Con buena ventilación y sin CO2
Medición. DV ha medido los niveles de C02 en espacios cerrados de Donostia. Han sido 10 comercios, 8 bares, 5 buses y un tren. Todos están por debajo de los niveles recomendados para evitar contagios de Covid
He salido a buscar CO2 por las calles de San Sebastián y he encontrado más bien poco. No es que no lo hubiera, es que no estaba presente en el aire en cantidades nocivas para la salud. Los expertos insisten en la importancia de la ventilación en espacios interiores para luchar contra el coronavirus, debido a que su principal vía de propagación son los aerosoles que quedan suspendidos en el aire durante horas. Para saber si hay que abrir las ventanas o no, un instrumento indispensable son los medidores CO2 unos aparatos que permiten conocer cuándo se ha acumulado en un lugar demasiado aire expedido por otra persona. Lo que miden lo expresan en partes por millón (ppm).
El número 800 es la frontera que indica la buena salud del aire. Por debajo de esa cifra, la probabilidad de contagios es casi nula. Por encima, la situación cambia. Los medidores de CO2 analizan cuántas veces se ha podido respirar el aire de un lugar, teniendo en cuenta que, con cada exhalación, una persona contagiada dispersaría aerosoles de la enfermedad. «Por debajo de 800 hay menos del 1% del aire que ha sido respirado por otra persona. Esos son los valores que se consideran que el riesgo de contagio es muy bajo. Es casi como si estuvieras en la calle», explica Ugo Mayor, investigador Ikerbasque adscrito al departamento de Bioquímica de la UPV/EHU.
EL MEDIDOR
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Propagación La principal vía de propagación del coronavirius son los aerosoles, que permanecen suspendidos en el aire durante horas.
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Presencia El CO2 es un indicador aproximado de la cantidad de coronavirus que puede haber en un espacio.
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Locales El CO2 se acumula en espacios cerrados por la exhalación de las personas que lo ocupan.
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Medidor Permite conocer cuántas veces se ha podido respirar el aire de un lugar. Lo que miden lo expresan en partes por millón (ppm).
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Límite Por debajo de las 800 partes por millón el aire presenta un riesgo bajo de contagio. Por encima de esa cifra, es necesario ventilar cuanto antes el local.
En muchos lugares de trabajo existen medidores que indican, cuando se llega a las 800 ppm, que es la hora de abrir las ventanas para que entre aire fresco y salga el de segunda mano. Estos aparatos, casi por completo inexistentes en comercios, bares y transportes públicos, son un termómetro que permite saber si el aire que respiramos nos pone a salvo de contagios o no. Con uno de ellos salí a la calle el pasado viernes, 'black friday', el día inventado por los americanos para gastar más con la ilusión de que gastamos menos. También fue el día en el que empezó oficialmente la Navidad en Donostia.
Una media aproximada
Si hubiera que calcular urgentemente una media de CO2 en los interiores donostiarras, no sería demasiado aventurado dar la cifra de 450. Durante horas y en diferentes lugares y momentos, el medidor parecía obsesionado en oscilar entre las 400 y las 500 ppm, hasta el punto de que hubo que hacer una prueba para ver si el aparato funcionaba. Bastó con echar el aliento sobre él para que los números ascendieran por encima de los 2.000. En efecto, no estaba estropeado.
Primera medición, el ascensor de casa. 485. Bien. Segunda medición, el autobús de la línea 9, entre Intxaurrondo y el Boulevard. Son las 9.30 de la mañana. Todos los asientos están ocupados. Las ventanillas abiertas. Los pasajeros se encogen bajo sus abrigos. Hace un frío que pela aunque por lo menos no llueve. El medidor da 455. Resuenan en la memoria las palabras de Ugo Mayor. «Es casi como si estuvieras en la calle», había dicho. Pues sí, es casi como si estuviéramos.
Hay que recuperar el calor. Un cortado en la plaza de Gipuzkoa da como resultado euro y pico menos en el bolsillo y 450 ppm de CO2 más en un bar repleto de clientes con desayunos entre las manos. Parece que todo sigue bien, como ocurre en la calle, donde las mediciones son las esperadas, alrededor de 450. «Da igual la gente que haya en exteriores», asegura Mayor.
