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Las vacas del Caserío Oiamar en uno de los rodillos de masaje. Lobo Altuna
San Isidro Labrador

Cámaras 3D para identificar a las vacas

El primer sector de Gipuzkoa está implementando mejoras tecnológicas para dinamizar sus procesos

Jueves, 15 de mayo 2025, 12:48

Un robot que identifica y ordeña vacas, una máquina para acercarles el pienso o collares de vallado virtual para controlar el ganado. En el día de San Isidro Labrador, patrón de los baserritarras, conviene recordar que la tecnología también ha llegado al primer sector, el más antiguo, y que en muchos caseríos guipuzcoanos ya se aprovechan de sus beneficios. En labores tan exigentes como la ganadería o la agricultura, el apoyo de los sistemas automáticos puede liberar a los trabajadores de algunas funciones para optimizar su tiempo.

Iñaki y Mikel Goenaga Oiamar Baserria, Urnieta

«Gracias al robot evitamos infecciones en las vacas»

En el caserío Oiamar de Urnieta se encuentra un claro ejemplo de ello. Aunque mantiene el aspecto clásico de los caseríos, por dentro es un verdadero resort para sus animales. Iñaki Goenaga, presidente de Euskal Nekazarien Batasuna (ENBA), lleva más de 20 años trabajando con tecnología en su explotación familiar. Hace 10 meses adquirió dos robots de última generación que ordeñan sus vacas de forma automática. Una labor muy importante teniendo en cuenta las 100 vacas que posee en su cuadra.

Las ordeña tres veces al día y la máquina tarda 6 minutos con cada una de ellas. «Tiene muchos aspectos positivos. Cambia la forma de trabajar porque tienes una jornada mucho más flexible. Aun así, tenemos que estar presentes para controlar que todo funciona bien porque, al fin y al cabo, son animales vivos, pero nos libera de una labor muy ardua», explica Goenaga.

El robot deteca las ubres de las vacas. Lobo Altuna

También influye en el número de personas que se ocupan de esta actividad. «Con el robot, no tenemos necesidad de contratar más personas. Con la gente de la familia ya nos vale». Pero los baserritarras no son los únicos beneficiados. «Es muy bueno para la salud de las vacas. Lo mejor es ordeñarlas tres veces al día para que la leche no se acumule y para evitar infecciones». Esta media diaria supondría una carga de trabajo prácticamente imposible de sobrellevar manualmente. «Significaría estar todo el día trabajando. Hay algunos que lo hacen pero es demasiado. El robot lo facilita mucho», reconoce el urnietarra.

Detrás del caserío Oiamar se yergue una enorme cuadra donde descansan las 100 vacas de esta explotación familiar. Nada más acceder al recinto, las dos máquinas de color azul destacan como elementos que claramente se encuentran fuera de lugar. Pero nada más lejos de la realidad. Las vacas acuden una a una, como quien pasa por caja, a los dos robots para ser ordeñadas.

Iñaki y Mikel Goenaga junto al robot que acerca el pienso a los animales. Lobo Altuna

Salta a la vista la naturalidad con la que los animales se acercan y ocupan su compartimento. «Es que la máquina tiene comida. Entonces, como saben que van a comer, se acercan encantadas». Una vez se quedan quietas, entretenidas con la comida, el robot empieza a trabajar. «El brazo mecánico tiene una cámara 3D que identifica la vaca y localiza las ubres. Se mueve hacia ellas y las desinfecta una a una para luego ordeñarlas. Cuando termina, vuelve a desinfectar los pezones y cuando la vaca sale de su compartimento, limpia toda la máquina», detalla Mikel Goenaga, hijo de Iñaki que trabaja en el caserío desde hace cinco años.

«Hace 22 años compramos otra máquina pero era un modelo anterior. Funcionaba con coordenadas en lugar de la cámara. Ha avanzado bastante», recuerda Iñaki. La leche obtenida se transporta a través de unas tuberías hasta un tanque «de unos 40 litros» instalado en una sala contigua. «Cuando este tanque se llena, pasa automáticamente al grande, que tiene una capacidad de 4.000 litros».

