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Historias de Gipuzkoa

1934, revolución y muerte en Arrasate

Una insurrección socialista proclamaba en Mondragón una efímera República Social que costó la vida a altos directivos de la Unión Cerrajera.

Jueves, 7 de noviembre 2024, 06:54

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Hace 90 años una insurrección socialista proclamaba en Mondragón una efímera República Social que arrancó con la toma de la localidad y acabó con aplicación de una 'ley de fugas revolucionaria' que costó la vida a Marcelino Oreja Elósegui y Dagoberto Resusta Múgica, altos directivos de la Unión Cerrajera.

La efímera 'república social' proclamada por los revolucionarios de la 'octubrada' de 1934 duró un suspiro. Pero transcurridos noventa años de la fallida insurrección desencadenada aquel 5 de octubre, lo que perdura en la memoria colectiva de Arrasate es la sangre vertida en aquella aciaga jornada, así como de los odios cainitas y cruentas venganzas que cristalizaron dos años después en las represalias y fusilamientos a manos de los franquistas.

Marcelino Oreja Elósegui.

Los asesinatos durante la Revolución de Octubre de Marcelino Oreja Elósegui (Ibarrangelua 1894-Arrasate 1934) y Dagoberto Resusta Múgica (Arrasate 1879-1934), altos cargos de la Cerrajera, junto con el herido pero superviviente José Azcoaga Resusta (Arrasate 1887-1975), conmocionaron a los arrasatearras de la época. No en vano la Unión Cerrajera de Mondragón (UCEM) en los años 30 contaba con una plantilla de 2.000 obreros para un municipio de 8.000 habitantes.

Unos 200 hombres se conjuraron en Arrasate para participar en una acción revolucionaria general contra el gobierno

Unos 200 hombres, en su inmensa mayoría de la UGT, de las Juventudes Socialistas y de la Agrupación Socialista, junto con un puñado de comunistas más algunos elementos de Acción Nacionalista Vasca (ANV), se conjuraron en Arrasate para participar en una acción revolucionaria general contra el gobierno de Lerroux, que había integrado a ministros de la CEDA, partido de deerechas que que había ganado las elecciones en noviembre de 1933, en un contexto de efervescencia fascista en Europa.

La frustración de los socialistas con la República era patente: «Nosotros esperábamos bastante más de la República. Entre nosotros se afianzó la voluntad de que para satisfacer las necesidades de la clase trabajadora había que liquidar la sociedad burguesa, y ello solo iba a ser posible a través de la acción violenta». Además, con el triunfo electoral de las derechas, «se envalentonaron los patronos de las fábricas». El histórico militante socialista mondragonés y teniente del Batallón Dragones y posteriormente comunista en la clandestinidad José María Arriaran, explicaba así el origen de la Revolución de Octubre en el libro 'Octubre de 1934 en Euskal Herria. Revolución, insurrección y huelga general' (J.R. Garai, J. Gutiérrez y J. Chueca. Ed. Intxorta 1937).

A ello se sumaba otro factor. Marcelino Oreja Aguirre, hijo póstumo de su asesinado progenitor, ha atribuido el estallido revolucionario de Arrasate «a las características propias de una villa industrial sumida en una grave conflictividad laboral como consecuencia de la crisis de 1929, en la que hay una fuerte implantación socialista y en donde sobresale un líder carismático: Celestino Uriarte».

Las poco más de 16 horas que sacudieron Arrasate arrancaban a las 3.00 de la mañana con el inicio de una huelga general revolucionaria. A esa hora los insurrectos iniciaron la toma del pueblo. Comandados por Celestino Uriarte, fundador de la agrupación socialista local, empezaron por detener y desarmar a serenos, miqueletes, alguaciles y vigilantes de fábricas, que fueron conducidos a la Casa del Pueblo, por entonces sita en los bajos de la casa Okendo de Maalako Errabala. También requisaron escopetas y cartuchos a los cazadores del municipio, y asaltaron las armerías de las localidad. A las 6.30 destrozaron el cuadro eléctrico de la Central Telefónica y ocuparon la estación del ferrocarril paralizando el tráfico ferroviario.

