«Mi mujer, embarazada, y mi hija de cuatro meses me esperan en Francia»
Abdulai Camara, guineano de 30 años, llegó a Irun tras pasar el confinamiento en Granada. Su familia logró cruzar la frontera antes
Natural de Guinea Conakri, Abdulai Camara se cobijaba en la música que salía de sus cascos, de color azul, mientras esperaba la llegada del ... autobús de Hendaia. Lo hacía sin quitarse la mascarilla en ningún momento. Le ha costado más de un año salir de África, ha vivido el confinamiento en un dispositivo de la Cruz Roja en Granada, y no quiere desaprovechar la oportunidad de cruzar a Francia desde Irun. Quiere hacerlo «lo antes posible».
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Ya ni se acuerda de todo lo que ha vivido desde que salió de casa, o quizá ha optado por olvidarlo haciendo uso de la conocida como memoria selectiva. «Me ha pasado de todo desde que empecé a atravesar el desierto. He vivido momentos muy duros. Después me tocó cruzar el Mediterráneo». Lo hizo en patera, como la mayoría de los migrantes que llegan a Euskadi, según reconocen desde Cruz Roja.
En ese tiempo en el que duró el viaje desde Guinea a España «me pasó de todo, pero al final conseguí llegar a Granada», explicaba en francés bajo la atenta mirada de sus compañeros, que, como él, ayer se encontraban en Irun de paso hacia su ansiada Europa.
Cuando se decretó el estado de alarma, Abdulai, de 30 años, se encontraba en Granada. A unos 130 kilómetros de distancia, en Málaga, su mujer, embarazada, y su hija de cuatro meses pasaban también el confinamiento. «Tan cerca y tan lejos a la vez».
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«Ellas ya han conseguido cruzar la frontera. Están esperándome en Lyon», señalaba con un tono más optimista. Solo cuenta los días para poder abrazarles de nuevo, quizá ya sean horas lo que quede para ese momento. «Tengo muchas ganas de reencontrarme con ellas. Esto se está haciendo muy difícil», aclaraba.
Ayer por la mañana dio el primer paso, el de subirse al autobús de línea dirección Hendaia. Si no ha habido contratiempos, puede que ya esté en Francia. Varios compañeros intentaron pasar sin éxito, pero él confiaba en poder lograrlo. «Tengo que estar con mi mujer y mi hija», aclamaba. Su camino termina en Francia, pero no el de todos los migrantes que ayer le acompañaban. Muchos se habían conocido en los distintos recursos que tiene Cruz Roja en España. Hasta Francia prosiguieron su viaje juntos, pero cada un tiene una vida que continuar.
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