo, bailar.«Siempre he sido muy bailarina y ahora empiezo a tener tiempo para dedicarme a eso».

«Cuando yo contaba a otros lo que estaba investigando notaba una distancia entre ellos y la ciencia que no sabía muy bien de dónde venía». Aitziber trabaja para reducir esta distancia, y para ello considera importante eliminar ciertas imágenes preconcebidas. «Debemos ser capaces de hacer ver que los científicos son personas normales, que la ciencia tampoco es tan perfecta sino que comete errores. Transmitir la ciencia desde la humildad nos acercaría mucho más».

Y también serviría de algo no tratar como heroínas fuera de lo común a las mujeres que destacan en el mundo de la ciencia. «No son heroínas en ningún sentido, sino personas normales. Esa visión de que los científicos son muy inteligentes a muchas personas les deja la sensación de que no son capaces de alcanzar ese nivel. Eso perjudica mucho a la ciencia».

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