«La cocina nos recuerda que todos somos iguales»
Integración ·
Desde que participa en los talleres gastronómicos de Cruz Roja, Yassine ha dejado de sentirse solo. Hanan, que tiene más experiencia en los fogones, ha logrado un precontrato en un barLos problemas de espalda y rodillas que sufre Yassine Boulben le impiden mantenerse durante mucho tiempo de pie. La vida de este marroquí de 36 años no ha sido fácil. «He sufrido mucho», asegura, hasta afincarse en Errenteria, donde reside en estos momentos. En apenas unos meses, ha pasado de sentirse «muy solo» a formar parte del grupo del centro de día Algara de Cruz Roja, conveniado con la Diputación de Gipuzkoa, donde ha creado su pequeña familia. Y no solo eso, a través del taller de aproximación a la gastronomía vasca, ya sabe cocinar hasta marmitako y tarta de queso, ríe mientras se quita el delantal con el que ha participado en una de las clases que realiza junto a sus once compañeros bajo el liderazgo de la cocinera Nerea Laburu. «Cuando no puedo más me siento, pero estoy orgulloso de mí. Nunca pensé que con mis problemas de salud iba a ser capaz de cocinar este tipo de platos tan elaborados y ricos», asegura, «ilusionado» con sus avances. «La cocina nos recuerda que todos somos iguales».
Precisamente el objetivo de este tipo de actividades es «facilitar el proceso de inclusión social» a personas que, como Yassine, están en «situación de exclusión social, fomentando el máximo grado de autonomía personal», explican Nuria Medina y Ruth Lastra, técnicas del centro de acogida e inclusión social Algara de Cruz Roja Gipuzkoa, mientras intercambian una mirada con el joven, que en poco tiempo ha aprendido un castellano casi perfecto. «Estoy muy contento aquí», dice. Pero hace cuatro años su situación en muy diferente.
15 de julio de 2018. A Yassine nunca se le olvidará esta fecha. «Fue cuando me subí en una patera para cruzar de Tanger a Tarifa», recuerda. Es el pequeño de seis hermanos y en su familia no entendían ese interés por dejar atrás su país y comenzar una nueva vida en Europa. Él, sin embargo, desde pequeñito había querido seguir su camino fuera de Marruecos. «Vine solo para mejorar mi futuro. Quería otra vida. En Marruecos sufrí mucho. Fui a la escuela hasta los 12 años pero luego, si no tienes dinero, no te dejan seguir con tus estudios», explica. Ayudaba a su madre en la limpieza de residencias. «En mi país no hay dinero, no hay trabajo... No hay nada», sentencia. Y se recoloca las gafas, que se han empañado mientras rememoraba su vida en Marruecos donde, apunta entre risas, «tampoco cocinaba».
«Vine en patera para mejorar mi futuro. He aprendido hasta a cocinar marmitako»
Yassine Boulben
«Estoy feliz. En el restaurante donde hice las prácticas me han dado la opción de seguir»
Hanan el boyadei
Hanan El BoyadeiMarroquí«Estoy feliz. En el restaurante donde hice las prácticas me han dado la opción de seguir»Yassine BoulbenMarroquí «Vine en patera para mejorar mi futuro. He aprendido hasta a cocinar marmitako»
Desde Tarifa fue a Madrid. Estuvo casi dos años en la calle, en los asentamientos de La Cañada Real. Luego se movió hasta Gipuzkoa y, en concreto, a Errenteria, donde también durmió 23 días en la calle. Después entró en un albergue y «gracias a la educadora social de la Diputación acabé en Cruz Roja. Estoy feliz. No tengo amigos en Errenteria y ellos me han abierto muchas puertas, he conocido a mucha gente en mi misma situación y además estoy aprendiendo a cocinar. Por fin he recuperado la confianza en las personas». Cada vez se siente más cercano a la cultura vasca, «más integrado en la sociedad». En su día a día puede prepararse desde «huevos con aceite de oliva» hasta la típica comida de su país, como «tahín con pescado».
A la espera de los papeles
Hanan El Bouyadei también es de origen marroquí. Es muy buena amiga de Yassine, aunque apenas se conocen desde hace unos meses. «La cocina une mucho a las personas», apunta esta mujer de 46 años que lleva en Cruz Roja desde 2019. Esto le ha permitido realizar el taller de cocina en más de una ocasión y, así, tras unas prácticas en un restaurante, conseguir un precontrato de un año de trabajo que le va a permitir regular su situación administrativa. «Estoy feliz», asegura esta madre de dos jóvenes de 22 y 18 años.
Hace seis años que se instaló en Andoain. Hasta afincarse en esta localidad guipuzcoana, sin embargo, se movió por diferentes lugares. Primero vivió en San Sebastián en casa de una amiga, después en Madrid con una conocida de la familia y finalmente, en Andoain, donde ya es una más. «Siempre me ha gustado cocinar. En mi país me pasaba horas entre fogones y ahora, gracias a Cruz Roja y a todo el esfuerzo que he puesto, he conseguido la oportunidad de trabajar durante un año en un restaurante y no solo eso, regularizar mi situación», se alegra.
Está a la espera de recibir respuesta por parte de las instituciones, si bien todo apunta a que en un par de meses su solicitud se resolverá con éxito. Entre sus tareas, al igual que durante las prácticas, estará preparar ensaladas, limpiar pescado, limpiar... Será una ayudante de cocina dispuesta a hacer todo lo que se le ponga por delante. Eso sí, si puede elegir qué cocinar –y comer– lo tiene claro: paella.
Como Yassine y Hanan, el resto de sus compañeros luchan «cada día para integrarse y encontrar un futuro mejor» de la mano de Cruz Roja Gipuzkoa. Para ello, además del taller de cocina, en el centro Algara cuentan con otro tipo de actividades, como talleres de habilidades interpersonales y comunicación, clases de castellano, restauración de muebles, visitas al museo San Telmo, Aquarium, Chillida Leku... Todo tipo de acciones para que los participantes, en este momento todas personas migrantes, den un paso más hacia la integración que tanto desean.
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