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La calle de la memoria guipuzcoana

Dos días de boda en Zumarraga

«La boda de la hija de Corta resultó bastante larga», escribieron hace un siglo

Mikel G. Gurpegui

San Sebastián

Miércoles, 1 de noviembre 2023, 07:18

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Los hábitos van cambiando y antes las bodas se celebraban prolongadamente. Si había posibilidades económicas, durante dos días llenos de comida, bebida y jolgorio.

Hace un siglo, seguía habiendo de aquellas bodas de dos días aunque ya no eran tan habituales. Incluso eran noticia. Así, encontramos en la edición de 'La Voz de Guipúzcoa' del 1 de noviembre de 1923 una fotonoticia en la que definían un enlace de tal duración como «una boda al estilo clásico».

Fotonoticia publicada el 1 de noviembre de 1923 en 'La Voz de Guipúzcoa'.

Facilitaban en el texto los datos sobre aquel casi bodorrio: «En el pintoresco barrio de Eizaga, de Zumarraga, se celebró el sábado el matrimonial enlace de la hija del conocido comerciante don José Corta con un joven de Abadiano (Vizcaya), participando del regocijo numerosos jóvenes de la villa».

Ni el nombre de la novia ponían en aquella crónica de 1923 en que destacaban lo prolongado de la fiesta vivida en Zumarraga: «Al igual que en la célebres bodas de Camacho el Rico, descritas con fruición por Cervantes en su inmortal libro, éstas han durado dos días, durante cuyo tiempo no se dio descanso a las cocinas y hornos, siendo víctimas propiciatorias los dorados pollos y los tiernos pichones, rociados con vinos y licores de venerable ancianidad».

¿Cuántos pollos y pichones comerían los invitados en Zumarraga? Imposible saberlo, aunque en la fotografía de Bueno aparecían más de cincuenta comensales, y con cara de buen apetito…

Maratón de baile a lo suelto

Los recién casados también comieron y bebieron hasta el final, contrariamente a la costumbre de partir pronto de viaje de novios. Seguimos leyendo en 'La Voz de Guipúzcoa': «Contrariamente a la elegante costumbre aristocrática, los nuevos esposos no emprendieron precipitada fuga en raudo automóvil; prefirieron participar del jolgorio con sus numerosos invitados».

Otra boda de la misma época. En esta, celebrada en la basílica del Santo Crissto de Lezo, lo largo era el vestido de la novia Kutxateka / Fondo Photo Carte / Ricardo Martín

Firmaba aquella breve crónica 'El P. Nicolás', suponemos que el padre Nicolás, acaso el mismo oficiante del sacramento del matrimonio. Se permitía finalizar con un juego de palabras…

«En esas cuarenta y ocho horas reinó sin cesar el buen humor, y el baile suelto al acordeón constituyó un campeonato como los más célebres de Yanquilandia, quedando bien patente la resistencia de las 'neskas' y 'mutiles'. Bien puede decirse que la boda de la hija de Corta resultó bastante larga. Que en esa proporción sea la felicidad de los nuevos esposos».

«Cayo se cayó»

Parece que entonces se llevaban los juegos de palabras, que en la edición del día siguiente de 'La Voz de Guipúzcoa', el 2-XI-1923, encontramos un suceso titulado 'Cayo se cayó'. Aunque sonase a chiste y estuviese redactado con sorna, escondía algo más grave, la proliferación de abusos contra las mujeres en los tranvías guipuzcoanos.

Según comentaban, «han aparecido por ahí unas cuantas pandillas de mozalbetes que aprovechan los domingos y días festivos para situarse en las plataformas de los tranvías y manipular a mansalva. Para que tales hechos no se repitan, los agentes se dedican al ojeo y caza de 'magreadores' y socios de la Cofradía de la Tentaruja» ('tentaruja', recuerden, significa 'manoseo').

Pues bien, en ese contexto cayó Cayo en Errenteria: «Ayer capturaron a uno. Era un jovenzuelo llamado Cayo Corciéres, quien, después de embriagarse concienzudamente, se subió a la plataforma de un tranvía de Rentería y comenzó a sobajear a una honesta mujer que, para desgracia del salaz mozalbete, iba acompañada de su marido».

Y el marido no se quedó con las manos en los bolsillos: «El cónyuge sopapeó a Cayo, le produjo varias equimosis en diferentes partes del cuerpo y, cogiéndole por los fondillos del pantalón, se lo entregó a la autoridad para que le aplicara la correspondiente sanción».

Así lo contaron hace cien años.

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