Ha pasado el tiempo y toca recorrer las inmediaciones del mercado de San Martín, donde ya se comienza a fraguar eso del 'black friday' y sus precios menguantes. En el pasaje, donde las cafeterías, no deambula mucha gente. Son las 11.00 horas. Los desayunos han sido reemplazados por los pintxos de tortilla, lo que no ocurre con los números de la maquinita. 440 ppm. Más o menos lo mismo de siempre.
Poco después ocurre algo. En las escaleras que descienden hasta los puestos de las pescaderías, el aparato toma vida repentinamente. 450, 500, 600, 700, 800 y de allí hasta los 1.513, muy por encima de lo recomendable. Saltan mentalmente las alarmas, pero pronto se apagan. Pocos pasos más adelante los números regresan a sus términos habituales. No sé qué ha podido suceder. He mantenido el medidor a la altura de la cintura, lejos de la boca para no influir en la lectura de CO2. Yo no he sido, de eso estoy seguro. Quizá, pienso después, he entrado justo en el momento en el que salía al exterior el aire expulsado por el sistema de ventilación. Ni idea. No lo sé.
En las pescaderías todo bien, allá por las inmediaciones de los 450 ppm. En los comercios de los alrededores del mercado, más de lo mismo, con un pico de 500 que rompe un poco la monotonía de los cuatrocientos, pero poco más porque sigue siendo un nivel de CO2 inmejorable. En un par de bares donde caen otros tantos cortados y un bocadillito de lomo, amén de una visita al baño, el medidor da entre 440 y 465.
«Por debajo de 800 hay menos del 1% de aire que ha sido respirado por otra persona»
Ugo Mayor | Investigador UPV
Ha llegado el momento de tomar una decisión, de abandonar la zona de confort y lanzarse a la aventura. Toca ir al tren, aunque por el camino no estaría mal visitar algunas tiendas de ropa en las que ya se empieza a percibir que cada vez hay más clientes. Lo hago y más de lo mismo. Entre 420 y 460. Quizá las tornas cambien en Renfe, en el trayecto de las 12.29 entre San Sebastián y Errenteria.
El tren llega con algo de retraso. De él baja un número apreciable de personas, es posible que hayan dejado unas cuantas exhalaciones atrapadas en los vagones, que circulan con las ventanas cerradas. En su interior el termómetro marca veinte grados. No es que esté lleno pero tampoco vacío, digamos que hay media entrada. Quizá sea ese el lugar que busco, pienso mientras le doy al botón del medidor. Pero nada.
Transcribo aquí literalmente el contenido de mis anotaciones. Gros, 445. Ategorrieta, 447. Intxaurrondo, 446. Herrera, 570 (esto lo tengo subrayado). Pasaia, 692 (también subrayado). Lezo-Errenteria, 440. Fin del recorrido. Un pintxo de ensaladilla para comer y vuelta a Donosti. Son las 13.20, en el bus toca ir en el pasillo. El medidor marca 450, pero a la altura de Arzak se libra un asiento y me acomodo en él. Miro el aparato y ha subido hasta los 675. Algo es algo.
«Con tener la puerta abierta y al otro lado un extractor o algo así para hacer corriente, ya vale para ventilar un local»
Ugo Mayor | Investigador UPV
Vagabundeo varias horas por comercios y hasta por el Palacio de Miramar para ver la exposición de 'La guerra de las galaxias'. Muy bonita. 450 ppm. A las 17.30 toca volver al centro, que ya se ha llenado de gente pero no de CO2. Pasaje de San Martín, 445. Inmediaciones, lo mismo. Y entonces vuelve a ocurrir. En un supermercado el medidor se vuelve loco y sube hasta los 1.450, pero solo lo hace en un lugar determinado, junto a las frutas y varias macetas de flores de Pascua. Basta con alejarse unos metros para que el número regrese a los 400. Y basta con volver para que suba de nuevo. Un misterio más.
Ya ha oscurecido y se han encendido las luces de Navidad. Mido el CO2 junto al estrado donde el alcalde y los concejales contemplan a la bailarina. Lo hago por si salta la liebre, pero nada, 430. Unos cuantos bares donde no hay ninguna sorpresa, algunas tiendas llenas de gente pero bien ventiladas y bus a Intxaurrondo. Son las 20.30. Todos los asientos están llenos. Hay gente de pie. El aparato da 439.
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