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Reconstrucción moderna de la captura de Francisco I en Pavía.
Juan de Urbieta, el guipuzcoano que capturó al rey francés
500º aniversario

Juan de Urbieta, el guipuzcoano que capturó al rey francés

Se cumple el quinto centenario de la Batalla de Pavía, el choque militar que enfrentaba a las monarquías española y francesa por el dominio del Milanesado

Martes, 18 de febrero 2025, 00:13

En un breve plazo de tiempo -seis días- se cumplirán 500 años de un acontecimiento histórico de notable importancia para los guipuzcoanos. Se trata de la Batalla de Pavía, que se celebró un 24 de febrero de 1525 en esa localidad italiana.

Como quinto centenario parece que ese acontecimiento histórico ha tenido menor resonancia que otros similares. Como el del Descubrimiento europeo de América o la primera circunnavegación del mundo culminada por un navegante guipuzcoano: Juan Sebastián Elcano.

Pero, aun así, esos 500 años de la Batalla de Pavía sí parecen estar teniendo reflejo en varias publicaciones que van desde revistas especializadas en Historia militar, como 'Desperta Ferro', a la página que le dedica el Ministerio de Cultura español, donde se reproduce un documento de la época que corrobora la participación de un capitán guipuzcoano en aquellos acontecimientos.

La batalla de Pavía. Tapiz basado en una pintura de Bernard van Orley (hacia 1528). Museo de Capodimonte

El escrito es la narración que hace otro combatiente presente en la batalla, el ferrolano Alonso Pita de Veiga que cuenta -en apenas tres hojas- su papel en aquella batalla que tantas cosas iba a cambiar en cuestiones militares y políticas. Allí Pita de Veiga hace referencia a que, cuando el rey francés cayó derribado de su caballo en plena batalla, fue apresado por él y por otros dos hombres de armas: Diego Dávila y un tal «Joanes de Orbieta».

Como era habitual en la época la transcripción de nombres y apellidos tendía a deformarlos. Así ese «Joanes de Orbieta» resultaba ser, en realidad, el que ha pasado a la Historia como Juan de Urbieta.

En el «Nobiliario» de Francisco Piferrer del año 1859 se le describe como natural de la villa guipuzcoana de Hernani y hombre de armas, en la compañía de Hugo de Moncada, que se destaca en las guerras de Italia en servicio del emperador de tal modo que éste le concede un escudo de nobleza y rango de capitán de Caballería por ello y, en especial, por la captura en la Batalla de Pavía del rey francés Francisco I. Hecho al que hace alusión ese escudo, que representa a medio caballo con la flor de lis señalando así cómo el hernaniarra había capturado -junto con Pita de Veiga y Diego Dávila- al rey francés cuando éste cae de su montura en Pavía.

Esa será pues la aportación de aquel guipuzcoano a una batalla que iba a cambiar muchas cosas -en el plano político y en el militar- para los próximos años.

En efecto Pavía supone para las armas de los Habsburgos el control del Norte de Italia. Algo fundamental para controlar a su vez el punto de unión entre las dos ramas de esa poderosa familia. La instalada en España y en los Países Bajos y la que reina desde Viena en un imperio que se considera heredero del fundado, sobre las ruinas de Roma, por Carlomagno.

Pavía, en ese sentido, significa una gran victoria estratégica pero también simbólica, pues como recuerda la relación de Pita de Veiga, él, Dávila y Juan de Urbieta consiguen capturar no sólo al rey de Francia (el principal problema y rival para esos planes) sino la reliquia de Carlomagno que ese monarca portaba en la batalla presentándose así como legítimo sucesor de aquel emperador.

El rey Francisco I por Jean Clouet, hacia 1527. Museo del Louvre

Una grave afrenta para Carlos V que, obviamente, queda muy agradecido -tanto a Juan de Urbieta como a sus compañeros- por haber tomado ese objeto cargado de un simbolismo que, en la época, no pasa desapercibido y tiene mayor fuerza política de la que hoy se podría suponer.

Esto, junto con la victoria táctica sobre el campo de Pavía, hacen de esa batalla un hecho ciertamente memorable, pues en ella, aparte de esa hazaña que culmina el hernaniarra Juan de Urbieta, moría la Caballería pesada de corte medieval al enfrentarse con escuadrones de hombres armados con bocas de fuego portátiles: los famosos arcabuces producidos en grandes cantidades, por otra parte, en villas guipuzcoanas especializadas en esa industria. Así, al igual que el rey Francisco I -al que Juan de Urbieta ayuda a capturar y despojar de venerables símbolos imperiales- muchos otros caballeros franceses vestidos con pesadas y anticuadas armaduras, perderán la batalla al ser incapaces de quebrar las líneas de arcabuceros y piqueros que los ofenden sin que esa flamante -pero anticuada- Caballería acorazada pueda siquiera aproximarse a esas líneas que los baten y diezman y finalmente les obligan a ceder el campo a las fuerzas del emperador Carlos V.

Algo que dará ventaja a los Habsburgos sobre la Francia de los Valois que intenta sobrevivir, una vez más desde la Edad Media, a una situación en la que ha quedado prácticamente acorralada. Desde la península ibérica, desde la italiana y desde el Norte a través de la actual Bélgica. Así de influyente será esa batalla que determinará el curso de muchos acontecimientos políticos y bélicos para el siglo XVI y los dos siguientes.

Nada de extraño pues tiene que la hazaña de Juan de Urbieta fuera recordada no sólo en el momento, sino pasados más de trescientos años de aquellos sucesos, incluso cuando el eje de la Política -y de muchas otras cosas- había cambiado drásticamente.

Recogiendo los frutos del pasado: Fermín Lasala… y Urbieta

Y es así como en el siglo XIX, en su primera mitad, Fermín Lasala y Urbieta (padre del más famoso duque de Mandas) reclamará ser descendiente de aquel Juan de Urbieta que tuvo un papel tan destacado en esos acontecimientos.

Algo que llama la atención teniendo en cuenta que Fermín Lasala y Urbieta era un hombre de negocios de orígenes -por parte de padre- bastante confusos y oscuros, emigrante de la Francia revolucionaria donde escudos de nobleza y títulos (como los de Juan de Urbieta) no estarán demasiado bien vistos entre 1792 y, al menos, 1804, cuando Napoleón reconstruya una especie de monarquía imperial donde se crearán incluso nuevas dignidades de ese tipo.

Cuadro representando la Batalla de Pavía. Anónimo. Museo de Arte de Birmingham

Nadie más alejado, pues, por muchas razones, de hombres como Juan de Urbieta -y de hechos como la Batalla de Pavía- que alguien como Fermín Lasala y Urbieta. Un buen burgués donostiarra que se convertirá, en las cinco primeras décadas del siglo XIX, en un brillante hombre de negocios con una vasta red financiera, comercial y también industrial que le lleva a escalar hasta el puesto de consejero de la monarquía liberal para estas cuestiones.

Un ascenso meteórico en el que, al final, el dorado de las hazañas militares de Juan de Urbieta, iba a hacerse necesario para consolidar -con un escudo concedido por el mismísimo Carlos V- la posición tan alta conquistada por Fermín Lasala y Urbieta con una tenacidad y un valor muy similares a los de su presunto antepasado. Aunque con métodos y fines que, quizás, hubieran chocado bastante a un hombre de armas del siglo XVI que se alza con un triunfo personal resonante en la decisiva Batalla de Pavía.

Todo un conjunto de circunstancias y motivos que, por otra parte, según parece, hacen casi obligado que aquella Batalla de Pavía no sea olvidada ahora, 500 años después, por los guipuzcoanos del siglo XXI.

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