Celestino ordenó que quienes tuvieran arma larga –unos cien– se separasen de los detenidos y se dirigieran al cuartel de la Guardia Civil, con orden de detenerlos y desarmarlos. 'Pero como las fuerzas del orden presentaron resistencia -el puesto constaba de 1 sargento y 6 guardias-, el asedio se prolongó durante todo el día. Desde los tejados de los edificios cercanos lanzaron artefactos incendiarios caseros contra el cuartel y el ruido de estas bombas comenzó a oírse por toda a la zona' escribe Lara Nebreda Martín en el libro 'Marcelino Oreja Elósegui. Fe y vocación pública' (CEU Ediciones). Al mediodía, la Guardia Civil seguía resistiendo. Finalmente, «decidieron permitir la salida de las mujeres y niños del cuartel y lo rociaron de gasolina con la ayuda de un auto-bomba de UCEM, con la intención de prenderle fuego con todos los guardias en su interior, buscando su rendición». Pero lo alarma suscitada por el avistamiento a su paso por la vecina localidad de Aretxabaleta de camiones procedentes de Vitoria con tropas del Ejército desbarató la operación incendiaria.

A media mañana los insurrectos dictaron un bando proclamando la República Socialista, aboliendo las clases sociales y el dinero, decretando la ley marcial y regulando el reparto de alimentos -previamente requisados- en la Casa del Pueblo.

Para entonces se había registrado el primer herido de bala. Eugenio Edurra, carlista afiliado al Sindicato Libre, se dirigía a primera hora en bicicleta a su puesto de trabajo en los Altos Hornos de Bergara, cuando fue tiroteado por no secundar la huelga general. Herido en la cadera, fallecería días más tarde.

Asimismo permanecían detenidos en la sede socialista Marcelino Oreja Elósegui, presidente del Consejo de Administración de Unión Cerrajera y diputado tradicionalista, Dagoberto Resusta Múgica, consejero de la Unión Cerrajera y diputado provincial por el Partido Republicano Radical de Lerroux, y Ricardo Azcoaga Resusta, jefe administrativo de UCEM. Tanto Resusta como Azcoaga había sido alcaldes durante la dictadura del general Primo de Rivera. Eran sin duda los más calificados de entre los aproximadamente sesenta personas asrrestadas por los insurrectos bajo la acusación de ser enemigas de la revolución A Resusta lo detuvieron por una 'desgraciada casualidad. Al saber lo que ocurría en el pueblo, fue a buscar a su yerno Azurza, también alto cargo de UCEM, pero al llegar a su domicilio supo por su hija que se lo habían llevado a la Casa del Pueblo. En la sede de los socialistas, la guardia de la entrada no le dejó pasar y le invitó a marcharse a casa porque contra él no había ninguna orden. Resusta insistió y, al final, terminó con Oreja y Azcoaga en el piso superior' detalla Lara Nebreda en su biografía de Oreja Elósegui. A éste último le tenían gran inquina los revolucionarios. Le apodaban el jabalí, y su «amenazante postura», su hostilidad contra los empleados de UCEM afiliados a la UGT, le granjearon «muchas antipatías entre las personas de izquierda de la localidad, y en especial por los afiliados de la citadas central sindical. Esta podría haber sido una de las causas por las que le aplicaron una especie de 'ley de fugas revolucionaria' sostienen los autores de 'Octubre de 1934 en Euskal Herria. Revolución, insurrección y huelga general'.

Cuando hacia las 2 de la tarde se tuvo conocimiento de que venían tropas procedentes de Vitoria, los revolucionarios se asustaron y volcaron un camión frente a la Casa del Pueblo a modo de barricada. Los militares, en realidad, se dirigían a Eibar y no tenían noticia de los sucesos acaecidos en Mondragón (las líneas telefónicas permanecían cortadas).

En esos momentos de nerviosismo, uno de los cabecillas más fanáticos trajo a Oreja, Resusta y Azcoaga a presencia de Celestino Uriarte para preguntarle qué iban a hacer con ellos. El jefe les ordenó que se los llevasen de allí.

Primero los condujeron hacia la calle Arrabal de la Magdalena, pero luego retrocedieron y los sacaron por la parte trasera de la Casa del Pueblo, hacia las huertas y «las atravesaron hasta llegar a un pequeño muro de poco menos de un metro de altura, que separaba estas huertas del camino que conducía al Ferial, junto al puente», detalla Juan Ramon Garai en su biografía Celestino Uriarte. Clandestinidad y resistencia comunista' (Ed. Txalaparta).

«Ricardo Azcoaga, deportista y más ágil, trepó el murete y se volvió para ayudar a Oreja, quien debido a su sobrepeso y peor condición física podía tener problemas para superar el cercado. Dagoberto Resusta corría detrás. En ese momento se oyeron las fatales descargas». Como relata Nebreda en su biografía sobre Oreja Elósegui, «Azcoaga resultó herido en un pie, pero logró escapar por el camino» y al desembocar en la calle Olarte por el cantón de la tienda Markiegi se topó con los camiones del Ejército, que iban en ruta hacia Eibar.

