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Historias de Gipuzkoa

La historia de Francis Drake y los guipuzcoanos

Un homenaje a Rosa Ayerbe. Escribir Historia nunca fue fácil, ni siquiera la de la Piratería

Carlos Rilova Jericó

San Sebastián

Martes, 4 de febrero 2025

Se atribuye a Mariano José de Larra, uno de los románticos españoles más representativos (y citados), una frase parecida a que escribir en España era llorar. Sin entrar a valorar más esa sentencia -que ya va quedando algo manida- con respecto a escribir Historia (en España y en muchos otros sitios) habría que decir que, con o sin llantos, nunca fue fácil.

En contra de lo que habitualmente se cree, la Historia requiere tiempo, dedicación y, en fin, método y conocimientos científicos. Incluso cuando se trata de temas que se consideran fáciles, con cierto «gancho» para un público no especializado en el asunto. Como sería el caso -tan novelesco, tan cinematográfico- de la Piratería con su larga lista de modalidades más o menos equívocas: bucaneros, forbantes, filibusteros o, también, corsarios con permisos legales que muchas veces derivaban en acciones fraudulentas o, simplemente, criminales.

De esa última variante sabían bastante los guipuzcoanos de los siglos XVI, XVII, XVIII… pues las patentes de corso y el negocio en torno a ellas eran, en esas fechas, una mercancía muy popular en puertos como San Sebastián y otros de esa costa como el hondarribiarra.

Por otra parte esta provincia también era lugar expuesto a ataques por mar de marinos y armadores franceses o ingleses provistos de otras patentes que les autorizaban, bajo esa -a veces- evanescente cobertura legal, a atacar en guerra abierta a poblaciones y mercantes guipuzcoanos. Las visitas de esos corsarios a playas y puertos de este litoral vasco o el simple recelo de recibir una de ellas -en justa reciprocidad por el negocio corsario guipuzcoano- hicieron llegar, hasta esta provincia, ecos de nombres bien conocidos en el capítulo de los libros de Historia dedicados a la Piratería. Como lo han sido los de John Hawkins, sir Francis Drake o sir Walter Raleigh .

Retrato de Francis Drake por Nicholas Hilliard (1581). National Portrait Gallery

Dar con esos datos es, en efecto, mucho menos sencillo de lo que puede parecer a primera vista. De ello da fe la labor que la profesora Rosa Ayerbe ha estado realizando durante años de una vida profesional que este 2024 ha culminado con su jubilación. Al menos de sus labores docentes en la Facultad de Derecho del campus donostiarra de Ibaeta.

Desde hace décadas Rosa Ayerbe, ahora en solitario y al principio en compañía de Luis Miguel Díez de Salazar, ha ido transcribiendo las actas de las Juntas Generales y Diputaciones guipuzcoanas, palabra por palabra, y preparando la edición de esos textos que las actuales Juntas y Diputación de la provincia, heredera de esas otras instituciones de siglos pasados, han publicado a lo largo de esos años hasta la actualidad.

Rosa Ayerbe. Lobo Altuna

Esta labor no implica sólo la tarea (ya de por sí pesada) de transcribir esos documentos, sino la de anotar ese texto explicando cosas que ya no son obvias para nuestra época y dotando a cada volumen editado de esas actas de índices onomásticos y de materias. Se trata de una labor a la que hay que calificar, sin duda, de ingente.

Y gracias a ella es cuando para otros historiadores puede resultar algo más fácil escribir la Historia de, por ejemplo, sir Francis Drake (cuya muerte, en 28 de enero de 1596, acaba de cumplir hace poco otro aniversario) y sus merodeos, a medio camino entre la Piratería y la acción legítima de guerra, por costas como la guipuzcoana. Nunca debería faltar ocasión para recordar ese detalle, pequeño, en apariencia, pero, en realidad, imprescindible, que la labor de la profesora Ayerbe ha hecho posible y es tan sólo una de sus muchas contribuciones -a lo largo de más de cinco décadas- al mejor conocimiento de la Historia guipuzcoana y vasca.

