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Iñigo Oronoz, junto a su barco en Orio. MIKEL FRAILE
«En un temporal quedas tan rendido que te duermes hasta de cuclillas»

«En un temporal quedas tan rendido que te duermes hasta de cuclillas»

Confesiones... de un arrantzale ·

Iñigo Oronoz lleva 30 años dedicados a la pesca y a la mar, una «droga» que no piensa alejar de su vida

Estrella Vallejo

San Sebastián

Miércoles, 5 de septiembre 2018

Quizá le recuerden porque en 2014 fue quien capturó un rape de 40 kilos a treinta millas de Pasaia. Aun en momentos de felicidad, como buen arrantzale, es parco en palabras. Habla lo justo. Ni qué decir tiene cuando se le pregunta por recuerdos del pasado lejano o de las emociones que le brotan al estar tantos días en soledad en medio de la nada.

De no ser por la ausencia de barba y su voz algo más aguda, su manera de expresarse a cualquiera podría recordar a Karra Elejalde en 'Ocho apellidos vascos'. Sobre todo por la efusividad milimétricamente medida con la que confiesa que esta profesión le ofrece alegrías y penas a partes iguales. Pero cuando pronuncia 'la mar' –y lo hace de forma reiterada– las palabras toman una textura diferente, como si las envolviera un halo de orgullo.

Historia

  • Su peor momento. Un temporal de mar y viento hace años. Estaba junto a su padre a diez kilómetros de la costa gallega, pero el temporal de fuerza 9-10 no les permitió llegar a tierra hasta pasados dos días y medio.

  • Lo más duro. La distancia. Aunque se dedica a la pesca de bajura, pasa el 70% del año fuera de casa y eso le ha costado dos separaciones.

Iñigo Oronoz tiene 48 años y lleva tres décadas dedicándose a la pesca de bajura. «Bajura gezurra», dice, porque pese a lo que se crea, «el 70% del año» lo pasa lejos de casa, en el barco, en medio del mar.

No entró en este mundo por casualidad. Es la tercera generación de arrantzales en su familia, aunque no era en absoluto su intención. «Yo hice bachiller y estuve a punto de estudiar Derecho», subraya. Pero por aquella época su padre construyó un barco nuevo y... «¡mecachis en la mar, si tengo la escuela en casa!», exclama. El hecho de no tener en casa ningún referente que se hubiera preparado para abogado y por una cuestión «de practicidad», se volcó en la pesca.

Como un niño con zapatos nuevos apunta que cada vez le gusta más, entre otras cuestiones, por el espíritu competitivo y el ambiente que hay en la mar «para demostrar cada uno su valía a uno mismo y a los compañeros. Es una gozada», sostiene.

Durante el invierno se quedan por la zona de Francia, unos tres o cuatro días fuera de casa, tratando de pescar rape. En primavera, es el momento del verdel, que aunque aparece frente a Hondarribia, suelen seguirlo hasta Gijón «porque hay semanas que el pescado está más desplazado a Oeste», y en verano, es época de los túnidos y «llegamos a estar hasta 17 días fuera de casa». Es una de las partes malas de ser pescador. «Una desgracia», dice. «Pero es lo que hay». A fin de cuentas, lleva familiarizado con esta vida desde pequeño. Es lo que ha visto en casa y aunque le resulte duro, no le ha cogido por sorpresa.

Recuerda cuando regresaba su padre de esa mar que tanto admira. Nada más entrar por la puerta o verle llegar sabían perfectamente cómo había ido la pesca. Iñigo lo asemeja a cuando te toca la lotería. «Si la marea era buena llegaba eufórico, hablaba, pero cuando no pescaba, o no lo suficiente, llegaba retraído, serio, sin ganas de hablar». Lo normal, dice, teniendo en cuenta que con una mala marea no había ingresos y las facturas debían pagarse igualmente.

Uno de los momentos más angustiosos lo vivió en el barco pesquero junto a su padre. Un temporal se les vino encima a 180 kilómetros de Estaca de Bares (Galicia) y aunque cualquier mortal hubiera descrito aquel momento de una forma más trágica, e incluso rozando el melodrama, Iñigo se remite a contarlo como si se tratara de ir a por el pan un día de lluvia y sin paraguas: «Un temporal de fuerza 9-10 indeterminada. ¿Sabes? Una ciclogénesis de estas guay que estando a 10 horas de tierra tardamos dos días y medio en llegar. Lo pasamos mal». Pero pese a todo lo que les ocurriera, la única conclusión que se aventura a ofrecer es que el ser humano es capaz de adaptarse a cualquier situación y que «el cuerpo es muy inteligente». «Con un temporal de fuerza 10, cuando te quedas rendido, te sientas de cuclillas, donde sea, y te quedas roque tu horita».

En la misma línea, resta importancia a esas largas horas sin pesca en las que hay poco que hacer. La distribución es la siguiente: dos pescadores hacen guardia en cubierta, otro en el puente de mando y los tres restantes se dedican a ver una película que se hayan llevado en el disco duro, y matiza, «en la tele de 52 pulgadas». «Hay tiempo de ocio y de pescar, aunque leer, leemos poco la verdad, porque entra el sueño», dice entre risas.

Muchos días lejos de casa

Iñigo reivindica que la pesca de bajura es más dura ahora que hace años porque, aunque no se vayan «hasta Groenlandia», los días alejados de casa son cada vez más numerosos. Y eso repercute directamente en las relaciones familiares que no son fáciles de conservar. Prueba de ello es que acaba de separarse por segunda vez. «Se lleva muy mal porque la gente se acostumbra a lo bueno, al dinerito, a la tela marinera pero no a lo malo», afirma.

Pero los problemas de tierra son menos malos cuando Iñigo consigue tener uno de esos días redondos. Esos en los que coge mil bonitos, nueve toneladas de verdel o 1.500 kilos de rape. La experiencia la define como un chute de adrenalina. Aunque posteriormente vengan días más amargos, «siempre te acuerdas de lo bueno». «Puede que pases catorce días jodido y el 15 recojas lo de los 14 anteriores». Y esa noche, asevera, «da igual que tengas que echarte a dormir en el palo de proa porque dormirás más a gusto que cualquier otro día».

Vigilancia excesiva

Las nuevas tecnologías han permitido a los arrantzales no tener que quedarse en tierra durante semanas por la llegada de un temporal y poder saber cuándo habrá alguna ventana de buen tiempo que puedan aprovechar.

Pero tan beneficioso es tener herramientas para no dejar pasar buenos momentos, como perjudicial que sus barcos puedan estar localizados en todo momento. «Cuando tú, como periodista, vas hacer una entrevista ningún otro medio de comunicación sabe dónde ni con quién estas», pone como ejemplo para explicar que con páginas web similares a www.localizatodo.com «los pesqueros franceses o irlandeses ya ni se molestan en buscar los bancos de pescado y se limitan a seguirnos». En el mundo de la pesca, observando la velocidad, el rumbo y la forma de navegar se puede deducir qué hace cada barco, por lo que «tenemos poco margen para aprovechar las zona de pesca».

En su listado de reproches, además del mal uso de las nuevas tecnologías, se encuentran las cuotas de pesca que les establecen, como el caso del bonito, que «nos están robando cuota para dárselo a otros países», denuncia.

No obstante, para Iñigo la mar es como una droga que ni puede ni quiere abandonar. Su próxima salida no la desvela. Es «top secret», dice. Allí donde esté el pescado, allí estará con su Gaztelugatzeko Doniene.

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