Dagoberto Resusta yacía muerto, pero a Oreja conservaba un hilo de vida. Unos jóvenes lo trasladaron hasta su domicilio, en la calle Olarte (en la desaparecida casa de Toribio Aguirre, suegro de Oreja y predecesor en la dirección general de UCEM hasta su jubilación en 1933). Pero presentaba dos disparos mortales y varias heridas producidas por una escopeta de perdigones. «Puede entenderse, por tanto, que hubo varios hombres con armas apuntando contra las tres víctimas. Pureza Aguirre supo quién fue el autor de los tiros mortales contra su marido y, durante toda su vida, se estremeció al oír mencionar su apellido» revela Lara Nebreda su libro.

Dos compañías de Infantería, al mando del comandante Camilo Alonso Vega, efectuaron su entrada en Arrasate hacia las 19.00 horas. «Al llegar a la plaza, la fuerza militar fue hostilizada por primera vez por disparos de pistola realizados de las esquinas de las bocacalles próximas». Se produjeron algunos tiroteos resultando varios soldados heridos en la parte alta de Erdiko kale».

Como se detalla en 'Octubre de 1934 en Euskal Herria. Revolución, insurrección y huelga general', «al amanecer del día 6 el Ejército tomó la Casa del Pueblo sin resistencia».

Según el diario La Voz de Guipúzcoa del 12 de octubre, en el registro se hallaron «11 botellas de líquidos inflamables, 42 granadas -manguitos del ELMA rellenos de pólvora o dinamita, y bolas de hierro o acero a las que colocaban mecha rápida- 244 cajas cartuchos, 13 sacos de perdigones, una pistola, un revólver y 13 escopetas de caza».

Tras la estampida de los rebeldes el primer revolucionario víctima de la represión militar fue Secundino Vitoria, abatido en las inmediaciones del caserío Barrena Zahar de Musakola. En Arrasate fueron detenidas 170 personas por los hechos del 5 de octubre y el proceso por rebelión militar, inducción o auxilio a la misma afectó a 132 vecinos, sin contar a los fugados (13, entre ellos Celestino Uriarte y varios integrantes más del Comité Revolucionario) y los encarcelados en el fuerte de Guadalupe. Todos ellos se beneficiarían de la amnistía decretada tras la victoria electoral del Frente Popular en febrero de 1936.

Carlistas y nacionalistas, a la gresca

Lara Nebreda en su exhaustiva biografía 'Marcelino Oreja Elósegui. Fe y vocación pública', desvela la controversia que se suscitó entre los carlistas y nacionalistas de Arrasate acerca de quién socorrió a Oreja cuando yacía moribundo en las huertas de la trasera de la Casa del Pueblo. La discusión tuvo su plasmación en la prensa. Los nacionalistas dieron su versión en las páginas de El Pueblo Vasco, Euzkadi y El Día. Los carlistas en la Gaceta del Norte. «Los peneuvistas sostenían que fueron dos de sus hombres, afiliados al sindicato Solidaridad de Obreros Vascos (SOV) quienes acudieron a rescatar a Oreja. Los carlistas, en cambio, afirmaba que, aunque algunos nacionalistas se acercaron al lugar, huyeron al sospechar que los asesinos de los directivos de UCEM podían volver a aparecer».

Como escribe la autora, «según ellos quienes prestaron auxilio a Oreja y lo trasladaron hasta casa fueron carlistas». La discusión sobre ese punto «se prolongó durante varios días, convertida ya en una cuestión política. El 10 de noviembre, la Gaceta del Norte zanjó el tema «insinuando que la insistencia de los nacionalistas en confirmar que ellos ayudaron a Oreja y Resusta se debía a un 'intento por limpiar su imagen y salir de alguna manera del atolladero en que se metieron durante la gestación revolucionaria', como dejó escrito Ignacio Chacón en sus memorias. Este ingeniero y directivo de UCEM era uno de los objetivos prioritarios de los revolucionarios, y lo buscaron infructuosamente. La disputa entre nacionalistas y carlistas exacerbó el odio de los segundos contra los primeros, y sería uno de las causas de las delaciones que teminarían conduciendo al paredón a numerosos peneuvistas mondragoneses en 1936, solo dos años después.

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