Una de las vacas accede a la máquina para ser ordeñada. Lobo Altuna

La identificación de cada vaca es posible gracias a los dos chips que llevan, uno en cada oreja. «Uno de los chips es para detectar cuál es y el otro ofrece información como la alimentación, la rumia, los movimientos o los procesos de celo de cada vaca».

Pero este no es el único robot que tienen. El caserío Oiamar está completamente equipado para asegurar «el bienestar animal». En el lado opuesto donde tienen instaladas las máquinas para ordeñar vacas, otro robot se encarga de alimentarlas adecuadamente. «Les damos de comer una vez al día, por la mañana y por lo general hierba, maíz o pienso. Cuando las vacas comen, empujan el alimento hacia delante. Lo que hace este robot es acercar esa comida desplazada para que la tengan de nuevo a su alcance». Esta especie de rodillo peina el comedero de lado a lado devolviendo el alimento a las vacas. «Tiene cuatro posiciones y usa una u otra dependiendo de hasta donde han desplazado la comida», puntualiza Mikel.

En el caserío Oiamar disponen de un robot que acerca el pienso a las vacas automáticamente cuando estas lo alejan

En el interior de la cuadra, una serie de instrumentos acondicionan el espacio para que se adapte a las necesidades de los animales. «Tenemos instalado un rodillo de masaje para que las vacas se rasquen la espalda. También tenemos ventiladores para mantener la temperatura adecuada y duchas que limpian a los animales varias veces al día», señala Mikel.

Aparte de las 100 vacas, el caserío Oiamar tiene reservado un espacio para las 80 novillas que crían, también con un robot de por medio. Esta máquina mezcla polvo de leche y agua para amamantar automáticamente a los terneros mediante un tubo.

«Mucha gente me ha dicho que ha visto agricultores de países del norte trabajando con robots, y lo ven como un descubrimiento. Cuando les digo que yo también trabajo con esa tecnología a dos minutos del pueblo se sorprenden mucho. Desgraciadamente es así, existe un desconocimiento general», relata Goenaga.

Maider Intxausti Oiarbide Baserria, Idiazabal

«Tienen un GPS vía satélite para tenerlas localizadas»

En el corazón de Gipuzkoa, Maider Intxausti también lleva años empleando la tecnología en el caserío Oiarbide de Idiazabal. La utiliza para cuidar de sus yeguas y sus cabras, pero no es la misma herramienta para los dos animales.

Los collares de vallado virtual emiten un sonido y una pequeña descarga para que la cabra no salga de la zona de cercado

Para controlar a sus yeguas usa unos collares geolocalizadores con GPS vía satélite. «Los compramos en 2020. Mandan señales cada media hora y a través de una aplicación se puede ver dónde están, qué movimientos hacen o si hay algún tipo de anomalía», apunta Intxausti.

Maider Intxausti coloca el collar de vallado virtual a una de sus cabras. Jose Mari López

El año pasado adquirieron otro tipo de collares, que en este caso utilizan para vigilar a sus cabras. «Son collares de vallado virtual. En vez de levantar un cerco, lo que hacemos es delimitar las zonas virtualmente, en el lugar que queremos. Entonces, si la cabra se acerca, emiten un sonido que les hace retroceder y si siguen avanzando les da una pequeña descarga eléctrica, sin dañar al animal evidentemente».

El sistema de cercado está conectado al teléfono móvil. Jose Mari López

El método varía dependiendo del collar que se utilice. «Cada uno tiene su aplicación para consultar. En el caso del vallado virtual, es recomendable que cada animal lleve uno porque, si no, no respetan el cercado. La batería dura entre dos y tres meses, luego tenemos que cargarlos». El collar geolocalizador es distinto. «No es necesario que lo lleven todas las yeguas. Con que lo tenga el animal dominante de la yeguada es suficiente. La batería dura un año aproximadamente». Intxausti subraya que los resultados son «muy buenos» desde que implementaron los collares. «Tenerlos bajo control es muy importante. De esta forma, sabemos dónde están en todo momento y conocemos sus tendencias de movimiento. Además, es positivo para los animales porque están mejor cuidados».

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