Los caballeros junteros guipuzcoanos y la gran amenaza de los corsarios de Isabel I

Las actas de esas Juntas y Diputaciones guipuzcoanas de finales del siglo XVI traen, en efecto, información muy valiosa sobre la guerra entre ingleses y españoles que comenzará en 1585 y no concluirá hasta la firma de la paz en el año 1604.

Son pasajes históricos que tendrán lugar antes de que se llegase a la derrota inglesa que lleva a esa paz impuesta por España, manifestados en ataques y merodeos ingleses que alarmaron más de una vez a los guipuzcoanos.

Portada de un volumen de las Actas de Juntas y Diputaciones guipuzcoanas transcritas por Rosa Ayerbe

Nada más comenzar las hostilidades, en 1585, la Diputación reunida en 11 de noviembre es informada por el capitán general García de Arce de que «Françisco Draque» andaba por Galicia con treinta navíos y esto hacía necesario tener prevenida y armada a la gente de la costa guipuzcoana

Cuando en el año 1587 Drake lanza un ataque contra Cádiz para desbaratar en embrión la Armada «Invencible», llegará a las Juntas guipuzcoanas una Real Cédula de Felipe II en la que se les mandaba armar convenientemente a las naos que iban a salir para la pesca de ballena y bacalao en Terranova. Pues por «abisos» se sabía que «corsarios Yngleses» armaban sus propias naves «apriessa» para causar allí todo el daño posible. Por ello el rey les pedía que las naos saliesen formando convoyes y con la gente suficiente a bordo para defenderse. Así como con sobrada Artillería, armas, municiones y demás pertrechos necesarios…

Como la guerra tan sólo había empezado, los caballeros junteros guipuzcoanos tendrán nuevas ocasiones de poner en práctica, muy seriamente, nuevos planes de guerra para conjurar a esos «corsarios Yngleses» que continúan con sus ataques.

Defensa de La Coruña por María Pita. Óleo de Arturo Fernández Cersa (1889). Patrimonio Artístico Municipal da Coruña

Así en la junta general reunida en 18 de abril de 1589, cuando la Armada inglesa dirigida por sir Francis Drake acaba de fracasar en su asalto a La Coruña y va camino de sufrir otro fiasco ante Lisboa, la delegación de San Sebastián, a instancias del capitán Lope de Helio, presentaba un detallado plan para repartir mosquetes y arcabuces a cada nave guipuzcoana que saliese a alta mar en esos momentos en los que, como dice esa acta, la costa del mar de Poniente estaba tan ocupada de corsarios que era precisa esa medida en unas naves que había que tripular, además, con más gente de la que era habitual en tiempos más pacíficos.

La precisión de ese reparto llama realmente la atención. Así, en un largo listado se aconsejaba que a los navíos de, por ejemplo, 60 a 100 toneladas se les debían dar 18 mosquetes y arcabuces «por mitad». Es decir 9 arcabuces y 9 mosquetes. A proporción, según iba subiendo el tonelaje, iba aumentando el número de mosquetes y arcabuces que llevaría cada uno de esos navíos para defenderse de un posible ataque…

Documentos como estos, y muchos otros transcritos minuciosamente por la profesora Ayerbe, nos permiten así recuperar esos que ella, con razón, llama testigos vivos de cada época que -en este caso- reconstruyen esa parte de la Historia que tanto interés despierta, donde resuenan -como en las Juntas de 1585, 1587, 1589...- nombres (Drake, Raleigh…), que evocan una época brillante y terrible (acaso inolvidable) de nuestra propia Historia. Una que hoy podemos conocer mejor y con más facilidad gracias a este gran trabajo de esta historiadora guipuzcoana que en este año 2025 ha coronado una larga y fructífera trayectoria.

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