1788: La expedición del Capitán Asteasuinzarra
Su objetivo fue el descubrimiento de nuevos caladeros y pesquería en aguas situadas al norte y noroeste del litoral gallego
El patache Juanita Larando de Albaola, tras su exitosa singladura en aguas de la fachada atlántica francesa, tiene previsto zarpar rumbo a Galicia a últimos de este mes de julio. El propósito de este nuevo viaje es su participación en el XVI Encontro de Embarcacións Tradicionais de Galicia, organizado una vez más por la Federación Gallega por la Cultura Marítima y Fluvial (Culturmar) y que entre los días 3 y 6 de agosto va a tener lugar en el puerto de Sada, situado en la Ría de Betanzos, próxima a la ciudad de A Coruña. De nuevo zarpa Juanita con la misión de difundir y dar a conocer nuestro rico patrimonio marítimo en foros navales donde se dan cita embarcaciones e iniciativas procedentes de distintos ámbitos marítimo-culturales de Europa. Estos viajes que últimamente emprende esta embarcación evocan antiguas relaciones marítimas que vinculaban estrechamente al País Vasco con los restantes territorio enclavados a lo largo y ancho del arco litoral del Golfo de Bizkaia, desde Bretaña en su extremo norte hasta Galicia en el oeste. Relaciones basadas en intercambios de bienes (cereales, legumbres, vinos y sal franceses, brea landesa, lanas castellanas, navarras y aragonesas, sardinas y vinos gallegos, hierro vasco, etc.) y de personas. Unas relaciones que, aunque en su tiempo se consideraban como meros asuntos cotidianos de carácter prosaico, en el presente constituyen el soporte para el desarrollo de interesantes intercambios culturales.
La primera expedición pesquera de la Monarquía Hispánica
Esta nueva navegación del patache Juanita Larando, pretende rememorar otro viaje que nada tuvo de prosaico y que en 1788 zarpó, también, desde San Sebastián rumbo a A Coruña. En efecto, nada tuvo aquel viaje de cotidiano y ordinario, ya que constituyó la primera expedición de investigación pesquera organizada en el seno de la Monarquía Hispánica, extendida entonces a lo largo y ancho de todos los continentes y océanos del planeta. Cabe destacar que esta pionera expedición fue comandada por el capitán donostiarra don Bernardo de Asteasuinzarra. El viaje que en breve protagonizará el Juanita Larando y la expedición pesquera de Asteasuinzarra, no sólo comparten una misma singladura extendida entre las capitales guipuzcoana y coruñesas, sino que coinciden, también, en la utilización de embarcaciones de características muy similares. La que navegó a las órdenes de Asteasuinzarra, rebautizada como Descubridor tras ser adquirida en San Sebastián con destino a la expedición, era un pequeño mercante empleado en el transporte de cabotaje. Tenía un arqueo de 30 toneladas, siendo, por tanto, algo mayor que el Juanita Larando. Otra importante diferencia entre ambas consistía en que la Descubridor estaba dotada de cubierta. Sin embargo, eran idénticas, tanto las líneas constructivas de sus respectivos cascos como su aparejo, compuesto en ambos casos por dos palos, el mayor y el de trinquete, que enarbolaban sendas velas al tercio.
El Descubridor zarpó del puerto de San Sebastián el día 18 de noviembre de 1788 y al anochecer del día 21 se situaba ya a la altura de Vivero. Allí fue alcanzado por varios temporales que hicieron que su llegada a A Coruña se demorara hasta el día 9 de diciembre, tras realizar varios infructuosos intentos de alcanzar su destino y dos arribadas forzosas al puerto de Barquero, ubicado al socaire del cabo de Estaca de Bares. Una vez alcanzado su destino en A Coruña, sirvió de base de operaciones desde la que Asteasuinzarra emprendería las navegaciones necesarias para las labores de investigación pesquera. A fin de agilizar estas labores de investigación, el Descubridor, meses más tarde, contaría con el apoyo de una segunda embarcación, de 50 toneladas de arqueo, adquirida, también, en San Sebastián en abril de 1789 y rebautizada con el nombre de Explorador.
