«En dos minutos teníamos el agua por los tobillos»
Torrente ·
Los locales de la avenida de Ategorrieta, en Donostia, se vieron afectados por el río que bajó por la cuesta de Jai AlaiJAVIER GUILLENEA
Lunes, 16 de mayo 2022
Fue cuestión de minutos, el tiempo que tardó el día en oscurecerse y pasar de un primer amago de lluvia a una tormenta torrencial de lluvia y granizo que trastornó la tarde en San Sebastián y obligó a muchos conductores a buscar refugio para ellos y sus coches en los túneles de las carreteras. Fue una buena medida. Después del aguacero se veía por las calles a gente limpiando sus vehículos del agua que había entrado dentro.
La repartidora Lucía y dos de sus compañeros estaban dentro del local de Telepizza de la avenida de Ategorrieta cuando todo empezó. El establecimiento está ubicado frente a la cuesta de Jai Alai, que se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en un río que chocó con el edificio que encontró a su paso. Fueron momentos de caos. Comenzó a entrar agua por la puerta delantera y también por la trasera, que da a un pequeño patio por debajo del nivel de la calle. No sabían qué pasaba ni lo que podía pasar. «No sabíamos si el agua seguiría subiendo», explica Lucía, mientras retira los restos del desastre con todos los compañeros que han aparecido para ayudar.
«En dos minutos teníamos el agua por los tobillos. Nos hemos descalzado y nos hemos puesto bolsas de plástico en los pies. Alguien gritó 'cerrad la puerta, cerrad la puerta', pero no se podía cerrar». El agua seguía entrando y subiendo hasta alcanzar una altura máxima de unos treinta centímetros, lo suficiente como para sobrepasar los enchufes de las paredes. Se fue la luz y los tres empleados de Telepizza se dirigieron a la oficina, donde el agua ya había alcanzado la CPU del ordenador. «Hemos quitado todos los enchufes enseguida», recuerda Lucía.
Lluvia y barro
«No sabemos cuándo podremos abrir», lamenta Ainhara, otra empleada de Telepizza. A su alrededor sus compañeros se esfuerzan por «salvar lo máximo posible». Pero hay cosas que ya no tienen remedio. «El agua ha estropeado la máquina de refrescos y la cámara de helados», afirma. «También tenemos que mirar el ordenador porque se ha mojado», añade.
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En el local hay cubos de basura llenos de papeles y plásticos mojados. Entra un repartidor. «El cajón de la moto está lleno de agua», dice. Han vaciado una cámara de la cocina, las fregonas no dejan de llenar los cubos de un líquido oscuro, la mezcla de lluvia y barro que bajó por Jai Alai. En el portal de al lado un vecino tiene una escoba en la mano. Allí también ha entrado el agua pero no ha ido más allá del primer escalón. Ha sido una inundación localizada, solo ha afectado a los locales que miran a la cuesta, como la cafetería Meyvi.
«Alguien gritó 'cerrad la puerta', pero no se podía cerrar y el agua seguía entrando»
«Los domingos por la tarde cerramos. Nos han avisado unos vecinos y cuando hemos venido nos hemos encontrado con todo lleno de agua que ha bajado de Jai Alai. Si hubiéramos estado habríamos intentado hacer algo», apunta Marcela. «Ha entrado hasta el baño y el almacén, hay una cámara que no funciona. No sé cómo pero con el agua ha entrado porquería. Se olvidan de nosotros, toda la calle está llena de hojas y las alcantarillas están tapadas», se queja.
Enfrente se halla la panadería Argi. Está cerrada y su puerta está protegida con un panel de hierro para impedir el paso del agua. Es una precaución que indica que no es la primera vez que Jai Alai se convierte en un río. Pero en esta ocasión la barrera no ha funcionado. A través de los cristales del local se entrevé un suelo húmedo ya sin agua pero lleno de barro, el rastro que ha dejado la tormenta.