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Las diez noticias de la jornada
El veterinario Manuel Aguilar, en la sala de exploraciones en Zoocan. SARA SANTOS
«Un perro no puede ser vegetariano por mucho que se empeñe su dueño»

«Un perro no puede ser vegetariano por mucho que se empeñe su dueño»

Confesiones de... un veterinario ·

Manuel Aguilar lleva casi 40 años dedicados a los animales de compañía. A todos. Gatos, perros, arañas, serpientes, tortugas...

Estrella Vallejo

San Sebastián

Lunes, 27 de agosto 2018, 20:59

Manuel Aguilar es como el hombre que susurraba a los caballos. En un primer contacto su voz grave puede recordar a Constantino Romero, pero su tono serio, pausado y no excesivamente locuaz guarda mayor similitud con Eugenio pronunciando su famoso «Saben aquel que diu». Con su timbre, este veterinario es capaz de amansar a las fieras, aunque con una risa, también pausada, subraye que la suya no es en absoluto una profesión peligrosa. «Los perros no atacan sin avisar previamente», indica.

Como es lógico, le encantan los animales. Raro sería lo contrario después de casi cuarenta años en su despacho del paseo Colón donostiarra, en el centro Zoocan. Por su consulta han circulado cientos de mascotas de las de toda la vida, pero también exóticas. Cuando termina la jornada laboral, regresa a casa y allí le espera su gato, un animal que considera más adecuado «para los que no tenemos mucho tiempo».

Historia

  • Lo peor. sacrificar animales. Reconoce que es un momento al que no se acostumbra y le resulta aún más doloroso cuando tiene que hacerlo porque el perro presenta episodios de agresividad que con buena educación podían haberse evitado.

  • La anécdota. Un «loro amazonas» se pasaba el día imitando su voz a la perfección cada vez que le veía.

Como sucede en muchas parejas, el principal problema entre un dueño y su mascota es la comunicación. Por eso cuando un «paciente» entra por la puerta, lo lleva a la sala de exploración y se guía sobre todo por los síntomas que observa. Una vez en el habitáculo –aquí viene la curiosidad– si tiene que pesarlo prefiere cogerlo en brazos, aunque disponga de una báscula grande específica para ello. Ningún problema cuando se trata de un Yorkshire Terrier de tres kilos, pero un Pastor Alemán de 50 ya son palabras mayores. De momento, sus sesiones en el gimnasio le mantienen a salvo, pero asume que algún día «me dará un tirón, seguro».

Claro que cogerlos en brazos también forma parte de su estrategia para establecer límites y hacer entender a los animales que «eres tú el que toma las decisiones». «Los perros están intranquilos si se delega en ellos la autoridad, necesitan saber quién manda», aclara.

La comunicación con las mascotas es uno de sus puntos fuertes. Les habla cuando quiere recompensar su buena actitud y se calla para indicarles, a través de su indiferencia, que su comportamiento no está siendo el adecuado. Concepto fácil, sencillo y para toda la familia, al menos en la teoría, porque en la práctica rara vez se cumple. «Se suele educar a los perros corrigiéndoles si hacen algo mal, cuando lo que hay que hacer es premiarles cuando se portan bien». Insiste en que magia hace la justa pero lo cierto es que consigue ponerle las gotas a un can de forma aparentemente fácil, cuando para su dueño es toda una odisea.

La confesión de una dueña

Aunque para episodio inquietante el que vivió hace unos días. La dueña de un perro se sentó frente a él en el despacho y con cara de «tenemos que hablar» le hizo la confesión: «Le tengo que decir una cosa porque creo que, al ser el médico, tiene que saberlo. Le estoy dando al perro comida de casa», le dijo la mujer liberándose de su secreto.

Lo que Aguilar relata como anécdota divertida tiene un trasfondo que no le agrada en absoluto. La moda humana de considerar la comida ecológica como el no va más de la alimentación saludable está empezando a traspasar la barrera canina. «Los perros son carnívoros, a pesar de que algunos dueños quieran hacerles omnívoros o vegetarianos», recuerda.

La nueva corriente que pasa por alimentar a los canes con comida ecológica o casera, implica volver a los hábitos de los años 80, expone, y «pueden volver a surgir casos de raquitismo, problemas de crecimiento, etc.». Explica que un cachorro «crece a una velocidad de vértigo», por lo que en caso de alimentarlo de forma «casera» es necesario suministrarle suplementos o vitaminas para compensar las propiedades que no consume con la comida hecha en casa, a lo que estos dueños se suelen negar por considerarlos «químicos».

Si el perro está en pleno crecimiento desaconseja este tipo de alimentación, aunque una vez que ha terminado su periodo de crecimiento, estas dietas «pueden ser más factibles», siempre que esté supervisada por un veterinario. Recomienda consultar a profesionales y no fiarse «de lo que ponga en internet o en páginas de ecologismo. No es fácil convencer a un vegano o vegetariano que esa dieta no es saludable para su perro, pero es que ciertamente no lo es», insiste.

Tortugas en Cristina Enea

Las modas, además de influir en la forma de alimentar a las mascotas, también determinan el tipo de animal de compañía a adquirir. Sea la mascota que sea, «tener una en casa se ha convertido casi en una necesidad. En algunos casos consumista y en otros porque la sociedad está un poco deshumanizada y la gente necesita compañía». La pasión que se despertó por el Bulldog francés hace unos años ya ha se ha suavizado y por el momento no avista nuevas razas de moda en el horizonte, aunque por lo visto, sobre todo en entornos urbanos, los gatos van ganando posiciones y se hacen los reyes de cada vez más hogares.

El apartado de animales exóticos también está bastante parado, aunque si tuviera que decantarse por el más adquirido serían las tortugas de Florida, que «cuando crecen y cogen un tamaño importante, la gente las abandona», según le han indicado recientemente en el parque de Cristina Enea. Una cuestión que por otro lado no es recomendable, «porque suelen ser especies más dominantes que pueden acabar con otras autóctonas».

En cualquier caso, nada que ver con el «boom» de hace unos años «cuando se veían iguanas, loros, guacamayos, serpientes, arañas...» y casi siempre con el mismo problema. «No, no he tenido ni conozco casos de serpientes que se han escapado del terrario y que han supuesto una amenaza», aclara entre risas antes de continuar con la explicación. «Vienen porque el hábitat en el que los tienen no se ajusta al estado de vida natural de los animales y surgen problemas de desnutrición, entre otras cuestiones».

Como buen apasionado de los animales, si Aguilar tuviera que escoger la peor parte de su profesión sería sin duda cuando llega el momento de sacrificar a algún animal. «Procuro olvidar los momentos desagradables», dice con tono aún más serio. «Se hace aún más duro cuando ese desenlace llega por unos episodios de agresividad que ya suponen un riesgo para la familia y que con una buena educación podían haberse evitado. Es algo a lo que no te acostumbras», confiesa.

En estos 36 años dedicados a la veterinaria, cientos de mascotas han pasado por su mesa de exploración. Y si hiciera memoria, casi con total seguridad, sería capaz de recordarlos. Sin ahondar demasiado en sus recuerdos, le viene a la mente un «loro amazonas» que murió hace unos años y que le tenía fascinado. Cada vez que sus dueños lo llevaban a la consulta de Manuel «se partían de risa» porque empezaba a hablar y bailar. «Tuvieron que pasar varias consultas para darme cuenta de que cada vez que me veía imitaba mi voz a la perfección. Era un loro muy gracioso», recuerda.

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