Los padres de la expedición
Esta innovadora expedición fue gestada e impulsada por dos personajes clave en la historia de la actividad pesquera española: Jerónimo Hijosa Rodríguez y Antonio Sáñez Reguart. El primero, nacido en 1723 en Medina de Rioseco (Valladolid) era un activo mercader asentado en A Coruña, propietario desde 1765 de seis navíos empleados en el comercio con Cuba. Testigo directo de la irrupción en Galicia de inversores pesqueros catalanes y de sus encarnizados conflictos de intereses con los gremios de pescadores gallegos, en 1775 impulsó la creación en Galicia del Montepío de Pesca, institución destinada a proveer de créditos a los gremios y particulares interesados en la adquisición de nuevos equipos de pesca, quienes podían amortizar los préstamos mediante la venta al propio Montepío de sus capturas de sardinas. Esta iniciativa resultó fundamental para impedir que la actividad de la pesca y salazón de sardina, la principal de Galicia, acabara en gran parte en manos de los mencionados inversores pesqueros catalanes. Antonio Sáñez Reguart, por su parte, nacido en Barcelona en 1730, era un activo funcionario bien posicionado en la corte como hombre de confianza del Conde de Floridablanca, quien desde 1777 actuaba, de facto, como primer ministro de Carlos III. En 1780 fue nombrado comisionado para asuntos pesqueros, siendo uno de los principales ilustrados que promovieron la concienciación de la corte acerca de la importancia de fomentar la pesca en todos los territorios de la Monarquía a fin de alcanzar los siguientes propósitos: 1) Incremento de la producción de conservas de pescado para mitigar las masivas importaciones de pescados extranjeros, en espacial, del bacalao procedente de las colonias británicas de Norteamérica; 2) Consecuente aumento de los ingresos de la Real Hacienda, así como del número de marineros necesarios para servir en la Armada; 3) Explotación de nuevas pesquerías, en especial, en los dominios americanos para impedir que cayeran en manos de potencias extranjeras. Además de por su faceta administrativa, Sáñez Reguart destaca por su labor científica que tomó cuerpo en su Diccionario histórico de los artes de la pesca nacional, publicado en 5 volúmenes entre 1791-1795.
El encuentro de ambos fomentadores pesqueros en 1787, dio lugar al nacimiento de un proyecto de establecimiento de una empresa pesquera en Galicia. Para tal propósito el Conde Floridablanca consiguió que el rey aportara 300.000 reales de vellón. El proyecto de creación de la empresa preveía la necesidad de realizar previamente una expedición de investigación destinada al descubrimiento de nuevas pesquerías y caladeros en Galicia. Fue así como tomó forma la expedición de Asteasuinzarra. Para su armamento y organización se pusieron en contacto con don Joseph Ventura de Aranalde, gran comerciante donostiarra, nacido en 1735, que mantenía relaciones comerciales con Jerónimo Hijosa. De hecho, fue Aranalde quien adelantó los fondos necesarios para adquirir y aprestar las embarcaciones y contratar a sus tripulaciones. Los capitales aportados por Aranalde propiciaron, también, la fundación en 1789 de la empresa, bajo la denominación de Real Compañía Marítima. La fundamental aportación del donostiarra motivó que la nueva compañía sustituyese su dedicación a la pesca en Galicia -el objetivo original para el que fue erigido- por el impulso de las pesquerías de ballenas y focas en Patagonia.
Los objetivos de la expedición
El objetivo de la expedición de Asteasuinzarra era el descubrimiento de nuevos caladeros y pesquería en aguas situadas al norte y noroeste del litoral gallego. A diferencia de lo que sucedía desde hacía siglos en los territorios del litoral cantábrico, cuyos pescadores frecuentaban las calas situadas en el extremo de la plataforma continental, en especial, para la pesquería del besugo, los pescadores gallegos apenas traspasaban los límites de sus extensas rías. Allí se especializaron en la captura de sardinas, que, una vez saladas, se destinaban a mercados extendidos desde el País Vasco hasta Portugal. A fin de cumplir con sus cometidos se adquirieron en San Sebastián y San Juan de Luz todo tipo de aparejos de pesca (distintos tipos de redes, palangres, aparejos para la captura de túnidos, poteras…), sal y herramientas necesarias para la salazón, así como los instrumentos de navegación (cartas náuticas, compás, corredera, sondaleza…) necesarios para cartografiar con exactitud los nuevos bancos y caladeros que fuesen descubriendo. Asteasuinzarra, asimismo, contrató en San Juan de Luz cuatro expertos trinchadores y saladores de pescado.
El desconocido capitán Asteasuinzarra
El protagonista máximo de la expedición pesquera, el joven capitán don Juan Bernardo de Asteasuinzarra Oyarzabal nació en San Sebastián en 1767, siendo sus padres don Esteban de Asteasuinzarra Zulaica, natural de Usurbil, y doña Josepha de Oyarzabal Berrasoeta, vecina de San Sebastián. Se le otorgó el mando de la expedición gracias a su dilatada experiencia como piloto de altura de una de las fragatas propiedad de Jerónimo Hijosa. Una vez arribó al puerto de A Coruña dieron comienzo las labores de exploración de la expedición. Estas consistieron en diversas navegaciones que se adentraban en el mar hasta una distancia de 40 leguas (120 millas / 222,20 km), partiendo desde A Coruña, Corme, Camariñas, Corcubión y los restantes puertos la fachada atlántica gallega hasta Bayona. En cada una de las citadas singladuras sondeaban de legua en legua para localizar nuevos bancos donde, a continuación, realizaban los ensayos de pesca. Como resultado, al capitán Asteasuinzarra le corresponde el honor del descubrimiento de uno de los principales caladeros de merluza de Galicia, el denominado como O Canto, situado a 30 millas al oeste del cabo de Corrubedo. A pesar de todo, el explorador donostiarra sigue siendo un gran desconocido en su tierra natal. Una lamentable e incomprensible situación que, esperamos, estas líneas contribuyan a solventar.
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